Por: Justo Mirón
No sean malpensados, no. Fue una simple casualidad que el presidente de los Estados Unidos, Mexicanos, haya salido de su Palacio, al que las malas lenguas dicen su señora esposa ya abandonó para regresar a su casa de Tlalpan a fastidiar a los vecinos, para supervisar los avances de una carretera que conectará Sinaloa con Durango y allí se encontrara con la madre, ni más ni menos, que de Joaquín Guzmán Loera, el famoso Chapo.
Será porque El Chapo sigue siendo una figura muy mediática, podemos ver series basadas en su vida en diferentes canales de televisión, sea abierta, de paga o por demanda, o porque no se olvida que en su carrera delictiva ocasionó la muerte de centenares de agentes policiacos y militares y su extradición y encarcelamiento en la prisión de máxima seguridad de Estados Unidos, tras un juicio seguido de cerca en ambos países, que una reunión de ese orden iba a ser muy comentada.
López Obrador ignorando los peligros de contacto con un gran número de personas de los que advierte su propio gobierno, decidió realizar esta gira, él, tan noble que arriesga su integridad por el pueblo azteca, y lo hace en aviones comerciales, aunque ahora sí, pide coloquen vallas para impedir el contacto con que le demuestra su amor a sus compatriotas.
Primero en Baja California disertó viendo el panorama y allí se topó con generadores de energía eólica, lo que provocó su furia. ¡Cómo era posible que semejantes adefesios le echaran a perder la vista! Coincidía, quizá, con su actual secretario de Medio Ambiente, créanme tiene a alguien que cobra como eso, que le roban el aire a los locales y que son mucho mejores las turbinas que queman gas para producir electricidad.
Allí saludó, no de mano, sí guardó las distancias por una vez, con un hombre que dijo vivir en una cueva. Y López se emocionó. ¡Los mexicanos deberían vivir en cuevas! Eso sí es una verdadera forma de pobreza, sin tener que preocuparse por amoblar una casa, por trabajar, recibiendo nada más las dádivas que su gobierno les proporcionaría, sólo alimentos y algo de ropa, nada de maldito dinero.
Me desvío.
En la semana, el Departamento de Estado de los Estados Unidos había puesto una recompensa de 15 millones de dólares por Nico Maduro, el gángster, perdón, mandatario venezolano, acusándolo de narcotráfico y terrorismo. Para López, quien habrá pensado Maduro también es un ser humano, excepcional y todo ya que declaró haber “vuelto del futuro”, para decir que en su país todo iba a salir bien a pesar del Covid, la mejor forma de mostrar que los delincuentes también tienen madre era saludar a la de El Chapo.
Así, vimos al presidente de México desandar camino y darle la mano a una señora de 92 años, ella en su camionetón, rodeada de una escolta aún mayor que la del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Después el abogado personal de El Chapo, tomó del brazo con familiaridad y confianza al presidente. No conforme con eso, López se quedó a echar taco, no podía desaprovechar otra oportunidad de las giras garnacheras que tanto disfruta.
En fin, quien no recibió a los Lebarón, a Sicilia para no de demeritar la investidura presidencial, apareció gozoso rodeado de presuntos delincuentes, quizá hasta allí cerca andaba Rafael Caro Quintero, quien está prófugo por un tecnicismo legal, para ojear al famoso visitante.
Quien durante lustros acusó a muchos, sin pruebas contundentes, basado en sospechas e intuición, de estar coludidos con el narcotráfico, alardeaba abiertamente de sus contactos, afectos e intereses. ¡Y luego se encanija porque llegamos a mencionar que algo turbio se había cocinado en Badiraguato!
No cabe duda, en estos alegres días de la tetransformación ya ni siquiera se guardan las apariencias, Ovidio Guzmán consiguió lo que tanto se mencionó en las redes sociales: un (mal) payaso en su fiesta de cumpleaños.