Por: Luis Reed Torres
Establecido desde el 8 de marzo de 1975, el Día Internacional de la Mujer es una fecha digna de recordarse. El hecho de que la mujer vaya logrando paulatinamente mayores espacios en todos los órdenes de la vida siempre será algo positivo para la sociedad. Su lucha por la igualdad y la participación sin impedimento alguno ha venido rindiendo frutos cada vez más notables y hasta espectaculares, así reconocidos por su contraparte masculino.
Qué bueno que hayan quedado atrás las épocas –por cierto no muy lejanas– en que la figura femenina, en el mejor de los casos, solía ser considerada simplemente como un mero adorno visual en la cinematografía, las bellas artes y la generalidad de las profesiones; y, en el peor, como un simple objeto sexual sin derecho alguno e ineludibles deberes.
Durante muchos siglos las mujeres padecieron inocultable discriminación en todas las ramas del saber y aun en el desarrollo de la vida misma, y no fue sino hasta bien entrada la centuria pasada que empezaron a reclamar una serie de derechos –de inobjetable razón la mayoría– que paulatinamente han visto satisfechos. Cierto que sus demandas no han sido cubiertas en su totalidad, pero es una realidad tangible que van camino de serlo.
Hoy, por fortuna, vemos a las mujeres situadas en todos los niveles de la sociedad. Y así, abundan ahora las abogadas, las licenciadas (o maestras o doctoras) en diversas disciplinas como ingeniería, economía, ciencias políticas, historia, arquitectura y mil etcéteras más; médicas en diversas especialidades, políticas profesionales e incluso –y desde hace un buen tiempo– en las fuerzas armadas de tierra, mar y aire.
Muchas de ellas han logrado destacar y brillar con luz propia, y de hecho podríamos considerarlas como ejemplo de su género y también, ¿por qué no?, como modelo de superación para muchísimos varones de pocos arrestos.
Nada de lo anterior implica, sin embargo, que la mujer se encuentre ya en jauja. Por el contrario, si bien es cierto el avance femenino a nivel mundial, también lo es que en muchas regiones del mundo se continúa infravalorando a la mujer y, peor aún, se le humilla y se le agrede tanto en el hogar como en espacios públicos.
En nuestro país –y en varios más– se ha recrudecido la ola de violencia extrema contra las mujeres, y ciertamente no pasa un día sin que nos enteremos de algún secuestro, alguna violación o algún atroz asesinato en ese renglón, sin que importe demasiado la edad de la víctima. Por eso debe existir tolerancia cero contra cualquier abuso cometido contra las mujeres.
No obstante, hasta ahora no ha existido avance significativo alguno de las autoridades sobre el particular. Eso sí, abundan las declaraciones que culpan al pasado de semejantes atrocidades, pero se soslaya que desde hace casi año y medio una nueva administración federal se hizo cargo del poder y no sólo no ha hecho nada para contenerlas, sino que se han recrudecido significativamente.
De allí, entonces, la masiva protesta de las mujeres mexicanas los días 8 y 9 de marzo del año en curso. Es un grito también de indignada desesperación ante la lenidad mostrada por el poder público, cuyo máximo representante sólo alcanza a vociferar que el magno y nacional descontento femenino es una maniobra de «los conservadores». Pueril argumento para pretender descalificar una creciente ola de disgusto cuyo escenario resulta ser el país entero.
Por último, no necesitan las mujeres mexicanas realizar destrozos en la vía pública ni pintarrajear o rociar con aerosol inmuebles privados o monumentos públicos. Tampoco agredir a personas que se encuentren en los alrededores. Semejantes acciones sólo enturbian la lucha y desacreditan su origen valedero y auténtico.
El Día Internacional de la Mujer es una fecha que se rememora en muchas naciones del mundo en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo, y se refiere igualmente a considerar a las mujeres comunes y corrientes como artífices también –no sólo el elemento masculino– del devenir histórico de la humanidad –lo cual resulta absolutamente cierto y es de estricta justicia reconocerlo–. Así pues, bienvenida una protesta razonada y justa efectuada en México en el marco de una espiral de violencia incontenible.
A ver con qué resulta el poder público una vez realizada…