Por: Luis Reed Torres
Treinta y cuatro años atrás, en 1984, el periódico Excélsior reprodujo en su interesante sección titulada “Hace 50 Años”, lo que en 1934 asentó un diario hondureño sobre don Porfirio Díaz y que a continuación transcribo:
“El diario La Epoca, de Tegucigalpa, Honduras, dice que el general Porfirio Díaz no nació en Oaxaca, sino en la población hondureña de Aramesina. Según la versión, Díaz habría salido de su lugar natal a los 12 años y viajó a México en compañía de unos traficantes de ganado. Dice el periódico que todavía viven en Aramesina parientes del que sería héroe mexicano en la lucha contra los franceses y posteriormente dictador derrocado por la Revolución de 1910”.
Hasta aquí la transcripción.
Lo cierto es que esto no deja de ser una leyenda más de las tantas que luego circulan por ahí en referencia a destacados personajes históricos llámense Porfirio Díaz, Napoleón Bonaparte, Maximiliano de Habsburgo o Adolfo Hitler. Y para probar que don Porfirio Díaz nació efectivamente en Oaxaca, reproduzco a continuación el acta de bautismo de nuestro hombre que, marcada con el número dos, dice literalmente lo que sigue:
“En la capital de Oaxaca, a quince de septiembre de 1830. Yo, el teniente bauticé solemnemente a José de la Cruz Porfirio, hijo legítimo de José de la Cruz Díaz y Petrona Mori; abuelos paternos Manuel José Díaz y María Catarina Orozco; maternos, Mariano Mori y Tecla Cortés. Fue padrino el señor cura de Nochistlán, licenciado don José Agustín Domínguez, a quien recordé su obligación y la firmé con el S.C.S. – Luis Castellanos.- Rúbrica.- José María Romero.- Rúbrica.- Al margen.- 847.- José de la Cruz Porfirio” (General Porfirio Díaz, Memorias y Documentos de su Archivo Personal Tomo I, pp. 175-177).
Sobre este documento, asienta lo siguiente don Alberto María Careño, ilustre historiador mexicano, quien prologó y anotó el volumen de que ahora me sirvo, así como todos los restantes que integran la obra completa:
“Existe en verdad la omisión de la fecha de nacimiento; pero no es indispensable retrotraer ésta cuando menos un día como se pretende. Desde luego fue costumbre generalizada imponer a los niños el nombre del Santo que la Iglesia celebra el día del nacimiento: San Porfirio corresponde al 15 y no al 14, y su nombre se dio al niño; el futuro estadista pudo haber nacido desde las 12 horas y un minuto de la noche, que ya fue 15, y ser bautizado durante todo el día o parte de la noche de esa fecha.
“Fue posible, pues, que transcurrieran varias horas después del alumbramiento hasta que se verificó el bautizo; y tenemos otro caso en la familia: la niña Luz, hija del general Díaz y de su primera esposa (doña Delfina Ortega, paréntesis de Luis Reed Torres), nació a las cinco de la mañana del día 25 de mayo de 1871, y se bautizó el mismo día, según consta en el acta número 12.
“No es necesario discurrir mucho para buscar varios argumentos a fin de que sea desechada la fecha del 15 de septiembre, que esa sí ha sido equivocadamente escogida para conmemorar la proclamación de la Independencia por el célebre cura don Miguel Hidalgo y Costilla” (Ibidem, p.176).
Asimismo, en la obra citada viene un alud de documentos no sólo referentes a la figura del héroe del 2 de abril, sino que también incluye a muchos miembros de su familia, esto es fe de bautismo de sus abuelos paternos y maternos; fe de bautismo de su hermano, el general Félix Díaz; testamento del padre de don Porfirio, etcétera, que revelan inequívocamente –muchos de esos papeles aparecen fotocopiados– el origen netamente mexicano, y concretamente oaxaqueño, de la familia Díaz y de don Porfirio.
Por lo demás, el propio General Díaz, al dictar sus Memorias, dio amplias referencias del origen de sus antepasados –entre los que se incluyen su abuelo y bisabuelo maternos, españoles–, así como los años de los diversos enlaces familiares y los lugares donde aquellos acaecieron. Las Memorias de don Porfirio –que datan de 1892-1893– contienen también los tenores de las actas de matrimonio de sus abuelos y de sus padres, sucesos ocurridos igualmente en Oaxaca.
En fin, como resulta de verdad francamente ocioso seguir insistiendo sobre un tema que no reviste mayor misterio que el que en un momento determinado le quiso imprimir ochenta y cuatro años atrás el periódico hondureño La Época, doy por concluido el curioso asunto.