Por: Gustavo Novaro García
El lunes 28 de octubre el presidente chileno Sebastián Piñera anunciaba cambios en las principales carteras de su gabinete. Era la respuesta a un intento de desestabilización de su gobierno a lo largo del mes, que había culminado con una enorme manifestación pacífica en la que sólo en Santiago el viernes 25 había congregado a más de un millón de personas exigiendo cambios.
Esa manifestación respondía a su vez a una orgía de saqueos y destrucción, que había obligado a las autoridades a decretar un estado de emergencia y toque de queda para contener una movilización que buscaba crear la anarquía y la convulsión para conducir al país andino hacia la vía marxista-castrista-chavista, y que había sido derrotada por las armas en 1973.
El pretexto fue el aumento a las tarifas del metro. Ya desde febrero de este año, de acuerdo con la publicación electrónica El Desconcierto a través de Facebook se hizo un llamado a “Evasión Masiva Por Alza Del Pasaje” para no pagar el transporte público; antes de eso la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios (CONES) realizó una concentración a las afueras del ministerio de Transportes y Telecomunicaciones y eso provocó las primeras “evasiones masivas”. Tras algunas evasiones, el asunto no pasó a mayores, cabe aclarar que los estudiantes cuentan con pasajes subsidiados.
Tras esos hechos que se contuvieron, en octubre el asunto tomó otro cariz.
El viernes 4 de octubre el ministerio de Transportes anunció un nuevo aumento al costo del boleto del metro, especialmente en horas pico. A diferencia del metro de la Ciudad de México en Santiago hay cobro diferenciado por horario, como sucede por ejemplo en Londres, también explicó y justificó la medida al usar de ejemplo el tipo de cambio y mayores costos. El domingo siguiente, exactamente a las 00:00, la modificación se ejecutó. Recordemos que Chile debe importar petróleo, por lo que la energía es cara allí.
La primera semana hubo de nuevo evasiones aisladas, encabezadas por estudiantes, pero a partir del lunes 14, los hechos comenzaron a adquirir una mayor gravedad.
En estaciones del centro de Santiago estudiantes al son de “Evadir, no pagar / otra forma de luchar”, empezaron a entrar masivamente a los andenes sin pasar su boleto o abono por el torniquete, aún arriesgándose a una multa cuantiosa. Ante esto, la administración del metro comenzó a cerrar estaciones para impedir los desórdenes.
Para el miércoles 16 las evasiones ya eran mayúsculas e inclusive se derribaron las rejas de acceso al servicio y no sólo en el centro, en algunos casos se decidió que los trenes no se detuvieran en las estaciones que eran sujeto de evasiones. Empazaron las manifestaciones afuera de las estaciones y los carabineros dispersaban a los grupos protestantes. Más estaciones comenzaron a cerrar sus puertas y empezaron a haber detenidos. El jueves 17 se incrementaron los conflictos.
Para el viernes 18 por la noche la situación escaló a la violencia descontrolada; grupúsculos de encapuchados quemaron 19 estaciones del metro y 16 autobuses, también incendiaron el emblemático edificio corporativo de Enel, ubicado en el centro de Santiago. Brotaron barricadas y surgieron saqueos a comercios entre ellos supermercados, farmacias y cadenas de comida rápida. La red del metro anunciaba que suspendía su servicio ese fin de semana.
Ante eso, la misma noche del viernes el presidente Sebastián Piñera tomó la determinación de proclamar el estado de emergencia,restringir las garantías constitucionales y movilizar al ejército. Cabe señalar que entonces se empezó a culpar de la situación a la política económica que diferentes gobiernos han aplicado en ese país desde los tiempos de Augusto Pinochet; grupos organizados para la violencia, atizados por el partido comunista empezaron a señalar que se debería regresar a la era de la Unidad Popular de Salvador Allende.
Ante las protestas que ya se habían extendido a varias partes del país, el sábado 19 el presidente Piñera decidió suspender el alza de los pasajes en el Metro de Santiago. “He escuchado con humildad y mucha atención la voz de mis compatriotas y no tendré miedo a seguir escuchando esa voz porque así se construyen las democracias”, dijo Piñera. Además, el presidente convocó el domingo 20 a una reunión con los otros poderes del Estado “para conocer sus opiniones y propuestas para enfrentar esta difícil situación”.
La violencia, los saqueos, el caos, 13 muertos, el ejército patrullando las calles, cacerolazos, toque de queda de las siete de la noche a las seis de la mañana del siguiente día, centenares de detenidos en ese fin de semana indicaron que el asunto se estaba saliendo de control; ante esto el presidente Piñera declaró el domingo 21 “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite”. Chile que al principio del mes antes era un país modelo para toda América se encontraba al borde del colapso.
Las medidas de Piñera que fue reelecto en 2017, tras un primer período entre marzo de 2010 y marzo de 2014, había asumido nuevamente al cargo en marzo del año pasado; las ya mencionadas baja en las tarifas del metro, el relevo de piezas centrales en su gabinete incluyendo las más importantes, Interior y Hacienda, y otras como el aumento al salario mínimo y a las pensiones e impuestos mayores a corporaciones y personas acaudaladas, no han podido contener la agitación y muchos sectores piensan es atizada por el Foro de Sao Paulo para darle un escarmiento al neoliberalismo en la nación y al lugar de Sudamerica en donde el marxismo fue combatido con mayor éxito.
Desde el derrocamiento de Allende Chile ha disminuido la pobreza, ha aumentado la clase media y ha basado su economía en las exportaciones; con una sociedad trabajadora, ordenada y respetuosa de la ley, la nación andina se preparaba para recibir entre noviembre y diciembre tres eventos que iban a tener una importancia simbólica para mostrar que, a diferencia de otros países sudamericanos, allí había un avance real en las condiciones de vida.
Esos tres grandes eventos eran el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), la final de la Copa Libertadores, por vez primera en décadas en una sola sede, en noviembre, y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), en diciembre.
El lunes 28 y martes 29 continuaron los saqueos e incendios, inclusive en el centro de Santiago; el miércoles 30 hubo un paro nacional de profesores. Ese día el gobierno anunció que el gobierno suspendía la realización de las cumbres, la COP25 se efectuaría en Madrid. El martes 4 de noviembre la Conmebol anunció que el juego final del torneo de fútbol más importante del continente se movía a Lima, en tanto el destino de la APEC seguía incierto y sin una fecha o lugar determinado para realizarse. El torneo local de futbol se encuentra suspendido desde el fin de semana del 20 de octubre.
Los saqueos siguieron aunque esporádicos, los camioneros arremetían contra las casetas de cobro de los TAG, la violencia impidió que en Valparaíso sesionara la cámara de diputados; en la emblemática Plaza Italia dos carabineras sufrieron severas quemaduras por un ataque con bombas Molotov; ese clima de inseguridad había afectado al transporte, a las ventas y al comercio; además de las pérdidas de vidas los daños eran multimillonarios. Los encapuchados violentos habían logrado su cometido y, en su apoyo, vándalos pintarrajearon el metro y la embajada chilena en la Ciudad de México.
Esta primavera austral ha colocado a Chile en una situación muy delicada, el índice de aprobación de Piñera es de 14%, casi al límite de la ingobernabilidad; sus vecinos bolivianos enfrentaban una nueva reelección fraudulenta de Evo Morales, que a la postre significó su caída del poder, y en Argentina retornó el kirchnerismo con Aníbal Fernández, por lo que el castrismo-madurismo seguirá vivo en sus fronteras y los golpes a su economía e imagen internacional han logrado el propósito del marxismo de desviar los problemas venezolanos a un país con mucho mejores condiciones sociales y económicas.
La lucha del pueblo chileno es la nuestra, hay que enfrentar a los encapuchados destructores y a quienes los financian e incentivan con firmeza, aplicándoles la ley con severidad, están en juego las libertades de pensamiento, de actividad económica y política que con tanto esfuerzo han logrado alcanzarse y que siguen en constante amenaza por quienes intentan imponer por la fuerza una dictadura ideológica.
Esperemos que Chile recupere el camino con el que tantos logros ha conseguido y que el marxismo en su versión latinoamericana vuelva a ser derrotado allí.