Por: Mnemea de Olimpia
Primero de julio a las once y media de la noche, aproximadamente. La noticia: el candidato de Morena será el próximo presidente de México. Toco mi vientre y pienso: “hija mía, tú que aún no vienes a este mundo, debes saber que el día que arribes a mi vida, nacerás en un país donde la libertad se habrá erosionado terriblemente. Llegarás a una sociedad de escasez y represión, donde las almas libres serán perseguidas, y las ciegas y sumisas, premiadas. Habrás de ver la luz en una tierra envuelta en la obscuridad megalomaniaca de un hombre que habla de un futuro pacífico cuando todo su pasado se ha forjado en el conflicto, la corrupción y la intolerancia. Serás una niña que crezca escuchando que la enorme pobreza y la pandemia del hambre habrán de ser la culpa de ‘los opositores de la cuarta transformación mexicana’, y te convertirás en una joven sin haber sido jamás testigo de otra elección, pues el poder será heredado autoritariamente, y nunca más dado por la mano del pueblo. Y si algún día, amada hija, de adulto osases contradecir los designios de la Revolución, saborearás el ‘amor’ y la ‘tolerancia’ del Marxismo Internacional y sus profetas, y éstos, en su profunda ‘benevolencia’, deliberarán si perteneces a la ‘mafia del poder’ o simplemente a la ‘ignorancia’ de los antirrevolucionarios. Sea como fuere, tu vida, dejará de estar en tus manos, y en su lugar ésta se posará en la lengua de tus jueces. Y un día, cuando seas una mujer despierta y formada, me preguntarás con indignación cómo se pudo llegar a donde estaremos, y yo te contestaré que fue el pueblo de México el que embriagado de revanchismo e ignorancia, prefirió beber el néctar envenenado de la izquierda radical, a gozar de las mieles emanadas de la fuerza, de la disciplina y del heroísmo del individuo libre. Será entonces cuando comprendas la misión de tu vida, que no será más la de elegir una profesión, servir a tu nación, besar a tus propios hijos, y ultimadamente, ser feliz, sino la de luchar, combatir, y probablemente morir en nombre de la libertad. Tu generación, hija mía, será aquella que deba pagar con creces los errores de la mía, pues nosotros, los jóvenes de nuestra época, jamás seremos tan sabios y conscientes como tú lo serás, no por gusto, sino por necesidad, y es debido a ello que hoy, nosotros, sin saberlo, sin quererlo, y sin ser lo suficientemente iluminados para preverlo, hemos hundido a nuestro país.
Hija mía, perdóname por no haber hecho más para evitar la vida de carencias que te espera, pero nunca me olvides, pues yo siempre te amaré, y a pesar de que aún no bendices mi vida con tu llegada, hoy millones en su ignorancia…te han condenado a morir.”