Por: Graciela Cruz Hernández
Conozcamos de una institución y orden de élite mística dentro del ejército mexica: Los caballeros águila.
Esta Orden era el grado máximo al que podían aspirar los guerreros aztecas.
Los cuauhpilli, o “noble águila” también llamados guerreros águilas, eran admirados pues hacían voto y promesa de morir en defensa de su patria y de no huir jamás del combate y eran los únicos del ejército Azteca que no estaban restringidos por derechos de nobleza, pues incluso los macehuales (la clase más baja dentro de la sociedad Azteca), podían ser admitidos.
Los guerreros águila tenían grandes conocimientos teóricos y una resistencia física sin igual, a la par de los más emblemáticos guerreros de la Historia.
Tanto los caballeros jaguar como los caballeros águila eran educados desde los siete años en el arte de guerra.
Para aspirar a formar parte de esta nobleza guerrera se requería haber concluido en forma destacada los estudios en el Calmecac y haber participado en por lo menos tres guerras dando muestras de gran valor.
Además necesitaba la aprobación de las autoridades del calpulli (barrio) en el que habitaban, y ellas debían avalar la buena conducta del solicitante y atestiguar que era una persona con un claro interés por los problemas de su comunidad.
Al ingresar como aspirantes, los jóvenes abandonaban sus hogares y se trasladaban a residencias especiales en donde iniciaban un periodo de aprendizaje de cinco años, periodo durante el cual fortalecían su cuerpo y su espíritu a través de una rigurosa disciplina, y se ponían en contacto con el nivel más elevado de las antiguas enseñanzas.
Recibían conocimientos sobre teogonía, matemáticas, astronomía, botánica, lectura e interpretación de códices.
Lo difícil de los estudios y de las disciplinas a las que eran sometidos, hacía que el número de aspirantes se redujera considerablemente en el transcurso de los años que duraba la instrucción, después de la cual venía un período de pruebas, en las que los aspirantes tenían que dar muestras de su capacidad de mando dirigiendo tropas en combates y de su habilidad para aplicar en beneficio de su comunidad los conocimientos adquiridos.
Una vez concluido este período, los aspirantes que habían logrado superar todos los obstáculos, eran admitidos como miembros de la orden, y se les otorgaba, en una impresionante ceremonia, el grado de jaguar y con esto se convertía automáticamente en aspirante a cuauhpilli.
Mientras que el caballero jaguar era la representación del ser que es dueño de sí mismo y que se encuentra al servicio de sus semejantes, el caballero águila simbolizaba la conquista de la más elevada de las aspiraciones humanas: la superación del nivel ordinario de conciencia y la obtención de una alta espiritualidad.
La diferencia entre la orden del jaguar y la del caballero águila, era que la primera ayudaba a sus miembros lo más posible, alentándolos en su empeño y proporcionándoles los valiosos conocimientos de que era depositaria, mientras que en la de caballeros águila, la realización interior que se requería para lograrlo, era resultado de un esfuerzo puramente personal.
Por ello cada aspirante debía elegir su propio camino para lograr esta meta y debía recorrerlo hasta lograr una supremacía espiritual que llevara a la orden a reconocer en él, a un ser que había logrado realizar el contenido ideal en el más venerable de los símbolos náhuatl: el águila -expresión del espíritu-.
Los Guerreros Jaguar y Águila, fueron los hombres más temibles del antiguo mundo mesoamericano.
Por 200 años, estas fuerzas de élite azteca dominaron a sus vecinos para forjar un enorme imperio.
La disciplina, fortaleza, templanza, autocontrol, entrega al bien común y profundo desarrollo espiritual de los caballeros águila, deberían ser el modelo y ejemplo para nuestra juventud mexicana actual y por ser una gloria de nuestro pasado, los caballeros águila son un orgullo de nuestra identidad nacional mexicana.