Por: Miguel Ángel Jasso Espinosa
Ahora que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se debate en una lucha innecesaria entre grupos políticos que le disputan al rector Enrique Graue Wiechers el control de la máxima casa de estudios de México, justo ahora que periodistas valientes han señalado en sus respectivas columnas[1] que cuando el rector había dejado muy en claro que NO es simpatizante de “convertir a la UNAM en el centro del proyecto político de Andrés Manuel López Obrador” –para que sin exámenes y sin evaluación, todos los jóvenes que quieran estudien una carrera universitaria y la gestionen sin mayor trámite en la UNAM–, en el momento actual, nuestra máxima casa de estudios se ve amenazada y golpeada por grupos porriles que amenazan con destruir tanto la armonía de la vida académica como la estudiantil y, pretenden a corto plazo, provocar la destitución del rector Enrique Graue.
Si en los últimos 18 años de administraciones panistas y priístas no había ocurrido una protesta universitaria tan masiva como la vista el viernes 7 septiembre en Ciudad Universitaria, ¿por qué sí ocurre en el contexto en que un valiente rector se opone a los proyectos democratizadores del presidente electo?
Yo no tengo forma de desacreditar las legítimas demandas de los estudiantes contra el porrismo que se vive en la UNAM, o contra los actos de violencia de género y de acoso denunciados por los propios universitarios, pero no debe perderse de vista que esa protesta está enmarcada en un escenario mucho más complejo, en el que grupos políticos le disputan al rector el control de la máxima casa de estudios de México.
Allí en la UNAM se vive un ambiente tenso con un notorio tufo que deja entrever que en política no existen las casualidades.
Es oportuno recordarles a los lectores que en el pasado ha existido la abierta intromisión de autoridades en asuntos de la máxima casa de estudios. Históricamente han intervenido tanto los gobiernos federales como los de la Ciudad de México.
Intromisiones que se han traducido en formas políticas violentas, como ha sido el porrismo, que no es nuevo y que nunca ha sido erradicado. O la imposición de políticas (como el fin del pase automático, el cobro de cuotas a los alumnos, la separación del bachillerato del resto de la UNAM, la evaluación institucional e individual de los académicos, etcétera), acciones que desembocaron en fuertes conflictos internos al ser contrarios a las tradiciones académicas, a los intereses o derechos adquiridos por los alumnos, y por haber tratado de Imponerlas a la comunidad sin que mediara una consulta previa y la formación del consenso sobre su pertinencia o no.
Asimismo, las autoridades tanto federales como locales han intervenido en los conflictos derivados y prácticamente definieron el cauce que tomaron algunas luchas estudiantiles como el del CEU, 1987, o el del CGH, 1999: en la definición de rumbos políticos a la Institución, como fue la imposición de realizar los congresos universitarios, actividades que resultaron inútiles y profundamente desgastantes.
La abierta interferencia del gobierno en los asuntos internos de la UNAM no es nueva, basta recordar las lamentables renuncias de los rectores Dr. Ignacio Chávez y Dr. Pablo González Casanova. [2] Dentro del régimen autoritario que privó en el país desde la posrevolución y especialmente desde el cardenismo y la institucionalización del modelo corporativo encabezado por el PRM-PRI, la Universidad fue concebida como una parte del sistema político que había que controlar, desde las pugnas entre los grupos universitarios de derecha e izquierda (polémica Caso-Lombardo), pasando por la conquista de la autonomía, que no es ajena a esa pugna, hasta la lucha de la derecha (posteriormente agrupada en el PAN) y la izquierda cardenista (lucha en torno a la educación socialista vs. la educación liberal o incluso católica, que ganó la derecha utilizando la violencia), los gobiernos siempre interfirieron en la Institución imponiendo el nombramiento de las autoridades, regateando el presupuesto o dándolo a manos llenas, incorporando a la Universidad como una institución fundamental del proyecto nacionalista revolucionario, introduciendo grupos de choque para controlar a los alumnos descontentos o afines a otros intereses políticos, es decir, fomentando el porrismo: el control de la comunidad por la violencia. Asimismo, se debe destacar la intervención de la Policía Federal Preventiva para poner fin a la lucha del CGH, después de que las desavenencias entre el gobierno federal y el del D.F. forzaron la renuncia del rector Francisco Barnés. [3]
La extraordinaria investigación del doctor Hugo Sánchez Gudiño: “Génesis, desarrollo y consolidación de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM (1939 – 1990)”[4] demuestra que el porrismo ha sido una lamentable constante en la vida universitaria.
Su valiosa investigación está dividida por grandes etapas en el siglo XX. Resulta imposible resumirla en unas cuantas cuartillas. Para mi gusto, lo más importante es que el estudiantado de la UNAM tenga presente que se puede acercar a esa literatura para conocer de fondo el problema del porrismo y no sólo de manera superficial.
En la UNAM el fenómeno del porrismo ha sido combatido por los rectorados del doctor José Sarukhán Kermez (1989 al 1997) y del doctor Francisco Barnés de Castro (1997 al 1999), lo mismo que por el Rector, doctor Juan Ramón de la Fuente. Sin embargo, el porrismo es una lacra que se reproduce por sus apoyos externos y por su liga con los equipos estudiantiles de fútbol americano, a los cuales sirven como porras y alientan las rivalidades entre planteles de educación superior, en especial entre el IPN y la UNAM.
En su investigación sobre “Los estudiantes y la política en la UNAM”, el doctor Víctor Manuel Durand Ponte dice al respecto:
En virtud de que los porros gozan de impunidad o de protección de políticos poderosos, su acción es difícil de enfrentar y neutralizar por las autoridades universitarias, incluso con el apoyo del conjunto de la comunidad. En cambio, su acción es muy perturbadora pues produce una enorme inseguridad entre el alumnado, genera intimidación, violencia, daños físicos, en ocasiones de gravedad y robo con violencia a los alumnos; les exigen cooperaciones obligadas para la compra de bebidas, dañando el ambiente estudiantil de los establecimientos donde operan. Junto al porrismo aparecen siempre la venta de drogas y el vandalismo tanto en los planteles como en sus inmediaciones. Otro elemento significativo es la venta de alimentos en las inmediaciones de la escuela. En general, los planteles tienen lugares en el interior donde compran alimentos, pero son insuficientes.[5]
Bajo el pretexto de que los espacios para la venta de alimentos dentro de los planteles son insuficientes, hoy la universidad se enfrenta a problemas muy graves porque muchos de los espacios tomados por los llamados “colectivos” para la venta de alimentos –dentro de las instalaciones universitarias– son también utilizados para la venta de drogas. La comunidad universitaria lo sabe, pero como ocurre con las llamadas “tienditas” que se encuentran en operación en todo el territorio nacional –y que no son sino espacios para la venta impune de drogas de todo tipo– nadie se atreve a denunciarlas bajo pena de recibir una golpiza o incluso perder la vida o exponer a los miembros de la familia a acciones de violencia física. Los intereses económicos que están detrás del narcomenudeo dentro de la ciudad universitaria y en los planteles foráneos de la UNAM, impiden que se detenga o se erradique la venta de drogas a la comunidad universitaria. No obstante, sobre este tema se tienen algunos resultados positivos: tras una intensa campaña contra la venta de drogas en las instalaciones de la UNAM, han sido detenidos 52 narcomenudistas afuera de Ciudad Universitaria y puestos a disposición de las autoridades.[6]
Por otra parte, una violencia especialmente nociva es la de género. En la UNAM la participación de mujeres y hombres en la matrícula es prácticamente mitad y mitad, desde luego hay algunas carreras donde predominan las mujeres, como enfermería, trabajo social, psicología, y otras donde existen más hombres, como en las ingenierías. Sin embargo, a pesar de la igualdad numérica, existe el acoso sexual que se ejerce sobre las mujeres por parte de los alumnos (machismo), pero especialmente por parte de profesores, “que intercambian calificaciones por favores sexuales, extorsionan para no perjudicar a las alumnas o simplemente abusando de su autoridad acosándolas sexualmente. Otra forma de violencia de género es la discriminación que se ejerce sobre las mujeres, especialmente en algunos planteles donde se les hace saber que estarían mejor en su casa. En pocas palabras, existe la negación de derechos básicos a algunas mujeres y en especial en algunos planteles; esa violencia margina y crea incertidumbre a las víctimas”.[7]
En este contexto de protestas universitarias, en las Facultades de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y en la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) los estudiantes han acusado graves problemas de género y particularmente de acoso sexual por parte de los profesores. En la tercera semana de sus protestas, seguían cerradas sus instalaciones en protesta por el incumplimiento de sus demandas.
Ante tal situación, se lograron acuerdos con los representantes de los grupos que mantenían cerradas las instalaciones en demanda de respuestas a sus pliegos petitorios. La UNAM informó que, en el contexto de las inquietudes mostradas en casos de seguridad y de género, se establecerán tanto la Mesa de Atención en Asuntos de Seguridad, como la Mesa de Atención en Asuntos de Género.
La Mesa de Atención en Asuntos de Seguridad se encargará de recabar todas las opiniones y sugerencias acerca de cómo mejorar la seguridad en sitios específicos y en el conjunto de la vida universitaria, de procesarlas y de remitirlas a la Secretaría General de la Universidad y –por ese conducto– a la Comisión de Seguridad del Consejo Universitario, para su pronta consideración.
Por su parte, la Mesa de Atención en Asuntos de Género se encargará de recabar todas las opiniones y sugerencias acerca de cómo mejorar la seguridad de las personas, en especial las mujeres, en sitios específicos y en el conjunto de la vida universitaria, de procesar dichas opiniones y sugerencias, y de remitirlas a la Secretaría General de la Universidad y –por ese conducto– a la Comisión de Género del Consejo Universitario, para su pronta consideración.[8]
Estas acciones se suman a la implementación del Protocolo para la Atención de los Casos de Violencia de Género que quedó en operación desde el año 2016. En este tema, la presidenta de la Comisión Especial de Género del Consejo Universitario, Leticia Cano –directora de la Escuela Nacional de Trabajo Social– refiere que existen 31 comisiones en toda la UNAM que aportan información y propuesta de acciones de seguridad locales. Gracias a esta Comisión Especial de Género del Consejo Universitario, se sabe que en el periodo de 2003 a 2016 hubo 325 quejas de violencia de género, es decir, 1.9 quejas por mes. Por el contrario, tan solo en 2018 las denuncias aumentaron considerablemente pues hasta marzo de ese año, el número de quejas por posibles actos de violencia de género «aumentó a un total de 372, correspondiente a 346 personas agresoras; es decir, 20.6 quejas por mes».[9]
Son muy importantes las acciones establecidas en la UNAM para erradicar la violencia de género, deben de ser vistas bajo un marco mucho más amplio en el que las desapariciones de mujeres, el feminicidio, la violencia sexual, la tortura y la falta de acceso a la justicia, entre otras acciones, son maquinaciones de todos los días en un país como México. Y que en la mayoría de los casos quedan impunes.[10]
Por todo lo anteriormente expuesto, afirmo que la protesta masiva de los universitarios contra los actos de violencia de género y de acoso, innegablemente debe ser atendida en forma expedita, a la par que sus justas demandas de erradicar el porrismo de las instalaciones universitarias. No obstante, reitero que en política no existen las casualidades y la comunidad universitaria debe permanecer vigilante. Si hoy en México los partidos políticos carecen de cualquier legitimidad, con mayor razón debemos desconfiar del tufo que emana de los grupos autodenominados “representantes del pueblo”. Los universitarios no debemos permitir que la UNAM se convierta en botín de mesías tropicales.
BIBLIOGRAFÍA
García Cantú, Gastón: Historia en voz alta: La universidad: Entrevista con Marco Antonio Campos, México: editorial J. Mortiz: UNAM, Coordinación de Humanidades, 1988.
Hernández Hernández, Mará del Rocío y Vargas Ramírez Aurea: Somos estudiantes y porros, una visión desde adentro, México informe de prácticas para obtener títulos de licenciadas en psicología, UNAM, Facultad de psicología, 2013.
Sánchez Gudiño, Hugo: Génesis, desarrollo y consolidación de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM (1939 – 1990), tesis de doctorado, México, UNAM/FCPyS, 2004.
HEMEROGRAFÍA
Durand Ponte, Víctor Manuel: “Los Estudiantes y la Política en la UNAM”, Estudios Políticos, vol. 8, núm. 6, septiembre-diciembre, 2005, pp. 81-112, Universidad Nacional Autónoma de México.
Rodríguez, Margarita: “Aumenta denuncia de acoso sexual en la UNAM; 80% se han atendido”, El Sol de México, 23 de marzo de 2018.
Ojeda de la Torre, Ivonne: “Teorías de la conspiración sobre la UNAM, Morena, el Rector y los porros dan de comer a las redes”, México, Sin embargo, septiembre 14, 2018.
Alemán, Ricardo: “¡Un valiente dijo “no” al Presidente López!”, Itinerario Político, miércoles 22 de agosto, diario debate digital.
REFERENCIAS ELECTRÓNICAS
[1] Alemán, Ricardo: “¡Un valiente dijo “no” al Presidente López!”, Itinerario Político, miércoles 22 de agosto, diario debate digital. https://bit.ly/2PEWt8u
[2] Durand Ponte, Víctor Manuel: “Los Estudiantes y la Política en la UNAM”, Estudios Políticos, vol. 8, núm. 6, septiembre-diciembre, 2005, pp. 81-112, Universidad Nacional Autónoma de México. https://bit.ly/2xgDiLI
[3] Durand Ponte, Víctor Manuel: “Los Estudiantes y la Política en la UNAM”, op. cit. p. 93.
[4] Sánchez Gudiño, Hugo: Génesis, desarrollo y consolidación de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM (1939 – 1990), tesis de doctorado, México, UNAM/FCPyS, 2004.
[5] Durand Ponte, Víctor Manuel: “Los Estudiantes y la Política en la UNAM”, Estudios Políticos, vol. 8, núm. 6, septiembre-diciembre, 2005, pp. 81-112 Universidad Nacional Autónoma de México.
[6] Rodríguez, Margarita: “Aumenta denuncia de acoso sexual en la UNAM; 80% se han atendido”, El Sol de México, 23 de marzo de 2018, véase en: https://bit.ly/2OxImlm
[7] op. cit, p. 101.
[8] Ivonne Ojeda de la Torre: “Teorías de la conspiración sobre la UNAM, Morena, el Rector y los porros dan de comer a las redes”, México, Sin embargo, septiembre 14, 2018. https://bit.ly/2OmM8hb
[10] No debe pasarse por alto que apenas en el mes de julio de este mismo año, en Ginebra, Suiza, una delegación con representantes de los tres poderes de la unión, entidades federativas y organismos autónomos, rindieron el noveno Informe periódico ante el Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés). En el informe se presentó un panorama desolador para las mujeres de México. Se reportó que en los tres años pasados han sido asesinadas 8 mil 904 mujeres y niñas; la Comisión Nacional de los Derechos Humanos alertó que tan sólo en el primer mes de 2018 se registraron 272 homicidios de mujeres (nueve al día). Entre las mujeres mayores de 15 años, 43.2 por ciento (30.7 millones) sufrió algún incidente de violencia por parte de su pareja, y de ellas, 64.3 por ciento ha sido víctima de agresiones físicas o sexuales con consecuencias emocionales. Se documentó que de 37 mil 435 desaparecidos en el país en la pasada década, 9 mil 522 son mujeres.