Por: Gerardo Ortíz Martínez
Existen hechos de la historia que acontecen sin que sus protagonistas imaginen la trascendencia que tendrán en el futuro. Uno de ellos fue sin lugar a dudas el desembarco de Hernán Cortés en San Juan de Ulúa, el viernes santo del 22 de abril de 1519, hace ya 501 años, y que marcó el comienzo del avance por tierra que llevaría a las tropas de Cortés, junto con miles de indígenas aliados, a consumar la conquista de México, dando con ello al inicio de lo que centurias más tarde se constituiría como la nación mexicana.
Después del desembarco, los hombres de Cortés levantaron chozas para guarecerse del inclemente sol, mientras que los carpinteros se dedicaron a construir un altar para celebrar la Semana Santa y la Pascua de Resurrección.
Posteriormente, a este lugar se le pondría por nombre “Villa Rica de la Vera Cruz”, por haber desembarcado los españoles en este lugar el Viernes Santo, día de la Verdadera Cruz, lugar donde Cortés fundó el primer municipio en México, origen de todas nuestras instituciones políticas.
Cabe señalar, que con la fundación de la “Villa Rica de la Vera Cruz” el poder político quedaría sujeto al orden jurídico. Todos los actos de conquista que posteriormente ejecutó Cortés quedarían, de esta manera, legalmente respaldados, reconociendo como el único titular de la soberanía hispánica al Rey y Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Cortés de esta manera, nos mostró, de forma ejemplar, que todo acto de poder debe estar fundamentado en la ley, algo que olvidan muy frecuentemente nuestros políticos mexicanos.
Sobre esto, José Vasconcelos nos dice lo siguiente en su obra “Hernán Cortés creador de la nacionalidad”: “La fundación se hizo en la forma muy civilizada, muy latina y española de la elección, por voto de los que habían de avecindarse, de un Ayuntamiento. Así se procedía en la libre Castilla. Cortés, todavía por entonces más leguleyo que soldado, debe haber insistido en que todo se hiciese legalmente. Además, como se sabía rebelde, sin duda por reacción buscaba el amparo de sus actos en las formas rigurosas de la ley”.
Con ello iniciaba el desmantelamiento del orden mexica para dar lugar al inicio del orden del Imperio Español y la Monarquía Española.
Es importante señalar que la destrucción del orden social mexica permitió configurar lo que más tarde sería la Nueva España y posteriormente el México mestizo que conocemos actualmente, heredero de la grandeza cultural indígena y española, y que es la base de nuestra real y auténtica nacionalidad. En este hecho, la figura de Hernán Cortés jugó un papel fundamental.
Los acontecimientos que explican la conquista de México no dejan lugar a dudas que sin la ayuda de los propios indígenas, Cortés jamás hubiera logrado someter un imperio que, según algunas estimaciones, contaba en esa época con una población de 20 millones de habitantes.
A Hernán Cortés se le reconoce, independientemente de las fobias que despierta todavía entre los mexicanos, como un observador implacable, un elocuente orador, un valiente y temeroso soldado, un líder visionario, un estratega militar, un cruzado de la fe católica, un altruista, que dejó como herencia el Hospital de Jesús, institución que sigue funcionando hasta la actualidad para atender las necesidades médicas de los mexicanos, pero sobre todo, a Cortés se le reconoce como un hábil negociador político que hizo posible las alianzas entre los españoles y los grupos de indígenas resentidos en contra de la opresión mexica y que se unieron a las tropas de Cortés para librarse de su yugo.
Cortés se dio cuenta que las sociedades mesoamericanas sufrían de fuertes divisiones y conflictos internos originados por la expansión y sometimiento de unos grupos en contra de otros y que explica que a los españoles no se les viera como enemigos sino como aliados en su afán de acabar con el imperio de Moctezuma, su principal enemigo y opresor.
De esta manera, Cortés entendió que el llamado Imperio azteca o mexica no era una unidad perfectamente cohesionada.
Al respecto, Juan Miralles en su libro “Hernán Cortés Inventor de México” nos dice que Cortés poco a poco “… fue interiorizándose en las diferentes historias sobre las rivalidades de los diversos pueblos; así; cuando llegaron emisarios de Huejotzingo, ciudad que mantenía una disputa con Tlaxcala por cuestión de tierras, fungió como árbitro reconciliando a ambos pueblos. Su fama comenzó a esparcirse por todos los ámbitos… “.
Como puede apreciarse, Cortés utilizó la negociación política como forma de conciliar intereses y entablar alianzas, principalmente con los totonacas y los tlaxcaltecas, lo cual le permitió conformar un ejército de miles de aliados indígenas que lo acompañaron hasta la conquista de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521.
La proeza de haber conquistado un poderoso imperio con un ejército de menos de 600 hombres sólo pudo lograrse gracias al genio político y militar de Cortés, quien supo ganarse las voluntades y aprovechar la profunda división existente en el mundo indígena.
La conquista, permitió crear una nueva nación, los males pasajeros que trajo consigo, como toda conquista militar, deben dejarse atrás y valorar los bienes que ha producido, siendo el más importante el mestizaje y el nacimiento de México.
Cortés es un símbolo fundacional, porque no sólo destruyó el imperio Azteca, sino que además consolidó y agrando el Imperio Español, que posteriormente daría lugar al nacimiento de México.
Por ello, el conquistador extremeño, con o sin monumentos, con o sin reconocimiento, fue, es y seguirá siendo un personaje histórico fundamental en la historia universal, en nuestra historia y en la historia de España.
Ha llegado la hora de dejar atrás complejos históricos y traumas con nuestros orígenes, quizá sea pertinente recordar las palabras inscritas en una placa ubicada en la plaza de las tres culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México, lugar donde se efectuó el último enfrentamiento entre las tropas de Hernán Cortes y Cuauhtémoc, la cual nos dice:
“El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayo Tlatelolco en poder de Hernán Cortés.
No fue triunfo ni derrota fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy”.