Por: Gerardo Ortiz Martínez
El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.
Frase que se encuentra en la placa situada en la plaza de las tres culturas, en Tlatelolco, lugar donde se dio el último enfrentamiento entre las tropas de Hernán Cortes y Cuauhtémoc.
Hace ya 499 años que cayó derrotada la Gran Tenochtitlan en manos del conquistador extremeño Hernán Cortés, dando inicio al nacimiento del México actual, el México mestizo que nos negamos a reconocer, producto de la fusión entre indígenas y españoles.
No obstante que nuestro mestizaje es una realidad que día a día se nos presenta en nuestra sangre, idioma, gastronomía, costumbres, tradiciones, y religión, se sigue difundiendo un falso nacionalismo que exalta sólo la parte indígena de nuestra nacionalidad y se denosta y niega la parte hispana de nuestra herencia étnica, cultural y religiosa.
Ese falso nacionalismo que exalta la parte indígena y niega la española es fomentado por intereses extranjeros de origen liberal-masónicos, principalmente estadounidenses, con el apoyo y complicidad de la clase política antimexicana, traidora de la verdadera esencia mestiza de la nación mexicana.
La división y enfrentamiento con nuestras raíces españolas empieza desde los inicios de nuestro país a la vida independiente.
Pocos años después de consumada nuestra independencia, las logias masónicas ya fomentaban la división y negación de nuestra raíz española. Al respecto, Salvador Borrego, en su libro “América Peligra” señala que “El 24 de julio de 1826, durante la instalación de la logia “India Azteca”, Juan Rodríguez Puebla dijo lleno de odio antiespañol: Ojalá todos los buenos se conjuren contra la Patria de Cortés, de Alvarado y de Fernando; desaparezca del globo esa tierra tan fecunda de monstruos”.
De esta manera, la ausencia de nuestra unidad nacional se explica a partir de esta política de desvaloración racial y de enfrentamiento con nuestras raíces hispanas, fomentada por intereses antimexicanos. Este ha sido el factor fundamental que nos permite entender la desgracia siempre presente en nuestra vida nacional.
Por ende, la falta de unidad colectiva de nuestra población, provocada por la desvaloración y enfrentamiento racial a la que ha sido sometida desde el siglo XIX, nos ha costado la separación de Centroamérica; la pérdida de más de la mitad del territorio nacional; la división religiosa (impulsada a partir de las Leyes de Reforma); la pérdida de nuestra soberanía alimentaria y la pobreza y abandono del campo, producto de la firma de tratados comerciales que sólo benefician a los Estados Unidos; el remate de nuestros recursos naturales a los extranjeros y, sobre todo, el derrotismo, la indiferencia, y el conformismo social para enfrentar los graves problemas por los que atraviesa nuestro país.
Por ello, los intereses de grupos de poder antimexicanos buscan mantenernos divididos con nuestro origen mestizo, mezcla de lo indígena y lo español, a fin de seguir debilitándonos como pueblo y poder seguir saqueando y robando nuestros recursos naturales, enriqueciéndose a costa del erario público, vendiendo nuestro país a los intereses económicos de los Estados Unidos y sumiéndonos en la indiferencia y el pesimismo por el destino del país.
Ninguna nación que se encuentra actualmente a la vanguardia mundial presenta este fenómeno de degradación y rechazo hacia sus orígenes. Al contrario, existe entre ellas un fuerte sentimiento de orgullo nacional basado en el aprecio de sus raíces étnicas, de sus costumbres, de sus tradiciones, de su historia y de su religión.
El orgullo de origen es fundamental para construir un país fuerte y unido. Para ello, es importante cambiar la mentalidad y actitud que tenemos hacia los demás y hacia nosotros mismos, aceptando y valorando nuestro mestizaje y rechazando una falsa identidad nacional basada en un fundamentalismo indigenista manipulado por intereses extranjeros antimexicanos, coludidos con la complicidad de la clase política antimexicana.
Asimismo, debemos interesarnos por conocer las fortalezas de nuestras raíces indígenas y españolas, lo cual nos permitirá sentirnos orgullosos de dos culturas que en su momento fueron lo mejor de su época.
Sobre nuestra herencia indígena (mexica), se han hecho muchas investigaciones y estudios, resaltando su gran conocimiento de las matemáticas (cuyo ejemplo más palpable es el calendario azteca, que en su tiempo fue más exacto que el calendario gregoriano usado en Europa), la ingeniería y arquitectura, lo cual les permitió sortear las dificultades que tuvieron que resolver para vivir en un lago y construir una gran ciudad, perfectamente trazada y planificada, la cual contaba con un acueducto doble que surtía a la ciudad de agua dulce desde Chapultepec. También se destaca el novedoso uso y aprovechamiento que hicieron del agua para cultivar diversas hortalizas a través de las chinampas (canoas o cajas rellenas de tierra que absorbían la humedad proporcionada por el agua), lo cual les permitió tener alimentos suficientes para satisfacer las necesidades alimenticias de todos los habitantes de la Gran Tenochtitlan, y por último destaca el extenso conocimiento que tenían en materia de herbolaria, que les permitió conocer las propiedades curativas de miles de hierbas y plantas que quedaron plasmadas en el Códice de la Cruz-Badiano, con lo cual contribuyeron a edificar la farmacopea moderna.
Sin embargo, respecto a la historia de nuestra herencia española, que es la más calumniada, atacada y manipulada, los mexicanos sabemos poco y lo poco que sabemos es muchas veces tendencioso y falso.
Por ello, es importante señalar que es una mentira histórica afirmar que España no produjo nada importante en el ámbito de la ciencia, la técnica y el pensamiento durante su época de dominio mundial, que todo era atraso y oscurantismo.
Es importante recordar que una nación que domina el mundo tiene que estar a la vanguardia de la técnica militar y naval, de la ciencia, de la filosofía, la literatura y el arte.
En relación a lo anterior, me permito citar lo que en mi libro denominado “Unidad Colectiva Nacional. Único Remedio para Salvar a México” menciono al respecto:
“Es fundamental señalar que existe una regla de oro para que un país domine el mundo: el dominio del mar. España lo hizo y dominó el mundo en el siglo XVI y parte del XVII”.
“Para lograr lo anterior, España tenía que dominar la ciencia de la navegación y estar a la cabeza de la investigación en esta materia. En el siglo XVI, Pedro de Medina escribió el Arte de Navegar, Alonso de Santa Cruz, con su libro de Las Longitudes, intento, siglo y medio antes que Humboldt, trazar el mapa de las variaciones magnéticas; Pedro de Núñez y su Tratado de la Esfera, y Juan de Rojas Sarmiento, que inventó otro astrolabio en Filipinas, etc.”.
Era un imperio que dominó la ciencia, destacándose, entre otras, las obras de los hermanos Rogetes, de Gerona, que fabricaron el telescopio antes de que Galileo hiciese uso de el; las de Andrés García de Céspedes con sus teorías de los planetas; la puesta en práctica de la vacuna en Galicia mucho antes de haberla estudiado los ingleses; Fray Antonio Fuente de la Peña quien se anticipó, con su Análisis del Ente Dilucidado, a Newton en el estudio de la inclinación mutua de unas cosas a otras “como la misma piedra que por sí misma tiene apetito e inclinación a la tierra como a su centro” así como los estudios en ciencias exactas de Pedro Ciruelo, Martínez Ciliceo, Fernán Pérez de Oliva, Fernando de Córdoba y Juan de Herrera, director de la Academia de Ciencias fundada por Felipe II.
En el campo de la especulación, es decir, la filosofía, destacó con escritores que se anticiparon en muchos estudios a otros filósofos europeos, tales como Juan Morcilla, quien trató de conciliar a platónicos y aristotélicos; Melchor Cano, conciliando la teología con la filosofía; Fray José de Sigüenza, quien fue precursor de Descartes en cuanto aplicar la geometría a la metafísica; Huarte, quien procedió a Montesquieu en su clasificación de los ingenios como producto de los climas.
La literatura, con ingenios de la talla de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Miguel de Cervantes Saavedra, Tirso de Molina, Francisco de Quevedo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, y Luis de Góngora.
La arquitectura, quien cuenta entre su principal exponente a Juan de Herrera, que realizó la monumental obra del Monasterio del Escorial, palacio mandado a construir para que lo habitara el rey Felipe II durante el auge de mayor poderío y gloria de España y que está considerado como una de las diez maravillas del mundo.
El arte, con pintores universales de la talla de José de Ribera, Murillo, Zurbarán, Valdés Leal, Pantoja de la Cruz, Velázquez y Claudio Coello, entre otros, así como Bartolomé Ordóñez, Alonso de Berruguete, Gregorio Fernández, Martínez Montañés y Alonso Cano entre los escultores más afamados.
Y la milicia, de la cual el ejército español se vanagloriaba de tener la mejor infantería de su época, y en la que eran ejemplo de disciplina, combatividad, y valentía los tercios españoles.
El ámbito educativo tuvo especial interés para España. A principios del siglo XVII funcionaban en territorio español treinta y dos universidades, lo que la convertiría en el país con mayor cantidad de universidades y centros educativos de Europa, es decir la nación más culta del mundo en esa época. Los primeros métodos de enseñar a los niños con amor y por medio de juegos fueron enunciados por pedagogos españoles, y hasta el propio Felipe II dispuso que la enseñanza primaria fuese obligatoria y que los padres que no enviasen a sus hijos a la escuela pagasen una multa.
Prueba de la importancia que tenía la educación y la cultura para los españoles lo demuestra la introducción, en 1536, de la imprenta en Nueva España, que fue la primera que empezó a funcionar en América. Esto debido a las gestiones del obispo Fray Juan de Zumárraga y del primer virrey don Antonio de Mendoza.
Prueba de eso también lo es la fundación de la primera universidad que empezó a funcionar en el Nuevo Mundo, que fue la Real y Pontificia Universidad de México, fundada en 1551, y que otorgó grados académicos en Teología, Filosofía, Derecho y Medicina. En este sentido, cabe hacer mención que el Harvard College en Estados unidos se fundó hasta el año de 1636, donde sólo se enseñaba a leer, escribir y contar, y fue hasta el año 1751 cuando apareció la escuela de Filadelfia, creada por Franklin, que impartió cursos científicos.
Se fundaron también escuelas de artes y oficios para constructores, pintores, músicos y artesanos; planteles de instrucción superior, cátedras de física y química para los mineros; enseñanza agrícola, etcétera”.
Como puede apreciarse, existen motivos suficientes para estar también orgullosos de nuestra raíz española. Por ende, debemos aceptar que nuestros orígenes como pueblo no sólo están en las tierras de Mesoamérica, están también en España.
Negar una u otra cosa es una necedad y una complicidad, consciente o inconsciente, con los enemigos de México que buscan nuestra permanente división. Debemos entender que ni el indígena ni el español, separadamente, pueden ser factores de unidad de nuestro país, asimilar que somos un nuevo pueblo, heredero de nuestra raíz indígena y española, pero al mismo tiempo diferente de ellos al ser el producto de la fusión de ambos. Su fortaleza radica en la suma de ambas partes.
Por ello, gobernantes masones como López obrador odian a España, a pesar de que la familia de López es originaria de Cantabria, en la península ibérica, porque saben que al aceptar nuestras raíces hispanas se propiciaría entre los mexicanos la unidad y reconciliación con nosotros mismos, despertando nuestra dignidad y orgullo nacional, lo cual no les conviene a gobernantes como Obrador, que han hecho de México tierra de botín, robo y saqueo. López siempre fomenta la división entre nosotros, ya sea como fifís y chairos, como liberales y conservadores, a efecto de enfrentarnos entre mexicanos, en tanto que él y su grupo político aprovechan nuestra falta de unidad para seguir engañando y saqueando al pueblo.
Es necesario cambiar nuestra mentalidad y unirnos en torno al orgullo de nuestros orígenes indo-españoles, que nos mueva al trabajo, a la acción y la responsabilidad. Rompamos con la manipulación histórica de nuestro pasado y modifiquemos la fragmentada y negativa visión que nos han obligado a forjarnos de nosotros mismos. Es hora de construir un verdadero nacionalismo integrador que sea la suma de nuestras fortalezas mestizas. Volvamos los ojos a México, y a nuestros orígenes, construyamos un espíritu de unidad y solidaridad entre los mexicanos en torno a nuestras raíces indo-hispanas, pensando en el bien de los demás y dejando nuestro individualismo y egoísmo social.