Filántropo, impresor y benefactor
Por: Graciela Cruz Hernández
Nació en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el 3 de abril de 1810, hijo de don José Mariano Rodríguez Contreras y doña Antonia Castillo Ulloa. Estudió latín y el curso de Artes en el seminario de Guadalajara y del seminario pasó a estudiar Derecho, se recibió de abogado en junio de 1835, por la Universidad de Guadalajara.
Fue secretario del Ayuntamiento, y más tarde en 1839 secretario de la Junta Departamental, ejerciendo sus labores con gran aptitud y honradez.
Dionisio Rodríguez, fue el primer director y uno de los principales benefactores de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara, que se fundó en 1841. Su pensamiento era que «el desorden, la guerra y el crimen se originaban en la ignorancia; la enseñanza, por lo tanto, era la base de la civilización y el orden».
Dionisio Rodríguez nunca se casó, y se podría decir por su gran filantropía que adoptó como familia a los más pobres y necesitados. En toda empresa humanitaria en la que pudiera colaborar él estaba presente, donando con entusiasmo sus recursos tanto personales como económicos.
A la muerte de su padre el 22 de abril de 1845, recibió como herencia una imprenta la cual conservó hasta su muerte, habiéndola colocado como una de las mejores de la República, empleó su imprenta para difundir instrucción al pueblo.
Fue diputado al Congreso del Estado en 1846 y al clausurarse éste por un golpe de Estado, hizo un viaje a los Estados Unidos de América, y a Europa por los años del 1849-50. Este viaje no solo fue de recreación, en él se dedicó principalmente al estudio de los sistemas educativos, de asilo y penitenciarios en diferentes países.
En 1852, a su regreso de Europa, secundado felizmente por el inolvidable José Palomar Rueda, se consagró a la reedificación de los hospitales de Guadalajara, deteriorados por las distintas guerras civiles, dirigiendo él mismo la obra.
Promovió el establecimiento de las Hermanas de la Caridad en Guadalajara para que se encargaran de las diversas obras de beneficencia.
También gracias a lo aprendido en su viaje, ayudó a la erección de la Penitenciaría del Estado; en 1864 fue nombrado comisionado especial de la Penitenciaría, misma que fue una institución modelo en su época; establecimiento que fue objeto preferente de su atención y cooperación. Se afanó en las mejoras materiales de la penitenciaría y la moralización de los presos, mediante la religión y el planteamiento de escuelas y talleres.
«Visitaba esos sitios del crimen, dice uno de sus biógrafos y reuniendo en su rededor a los presos los doctrinaba y consolaba con lenguaje blando y amoroso. Así era el hombre cuya vida bosquejamos su corazón generoso y noble era siempre para todos. Su mano izquierda nunca supo lo que hacía su mano derecha; pero jamás ha habido una mano más cariñosa de manera especial para los más infortunados.»
En 1870 tomó parte activa en la reforma de la Penitenciaría del Estado creando un reglamento para su gobierno interior.
Procuró siempre conjuntar los ideales entre el gobierno y el estado eclesiástico y cuando había dificultades internas, siempre era llamado para intervenir entre las partes en busca de soluciones pacíficas; eso nos habla de su gran calidad de persona y el alta estima en que se le tenía.
Durante la Guerra de Reforma en 1860, Guadalajara fue sitiada por las tropas liberales, él asistió con donativos a las familias que habían huido a San Pedro Tlaquepaque y a las muchas familias que se concentraron en la ciudad en el Templo de la Soledad, y que fueron quizá las que más sufrieron. También invitó a los que tenían recursos, a hacer donaciones para comprar alimentos que escaseaban y se encarecían por el sitio, para repartirlos a los necesitados. Y durante la invasión francesa asistió a los enfermos y socorrió a sus familias que quedaban desamparadas.
En 1868 fundó el llamado “Calendario de Rodríguez” que fue una de las mejores contribuciones de su imprenta; el Calendario, era de interés general y de merecedora confianza pues Dionisio Rodríguez era un hombre muy respetado en la sociedad. Mientras que él vivió, lo regalaba a sus amigos y clientes, pero nunca dejó de publicarse porque llegó a convertirse en texto indispensable por su información completa sobre el comportamiento del tiempo, el santoral, los días festivos y asuntos de interés general.
Dionisio Rodríguez, padeció una fiebre tifoidea como preámbulo de su muerte que fue debida a un paro cardíaco. Falleció en Guadalajara su ciudad natal el 1° de Mayo de 1877. Sus honras fúnebres no se hicieron esperar, bendecido con la gratitud del pueblo a quien tanto había amado y socorrido su sepelio contó con la asistencia de más de 15,000 personas.
Tan grandes fueron sus méritos y su dedicación al bienestar de los pobres y de la sociedad en general, que al día siguiente de su muerte, en sesión solemne, el Congreso del Estado de Jalisco le declaró por unánime votación como Benemérito del Estado, esto es, el 2 de Mayo de 1877; iniciativa que aprobó y decretó, en esa misma fecha, el entonces Gobernador, Lic. Jesús Leandro Camarena.
Uno de los póstumos homenajes fue la publicación en su imprenta de un folleto de setenta páginas: Al Sr. Lic. D. Dionisio Rodríguez, corona fúnebre a su preclara memoria, con la intervención de los principales escritores y poetas de la época (Rafael Arroyo de Anda, Lic. Jesús López Portillo, Lic. Trinidad Verea, Lic. José López Portillo y Rojas, Pablo Ochoa y otros).
Los restos mortales de este ejemplar jalisciense, fueron depositados en el Panteón de Belén.
Fuentes:
http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080017329/1080017329_091.pdf