Por: Luis Reed Torres
Notable narrador, de correcta prosa y estilo ligero pero no superficial, Enrique Serna, autor del celebrado texto El Seductor de la Patria, dio a la estampa hace poco tiempo su nueva obra, El Vendedor de Silencio (Alfaguara, 2019), donde el principal protagonista, el periodista Carlos Denegri, aparece en toda su dimensión con los marcados claroscuros que le caracterizaron toda su vida.
Si bien la figura de Denegri ocupa desde luego el mayor espacio de esta novela, el libro no se constriñe al mero individuo, sino que, de hecho, constituye la biografía de una época –no demasiado lejana– de la que muchas cosas han cambiado, aunque otras continúan vigentes.
Carlos Denegri fue, sin duda, el periodista más influyente y temido de la segunda mitad de la década de los cuarenta hasta casi al final de la de los sesenta del siglo pasado. Sagaz, intuitivo, inteligente y astuto –cualidades inherentes a todo reportero importante–, Denegri labró su prestigio a través de la publicación de notas importantes y exclusivas en el periódico Excélsior, medio que durante muchos años fue considerado entre los más importantes del mundo. Sin embargo, aunada a esta meritoria labor, Denegri, casi desde un principio, fincó su progreso personal a través de la venta de su pluma al mejor postor. Aún más: acorde con su propósito de acrecentar su poder y ensanchar sus finanzas, obtuvo enorme provecho por callar informaciones altamente perjudiciales para determinados políticos, desde simples presidentes municipales hasta directores de importantes dependencias gubernamentales y encumbrados y todopoderosos gobernadores de diferentes entidades de la República.
De ahí el título del libro…
A lo largo de sus páginas asistimos al encumbramiento –sexenios de Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y parte del de Gustavo Díaz Ordaz– y a la caída –a raíz de la designación de Julio Scherer como director de Excélsior– de un tipo cuyas características recuerdan al doctor Jekyll y a Mr. Hyde, el famoso personaje dual de la inmortal novela de Robert Louis Stevenson: competente, desprendido y caballeroso, pero asimismo irresponsable, cicatero y brutalmente misógino y pendenciero.
Era sabido por tirios y troyanos que cuando Denegri se hallaba alcoholizado los escándalos que provocaba eran fenomenales. No pocas ocasiones echó mano a la cintura para sacar la pistola y dirimir a balazos cualquier diferencia registrada en equis o zeta establecimiento, fuese o no de postín. Y desde luego muchas mujeres, entre esposas, amantes y amigas de ocasión, fueron víctimas de su furia e irascibilidad incontenibles. En otras palabras, las copas lo convertían en un rijoso temible.
Ignoro si el texto de Serna haya quedado corto o peque de exageración en algunas de las situaciones que narra. O bien si su escrito se apega con justeza a los acontecimientos; en todo caso creo, sin embargo, que el autor sí captó la peculiar psicología de Denegri, sobre todo los demonios internos que le atormentaban implacablemente y que, a la postre, derivaron y culminaron en su trágico fin la última noche del año 1970.
En el curso de años anteriores, yo tuve la oportunidad de conocer y tratar íntimamente a varios colegas periodistas, ya desaparecidos, que a su vez, conocieron y trataron a Carlos Denegri. Sin embargo y por extraño que parezca, la figura del controvertido columnista nunca fue tema de conversación con ellos. Desde luego me hubiera resultado interesante escuchar de viva voz sus propias y respectivas experiencias sobre el particular. Me refiero a Víctor Velarde, Luis de Cervantes, Enrique Loubet y Fernando M. Garza, entre otros.
En conclusión, para quien desee asomarse, aunque sea en visión panorámica, a los usos y costumbres de la tormentosa relación gobierno-medios de comunicación de mediados del siglo XX en nuestro país, resulta de lectura obligada El Vendedor de Silencio.