Por: Gustavo Novaro García
El domingo 8 de marzo en Guadalajara, la emblemática fuente de La Minerva había amanecido teñida de rojo, para indicar que lo que vendría a continuación alrededor de México sería algo inédito. Más tarde, centenares de miles de mujeres desfilaron en forma pacífica, al menos, en las diez principales ciudades de la República Mexicana con la exigencia de que la violencia cotidiana en contra de ellas, en calles, casas, centros de trabajo, fuera atendida con la gravedad del asunto.
El lunes 9, hubo una significativa ausencia de mujeres en la vida pública, no total por diversas causas, pero sí ejemplar. Un movimiento organizado no por un partido político, sino por una sociedad harta de que no se escuchen sus requerimientos y necesidades.
Ante esto, la respuesta gubernamental, desde el propio presidente López, fue lamentable. Primero, en un discurso en Fresnillo, Zacatecas en conmemoración del Día Internacional de la Mujer destacó que: “no se puede omitir la aportación abnegada, así, lo repito, la contribución abnegada de Margarita Maza de Juárez”, minimizando los cambios que ha tenido el rol de las mujeres en la sociedad y en el país en siglo y medio.
Ese mismo domingo, para entorpecer la marcha en la capital que comenzó en el Monumento a la Revolución, se cerró la Av. Madero para dificultar el acceso de las mujeres al Zócalo; también, hubo encapuchadas que actuaron de forma violenta y algunas de ellas pudieron haber sido infiltradas; hay videos tomados por una reportera de El Heraldo, en los que se observa que quien arrojó una bomba Molotov, que causó quemaduras a una fotorreportera y a policías, fue arropada por los cuerpos de seguridad.
Y la cereza del pastel fue la conferencia matutina del 9, cuando López declaró:
“Este movimiento tiene varias aristas, es un movimiento de mujeres que legítimamente luchan por sus derechos y en contra de la violencia, en contra de los feminicidios, pero hay otra vertiente de quienes están en contra nuestra y lo que quieren es que fracase el gobierno y sobre todo que no pueda consumarse la Cuarta Transformación de la vida pública del país, es el conservadurismo disfrazado de feminismo o de lo que resulte.
“Me llamó mucho la atención ayer, porque nosotros vinimos de la lucha social, de la oposición, hemos hecho infinidad de marchas y hemos llevado a cabo muchas concentraciones, yo creo que en los últimos años hemos estado como unas 30, 40 veces en el Zócalo y hemos marchado y nunca tuvimos cobertura de los medios como ayer, Televisa en vivo, Milenio en vivo, todos muy atentos informando, bueno, no todos, también un número considerable de medios”.
Es decir, una protesta social le parece ilegítima desde su óptica porque tiene cobertura mediática, esto indica que tenemos un Jefe de Estado solo de nombre, que no comprende el fondo y las consecuencias de sus omisiones.
Habrá que evaluar el impacto económico originado por la no presencia de las mujeres el lunes 9 y cómo complica la marcha de una administración que ha abierto un nuevo flanco social en un ambiente internacional adverso en lo económico y con una pandemia de riesgos imprevisibles.
La organización de la que han hecho gala las mujeres mexicanas es un ejemplo de las nuevas formas en las que debe conducirse la sociedad mexicana en este siglo XXI: exigir con respeto pero con firmeza, hacer notar su organización, enseñar que no todo debe venir desde arriba, de forma orquestada, sino que quienes ejercen un cargo público deben de responder y actuar a las peticiones, realidades y exigencias de sus contribuyentes y votantes.
Tuvimos un par de días históricos y en ellos testimoniamos el divorcio de la administración con la mitad de su población. Un gobierno miope, torpe e ideologizado que sigue anclado en formas del siglo XX y que de continuar por ese rumbo, sin cambios, se conduce a su perdición.