Por: Gerardo Ortiz Martínez
En la Conferencia de Yalta, celebrada del 4 al 11 de febrero de 1945 entre Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt y Jósif Stalin como representantes de las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, se acordó, entre otros asuntos, la constitución de una organización internacional destinada a resolver pacíficamente los problemas internacionales.
Cinco meses después, del 25 de abril al 26 de junio del mismo año, se reúnen en San Francisco, California, 51 países con el fin de dar vida a una nueva institución que sería la encargada de la paz mundial. De esta forma, el 26 de junio de 1945 se firma en esta ciudad la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Sin embargo, es importante señalar que oficialmente la Organización de las Naciones Unidas empieza a existir oficialmente hasta el 24 de octubre de 1945.
En dicha Carta se encuentran estipulados los fines y propósitos por los que debe regirse esta organización, de los cuales caben destacar los siguientes:
1. Mantener la paz y la seguridad internacionales.
2. Fomentar entre las naciones relaciones de amistad.
3. Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos.
4. Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones.
Se cumplen en este mes 75 años de la firma de la Carta de las Naciones Unidas y ante un mundo totalmente diferente en lo político, económico y social del surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, es pertinente reflexionar sobre el papel que desempeña la ONU en el devenir de los acontecimientos mundiales del mundo en que vivimos.
Es un hecho que el fin original que dio lugar a su fundación; es decir, el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales ha fracasado, ya que, desde su fundación, el mundo ha sido azotado, por guerras, revoluciones, invasiones, golpes de estado y agresiones en muchas partes de la Tierra y muchas de las naciones que habían resuelto “mantener la paz y seguridad internacionales” participaron en esta violencia.
Al respecto, es interesante mencionar que desde 1945, ha habido más de cien conflictos importantes y han muerto 20 millones de personas en la guerra.
Por otra parte, respecto al papel que ha jugado la ONU en la solución de los problemas internacionales, es pertinente analizarlo desde los ámbitos en los que tiene una decisiva influencia en la vida de millones de personas, destacando, entre otros, el económico y financiero, militar, de salud y educación.
La influencia económica de la ONU la ejerce a través de su principal organismo financiero: el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pensado originalmente como un medio para fomentar el crecimiento económico sostenible, mejorar los niveles de vida y reducir la pobreza de los países que recurren a sus préstamos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha tenido efectos totalmente contrarios: estancamiento del crecimiento económico, pauperización de los niveles de vida y acrecentamiento de la pobreza.
El FMI se ha encargado de otorgar préstamos para endeudar a países en desarrollo y obligarlos a aplicar medidas recesivas, tales como recortes de gasto social, eliminación de subsidios, aumento de tarifas en servicios, entre otras medidas, con el fin primordial de que estas naciones puedan cumplir con el pago de su deuda externa, contraída principalmente con banqueros privados internacionales.
De esta manera, la ONU, a través del FMI, ha incrementado la pobreza y la desigualdad mundial al convertirse en el instrumento de protección de los intereses de las élites financieras mundiales. Los problemas que esto ha originado: hambre, desempleo, falta de vivienda, de servicios como agua potable, luz y alcantarillado, entre muchos otros, son problemas que aquejan a millones de personas en todo el mundo y que no le importan a la ONU, quien parece más preocupado por endeudar y someter a países enteros a los dictados usureros del FMI y de la Banca Internacional.
Respecto al ámbito de carácter militar y de seguridad, la ONU busca ocupar el papel de policía mundial a través de los cascos azules. Para lograr este objetivo, pretende crear un solo cuerpo armado, una fuerza de reacción y ocupación rápida que esté subordinada a los líderes del Consejo de Seguridad de la ONU.
La ONU pretende limitar las actividades de los ejércitos nacionales, por ser tradicionalmente la base constitucional y práctica de sostén de los gobiernos, por ende, busca desprestigiarlos a través del acoso ejercido por organismos de Derechos Humanos tales como «Amnistía Internacional», «Americas Watch», “Agencia Internacional de Desarrollo”, “Diálogo Interamericano”, “Organismos no Gubernamentales”, etc., todos ellos ligados directa o indirectamente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con el fin de acabar con las soberanías nacionales y dejar a los países incapacitados para defenderse del dominio financiero, cultural y social que ejercen los grandes grupos de poder financiero mundial, protegidos por la ONU.
En relación al tema de la salud, el papel que ha desempeñado la ONU a través de la Organización Mundial de la Salud (OMS), denota la corrupción, los intereses económicos y el manejo político que sufre este organismo, que se ha convertido en el baluarte de terroristas de extrema izquierda, siendo un ejemplo palpable su director general Tedros Adhanom, de origen etíope, quien es miembro en su país del partido político denominado “Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF), milicia revolucionaria que arribó al poder en 1991 a través de la lucha armada y que es considerada como una organización terrorista.
El vínculo de Tedros con organizaciones políticas extremistas lleva varias décadas, siendo ejemplo de ello la designación del dictador Robert Mugabe como embajador de buena voluntad de la OMS que hizo cuando asumió su cargo, quien es acusado de la muerte de al menos 10 mil personas como fruto de la represión. Sin embargo, la OMS lo condecoró por su rol en la salud.
Es importante mencionar que Tedros tiene importantes vínculos económicos con China, en virtud de las fuertes cantidades de dinero que recibe de este país, quien recientemente prometió la entrega de 20 millones de dólares para ayudar a la OMS en el combate al COVID-19, además de ser conocido su país como la pequeña China, debido a que se ha convertido en el puente mediante el cual el régimen comunista chino ejerce su influencia en el continente africano, a cambio de recibir recursos económicos.
Esto explica la complicidad de la OMS con China en la tardía declaración del coronavirus como pandemia, debido al ocultamiento de cifras de contagio y muertos que presentaba el país asiático, quien negaba, en enero del 2020, que no existía evidencia clara de la transmisión del COVID-19 de humano a humano, siendo hasta marzo del 2020 cuando la OMS reconoció este virus como pandemia, a pesar de que cumplía con los criterios de transmisión entre personas, altas tasas de mortalidad y propagación mundial.
Con ello, Tedros politizó la crisis ayudando a China a eludir su responsabilidad en el mal manejo y pérdida de control inicial del brote.
Dadas las irregularidades que presenta la OMS y su director, es evidente que ésta organización no sirve para proteger la salud de millones de personas, pues aunado a todo lo anterior, se le acusa a Tedros de haber actuado lentamente en el año 2015 en contra de la pandemia del ébola, que mató a 10 mil personas en África.
Sobre el tema de la educación, la ONU, a través de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), aplica un programa educativo mundial que pretende adoctrinar cultural y socialmente a la humanidad a través de nuevos conceptos relativos principalmente a la sexualidad, la familia, la religión y la educación, propiciando un globalismo sin patria ni fronteras, a fin de «reeducar» y “condicionar” al mundo para que acepte un gobierno mundial que le permita a las élites financieras dominar a su gusto a una población disminuida en su número, atea, carente de valores trascendentes, dividida mediante la ideología de género y enajenada y manipulada por los medios masivos de comunicación.
Al respecto, es interesantes recordar las palabras de uno de los personajes que han sido asesores de la UNESCO, Bertrand Russell (filósofo y matemático británico y Premio Nobel de Literatura en 1950), quien dijo: «Cualquier gobierno que haya tenido el control sobre la educación durante una generación, será capaz de controlar a sus sujetos con seguridad, sin necesidad de ejércitos o policías”.
Para llevar a cabo este propósito, la ONU pretende, a través de la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), controlar a la población desde la niñez, dejando a un lado el derecho de los padres para educar a sus hijos. De esta manera, en 1989 es proclamada y adoptada “La Convención sobre los Derechos del Niño” de la ONU, donde se establecen los “derechos” de los niños, poniendo a la ONU en la posición de “garantizar” el «cuidado especial» del niño, y de determinar la «asistencia» necesaria, otorgando a los niños el derecho de expresar sus opiniones en todos los asuntos; el derecho de buscar, adquirir, e impartir información e ideas de cualquier clase; el derecho a la libertad del pensamiento, de la conciencia y de la religión; el derecho a la libertad de asociarse pacíficamente; y el derecho a la privacidad en la familia, el hogar, y la correspondencia, quitando a los padres la responsabilidad de prohibir u otorgar tales retribuciones al menor cuando estos lo consideren lo suficientemente maduro para poder ejercerlos.
De esta forma, la Convención da a la ONU la autoridad de otorgar estos derechos a los niños y la autoridad de garantizar y reforzarlos, incluso cuando los padres no estén de acuerdo. Por ejemplo, si un niño pretende inscribirse en una secta suicida, los padres no se lo podrán prohibir, porque este acto está protegido bajo el derecho «a la libertad de la religión», y el derecho «a la libertad de asociarse pacíficamente».
Desafortunadamente, el rol que juega la ONU en el mundo actual no busca solucionar los problemas de la población mundial, sino controlarlos para sus propios fines a través del endeudamiento y la pobreza, el control de las soberanías, la inacción en campos como la salud, sector profundamente corrompido y politizado con dirigentes extremistas, y mediante la robotización y degradación del ser humano mediante una reestructuración educativa que tiene como fin controlar al hombre desde su niñez, enfrentando al niño en contra de sus padres y dejándolo al arbitrio de sus impulsos e instintos más bajos.
El proyecto globalista, dirigido por las élites financieras mundiales, busca, con apoyo de la ONU, la destrucción de los Estados y de las soberanías nacionales del mundo para traspasarlas a instituciones financieras supranacionales.
La globalización económica ha tenido efectos catastróficos para la mayoría de las naciones del mundo y sólo ha beneficiado a una élite económica y financiera, dejando en la pobreza a millones de personas.
La lucha del mundo actual se desarrolla entre una plutocracia, que pretende instaurar el advenimiento de un gobierno mundial de elites globalistas, contra el nacionalismo de los países que luchan por su legítimo derecho a decidir su rumbo económico, la defensa de su soberanía y el futuro de sus hijos.
La batalla está a punto de decidirse.