Por: Justo Mirón
Mis muy queridos chiquitines, perdónenme si les digo que hoy ando de un pésimo humor y echando rayos, centellas y mentadas no precisamente de menta; pero díganme ustedes si tengo o no razón.
Resulta que a estas alturas del partido, cuando se suponía que la famosa curva de la pandemia estaría más plana que una hoja de papel bond o más chata que la nariz de un boxeador después de varios años de fajarse en el cuadrilátero, no sólo se halla en un punto notoriamente elevado, sino que va camino a la cúspide dígase lo que se diga en contrario y a pesar de las cifras alegres del inefable Hugo López-Gatell (¿de verdad será médico?) y sus cambiantes, equivocados e irresponsables datos y apreciaciones un día sí y otro también; y a pesar igualmente de las afirmaciones de El Megalómano de Palacio de que «lo peor ya pasó y el mal va retrocediendo», y de que «hemos actuado con mucho profesionalismo y compromiso». Creo que no tengo que batallar mucho para convencerlos, mis amigochos, de que todo eso es más falso que la honradez de un político mexicano.
Pero lo que me pone hecho un basilisco (criatura de la mitología griega mitad dragón alado y mitad serpiente que mataba con la mirada. Pa’ que vean que sí sé algo y no me vayan a acusar de tener la cultura de El Megalómano) es que frisamos ya los 45 mil muertos en el país –por lo menos según cifras oficiales porque se cree que pueden ser tres veces más– ¡¡ y al gobierno federal –según anuncio oficial de la Secretaría de Hacienda– se le ocurre recortar en plena pandemia dos mil millones de pesos al sector salud dizque por planes de austeridad!! Desde luego ni el tal López-Gatell ni su jefe nominal Jorge Alcocer, supuesto titular de la Secretaría del ramo, abrieron la trompa para protestar por semejante atentado que sin duda costará a los mexicanos más vidas aún.
¡Háganme el refabrón cavor, mis amiguetos!
Mientras todos los demás países han batallado y siguen batallando por paliar primero y luego vencer el insidioso mal del coronavirus y procuran adoptar medidas atingentes e inteligentes que protejan a su población, en México se actúa exactamente al revés: se minimiza el gravísimo problema, se cortan necesarísimos fondos para enfrentarlo, el encargado de combatirlo prefiere ajustar sus informes a la agenda política de El Megalómano de Palacio, y éste, con toda la cachaza que le caracteriza, asegura que ya vamos de gane y ni siquiera tiene la educación, prevención y hasta delicadeza de usar el recomendado cubrebocas en actos públicos, sean o no masivos. ¡Habráse visto, mis amigochos!
Ahora díganme si tengo o no razón de estar sumamente enca…mionado.
Pero lo peor de todo este escabroso asunto –e incluso más allá de los casi 45 mil muertos que ya contamos– es que, por andar en asuntos de politiquería, como viene siendo la prisión de Emilio Lozoya y sus potenciales declaraciones que pueden hundir a varios personajes del pasado reciente y permitir así a El Megalómano la esperanza de recuperar la perdida popularidad con vistas a las elecciones intermedias del año próximo, la pandemia pasa literalmente a segundo o tercer término y, por ende, no hay para cuándo acabe por la prioridad que se brinda principalmente a las cuestiones políticas. En otras palabras, la salud de los ciudadanos mexicanos vale menos, bastante menos, que lo que El Megalómano de Palacio se juega en 2021. Y así, al no recibir la amenaza pandémica la atención debida que permita luchar contra ella por lo menos con éxitos parciales que luego se vayan consolidando según las medidas sanitarias pertinentes, el coronavirus se halla verdaderamente lejos de ser o estar vencido o dominado y continuará como un terrible peligro para todos los ciudadanos. De verdad hago votos de todo corazón por estar equivocado.
Bueno, chiquillitos, los dejo para seguir rumiando mi pinki coraje…