Por: Graciela Cruz Hernández
Antonio Rivas Mercado, llamado por algunos como el arquitecto del porfiriato, oficialmente se dice que nació en Tepic el 25 de febrero de 1853.
El abuelo de Antonio, don Manuel de Rivas nacido en Málaga, España llegó a estas tierras en la época colonial como Capitán General del Puerto de San Blas. Su padre fue don Luis Rivas Góngora y fue diputado federal en las legislaturas IV, XI y XIV, su madre fue Leonor Mercado, Antonio fue el menor de ocho hermanos.
Al parecer su familia se fue a vivir a la ciudad de México cuando Antonio contaba con cuatro años; otros opinan que fue a la edad de diez cuando lo inscribieron en la Academia de San Carlos y en la Escuela de Minería. El caso es que siendo un niño de once años fue enviado por sus padres a Londres para estudiar en el colegio católico Stonyhurst, donde realizó sus estudios primarios. Más tarde, en el Liceo de Burdeos, en Francia, cursó estudios secundarios, para ingresar posteriormente a la Escuela de Bellas Artes de París a estudiar arquitectura e ingeniería en la Sorbona, entre 1872 y 1878.
Antonio Rivas Mercado conocido por muchos como “el oso” era un hombre muy alto y corpulento y quizá muchos pensaban que era por su físico tal apodo, pero existe una anécdota que nos dice del porqué le llamaron así y ésta tuvo lugar en las calles de París en 1872, en su época de estudiante de la École des Beaux-Arts. La escritora y biógrafa francesa Fabienne Bradu relata describiendo al joven Antonio de la siguiente manera: “Un barbón descomunal que andaba por los dos metros y los 100 kilos y cuyos trancos obligaban a correr al resto del grupo. Cerca de la iglesia de Saint Germain, un gitano ofrecía dinero al que fuera capaz de sostener un combate por más de un minuto con un oso. Alentado por sus compañeros, Antonio aceptó el reto y logró audazmente someter al animal por el tiempo establecido. A partir de ella, y por el resto de sus días, Antonio Rivas Mercado fue conocido como el Oso”.
Pues bien, pasado el tiempo y después de graduarse con honores, viajó por Italia y España, quedando fuertemente impresionado por la belleza arquitectónica de los lugares que había visitado.
Antonio Rivas Mercado, con su formación como arquitecto e ingeniero, pero sobre todo como hombre culto, regresa a la ciudad de México en 1879 después de haber vivido más de quince años en Europa, para ejercer como arquitecto y enseñar en las Escuelas de Ingeniería y Arquitectura.
Regresó a México justo cuando el presidente Porfirio Díaz, quería llenar al país de bellos edificios y monumentos afrancesados, símbolo de la prosperidad del régimen. Antonio comenzó a hacer obras como la aduana del ferrocarril en Tlatelolco y varias residencias particulares, entre ellas la mansión que actualmente alberga al Museo de Cera de la Ciudad de México.
En 1894 contrajo matrimonio con Matilde Castellanos Haff (1859) con quien tuvo seis hijos: María Emilia y Antonio, ambos fallecidos poco después de su nacimiento; Alicia (1896), quien dejara para la posteridad su efigie en el medallón de la puerta de bronce de la Columna de la Independencia, al que sirvió de modelo; Antonieta (1900); Mario (1904) y Amelia (1908).
Antonio Rivas Mercado fue director de la Academia de San Carlos de la Ciudad de México desde 1903 hasta 1912; durante ese período instituyó nuevos métodos de estudio y diseño, modificado el plan de estudios de la carrera transformándola en dos carreras diferentes.
En el ejercicio de su profesión realizó diferentes obras de carácter privado y público. Arquitecto de la élite, construyó y remodeló inmuebles para políticos y terratenientes porfiristas, así como importantes proyectos para el régimen del presidente Díaz, en los que echó mano de estilos en boga combinándolos, practicando el llamado eclecticismo arquitectónico, en el que el neoclásico convive y comparte con el mozárabe y el art nouveu.
Entre sus obras lógicamente está su propia mansión de Héroes 45, en la colonia Guerrero, casa que ha sido restaurada y puede ser visitada como edificio histórico. La casa de su hermana Juana Rivas de Torres, en Juárez 18, así como el mausoleo de ella misma en el Panteón Francés.
Asimismo, restauró la fachada del antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de México, la casa del presidente Manuel González Flores en Peralvillo; el palacio municipal de Tlalpan, la casa de Antonio Caso y la de Serapio Rendón. Además, se le encomendó decorar los salones Panamericano y de Embajadores de Palacio Nacional.
En provincia realizó importantes proyectos. La remodelación de la casa grande de la Hacienda de Chapingo en 1900, propiedad de Manuel González; la remodelación de las haciendas pulqueras de Santa María de Tecajete, en el municipio de Epazoyucan, estado de Hidalgo, propiedad también de Manuel González, y de la Hacienda de San Bernabé de los Tepetates, en el municipio de Tepeapulco, en Hidalgo; la casa del Rancho Espejel y la transformación de la Hacienda de San Antonio Ometusco, estas dos propiedades en el Estado de México.
Concluyó las obras del precioso Teatro Juárez de Guanajuato, construido entre 1892 y 1903, está considerado como uno de los mejores edificios de la época. El neoclásico exterior y el interior neo-morisco, son un claro reflejo de su estilo arquitectónico ecléctico.
En 1898 Rivas participó con dos proyectos, uno de estilo francés y otro de estilo inglés en el concurso por el proyecto del nuevo Palacio Legislativo, con los cuales se dice que obtuvo el primer y segundo premio, otros dicen que el cuarto, pero haya ganado o no, el hecho es que quien obtuvo el contrato por parte del gobierno porfirista fue el arquitecto francés Emile Bénard. A la postre, la revuelta maderista impidió la conclusión del nuevo palacio del que sólo se alcanzó a hacer la cúpula y que paradójicamente, hoy identificamos como el Monumento a la Revolución Mexicana.
Poco después a Rivas Mercado, se le otorga el proyecto de construcción del Monumento a la Independencia, que lo llevaría a la fama arquitectónica. La misma biógrafa francesa lo registra así: “Se acercaban las fiestas del Centenario de la Independencia. En 1902 fue comisionado por el presidente Porfirio Díaz para diseñar y construir la Columna de la Independencia, con motivo del 100 aniversario del inicio de la Guerra de Independencia de México. El proyecto se realizó en colaboración con del artista escultor franco italiano Enrique Alciati, y del ingeniero Roberto Gayol. Don Porfirio recomendó a Rivas Mercado que no escatimara recursos para santificar el paso de su gloria y el esplendor del aniversario”.
Tras Superar graves problemas con la cimentación de la columna que obligaron a Don Porfirio a poner la primera piedra dos veces, pues en su primera etapa el enorme peso de la columna ocasionó que el trabajo que llevaban realizado se viniera abajo teniendo que empezar de nuevo.
La Victoria Alada, es una escultura en bronce con recubrimiento de oro de 6.7 metros de altura y siete toneladas de peso, que en su mano derecha sostiene una corona de laurel (símbolo de la victoria) y en la otra una cadena con los eslabones rotos, en referencia al término de la esclavitud. El monumento alcanza una altura de 45 metros, y desde un principio fue conocido popularmente como “El Ángel de la Independencia”, precisamente por ser una figura alada. La columna está estructurada en acero y recubierta con piezas labradas en cantera de Chiluca, decorada con palmas y guirnaldas y dos anillos que llevan los nombres de ocho próceres: Agustín de Iturbide, Juan Aldama, Ignacio Allende, Ignacio López Rayón, Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, Guadalupe Victoria y Manuel Mier y Terán. En su capitel, cuatro águilas extienden sus alas en cada uno de sus lados. Al frente existe una placa de mármol blanco con la inscripción: “La Nación a los Héroes de la Independencia”. Y al frente de la misma, un grupo escultórico representado por un león gigante conducido por un niño, una alegoría que simboliza: “Fuerte en la guerra, dócil en la paz”
El monumento fue inaugurado con un gran evento el 16 de septiembre de 1910, por Porfirio Díaz. Antonio Rivas Mercado fue el primer orador y describió cada uno de los elementos del majestuoso conjunto escultórico, entre otros participantes quien dio el discurso oficial fue el poeta Salvador Díaz Mirón.
La Columna tenía mucha similitud con la Columna de Julio de París y la Columna de la Victoria de Berlín. Quizá ambas columnas fueron la inspiración de Rivas Mercado, pues se construyeron 80 y 35 años antes, respectivamente. Don Antonio diría que su monumento fue realizado «siguiendo la tendencia de los grandes pueblos que levantaron columnas a sus héroes y a sus triunfos».
Antonio Rivas Mercado, un personaje completo y complejo, hombre de dos mundos (América y Europa), fue un gran profesional que ocupó cargos políticos y administrativos de primer orden, realizó obras para la élite social y política de su tiempo, llevó a cabo proyectos significativos en el Porfiriato que embellecieron la imagen de nuestro México.
Tras la revolución mexicana regresó a Francia, donde residió sus últimos años de vida, pero orgullosamente mexicano volvió a la patria que lo vio nacer en 1926, donde murió en la Ciudad de México el 3 de enero de 1927, poco antes de cumplir 74 años de edad.