Por: Graciela Cruz Hernández
En esta ocasión hablaremos de un personaje que ha sido injustamente desterrado de los capítulos gloriosos de nuestra historia a los que legítimamente pertenece: don Agustín de Iturbide, consumador de la independencia y primer emperador del fugaz imperio católico mexicano.
Agustín de Iturbide nació en Valladolid, la actual Morelia, el 27 de septiembre de 1783. Su padre era un español muy rico y su madre una mujer michoacana. Don Agustín era un hombre muy culto, estudió en el seminario de Valladolid y posteriormente ingresó al ejército virreinal como alférez del regimiento provincial.
Al estallar la guerra de independencia el cura don Miguel Hidalgo lo invitó a unirse a la causa con el cargo de teniente coronel, sin embargo Iturbide optó por ponerse a las órdenes del ejército virreinal al que pertenecía y desde él combatió a los insurgente, muy especialmente a Morelos y a Vicente Guerrero.
Por su capacidad militar fue nombrado Comandante General del Sur y se le encomendó la tarea de sofocar la insurrección de Guerrero, que era prácticamente la única aun activa. Teniendo Iturbide en sus manos el poder de acabar con la insurgencia o inclinar la balanza a favor de la independencia, optó por ésta e invitó a Guerrero a declararla en una reunión que se conoce como “El abrazo de Acatempan“. En 1821 ambos firmaron el Plan de Iguala, en el que se proclamaban tres garantías: la independencia de México, la igualdad de derechos para españoles y criollos y la supremacía de la Iglesia Católica.
El 27 de septiembre de 1821 día de su cumpleaños número 38, el Ejército Trigarante entró triunfante en la ciudad de México, con lo que se declaró la consumación de la Independencia la cual acató el virrey don Juan O’Donojú, firmando los Tratados de Córdoba. Un día después se integró la Junta Provisional Gubernativa que eligió por unanimidad a Agustín de Iturbide como su presidente.
El 25 de febrero de 1822 se eligió un Congreso Constituyente, y en mayo don Agustín se convirtió en emperador con el nombre de Agustín I. El Congreso lo ratificó un día después y el emperador y su esposa fueron coronados el 21 de julio de 1822. Sin embargo, sus primeros opositores y más encarnizados enemigos fueron las logias masónicas mexicanas que obedecían las órdenes de las norteamericanas y que declararon la guerra al imperio católico mexicano.
El entonces gobernador de Veracruz, Antonio López de Santa Anna, revelándose ante el poder imperial legítimamente constituido, proclamó la República, e inmediatamente recibió el apoyo de todas las logias masónicas y de los generales Vicente Guerrero, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. Combatieron sin tregua al recién coronado emperador y consiguieron su abdicación el 19 de marzo de 1823.
En abril fue ilegalmente abolido el Imperio y en mayo, el emperador Agustín de Iturbide, fue desterrado a Europa, mientras el Congreso determinó que si el emperador regresaba a territorio nacional, sería declarado traidor y condenado a muerte. Iturbide desconocía tal resolución y a través de engaños fue invitado a regresar a México a donde llegó el 14 de julio y cuatro días después fue aprehendido, juzgado, sentenciado y fusilado el 19 de julio de 1824.
Sus restos se conservan en la catedral metropolitana de la Ciudad de México y la siguiente estrofa de nuestro Himno Nacional está dedicada a él:
«Si a la lid contra hueste enemiga
nos convoca la trompa guerrera,
de Iturbide la sacra bandera
¡Mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan
las vencidas enseñas de alfombra:
los laureles del triunfo den sombra
a la frente del bravo adalid».
Esta y muchas estrofas más, desgraciadamente han sido quitadas de nuestro glorioso Himno Nacional Mexicano.
Don Agustín de Iturbide dio los elementos básicos de nuestra bandera nacional que se conservan actualmente con algunas modificaciones y que está considerada la más hermosa del mundo por lo cual es un orgullo de nuestra identidad nacional mexicana.