Por: Gustavo Novaro García
Todos los días después de las 9 de la mañana los resúmenes informativos, las redes sociales y los comentarios de los amigos hacen referencia a la última ocurrencia, chistorete o amenaza que López dijo en su conferencia matutina, diría que de prensa, pero hay más paleros y funcionarios infiltrados que periodistas verdaderos.
Así, sabemos que López quiere cancelar los puentes largos, que tanto han ayudado para sostener el crecimiento del turismo interno debido a la caída del exterior por la mala y bien ganada publicidad de nuestro país debido a la violencia, sólo porque a él le gusta que las fechas conmemorativas se celebren en el día en el que caen, recuerden la autofiesta costosísima que se armó el pasado 20 de noviembre. Allí sí, no hubo austeridad.
Otra ocurrencia que tampoco se puede tomar tan a la ligera es la que señaló que un “diablito” – ¿su esposa, su jefe de prensa, uno o los tres juniors mayores – le susurra que se reelija.
Y una más, la variedad es infinita, mencionó que se estudiaría la posibilidad de que México vendiera sus embajadas en el extranjero. Primero, dañando el patrimonio nacional; segundo la imagen del país; tercero obteniendo recursos innecesarios contra lo que pudiera resultar beneficioso.
En fin.
Lo que no hay que perder de vista es que el hombre que se ufanó de que gobernar no tenía ciencia, y que en sus pasadas campañas por la presidencia prometía que nuestro país crecería el 6% anualmente, aunque luego le bajó al 4% y después al 2% ha provocado que la economía mexicana caiga a menos de 0%, no es un error,
Y eso sí, tiene efectos muy severos sobre el bienestar de la población.
Sin crecimiento económico hay menos empleos, menos compras, menos ventas y se recaudan menos impuestos. Si le agregamos el crecimiento de la población que es de cerca de 2 millones de mexicanos al año nos enfrentamos a un empobrecimiento generalizado, en el cual las clases medias llevan la peor parte.
Hay señales que la realidad, tan terca que se empeña en ser, ya está pasando factura al accionar del gobierno. En primer lugar, el desabasto en medicinas, negado primero, descalificando a quienes informaban de esto posteriormente, finalmente admitido pero prometiendo que en algún momento se resolverá, ha mostrado que se descompuso un sistema que funcionaba, no a la perfección, pero que sí atendía las necesidades de la población, y el daño ha sido inmediato.
En segundo lugar, la tan cacareada guerra contra el robo de combustible o que prefieren llamarle para ocultar el ilícito, “huachicoleo”, por la que se paralizó una buena parte del país el año pasado, no ha disminuido, como lo revelan las propias cifras de Pemex.
En tercer lugar, a pesar de reuniones y más reuniones de López con empresarios nacionales, los proyectos no se concretan, siguen las palabras bonitas, pero en los hechos no se invierte un peso por parte del sector privado en los planes visiblemente inoperantes de la administración. Recordemos cómo López señaló que el tren maya será pagado completamente por los contribuyentes, a pesar de las afectaciones a la selva, debido a que nadie cuerdo iba a poner de su bolsillo.
Un mandatario que es experto en manipular a la opinión pública y en culpar al pasado ha encontrado que sus dichos no corresponden con sus hechos. Le apuesta todo a una publicidad que se sostiene con la propaganda, diaria, incesante pero hasta el momento tiene para presumir como obra sólo 8 kilómetros construidos de carretera en Oaxaca, y hechos con técnicas del siglo XIX, si no es que anterior. Y a los depósitos en metálico a personas de la tercera edad, estudiantes y otros beneficiarios.
Es por ello, que debemos de dejar de concentrarnos en el show, en por supuesto criticar sus ridículos y engaños mañaneros, pero no hay que irnos con la finta de los distractores, sino subrayar que en lo importante estamos retrocediendo y que a este paso los daños serán muy difíciles de revertir.
Este show no debe continuar.