Por: Miguel Ángel Jasso Espinosa
Dolores Soto Madariaga es considerada una de las primeras mujeres mexicanas en destacar en la pintura de manera profesional y académica en nuestro país. Vivió prácticamente un siglo. De conformidad a algunas semblanzas sobre la pintora, existe una coincidencia histórica entre el año en que nace y la conformación del estado de Hidalgo por parte del presidente Benito Juárez (1869). Su infancia transcurrió de manera paralela a la restauración de la república y el triunfo de la Reforma. Su juventud corresponde a la paz porfiriana, en tanto que en su madurez y vejez estarían marcadas por la destrucción de la época revolucionaria y la construcción del México de las Instituciones, incluso del México que gozó del llamado “estado benefactor”.
Los escasos críticos de su obra han referido un legado artístico bastante numeroso, pero que jamás se ha reunido en una sola exposición; los herederos de la pintora describen que la mayoría de sus obras jamás se han exhibido al público. De esta suerte, cuadros (al óleo) como el de “Río Tulancingo”, recibió grandes elogios, pero es prácticamente desconocido para el gran público.
Dolores Soto Madariaga nació en Tulancingo en la primera manzana de la Calle de las Hortalizas en lo que hoy es la calle de Hidalgo entre Juárez y Luís Ponce. Sus padres fueron Francisco Soto y Javiera Madariaga.[1]
La investigadora Elvira Hernández Carballido, en un artículo minucioso, da detalles de los primeros años de vida de la pintora:
Sin duda, fueron los amaneceres de Tulancingo, los primeros paisajes que quiso atrapar en los lienzos. Atrapó el color del río, mientras caminaba hacia la escuela y trazó al aire la perfecta arquitectura de la Catedral. No hubo cuaderno u hoja en blanco que no aprovechara para combinar colores e imágenes.[2]
Hernández Carballido también da pormenores del ingreso de Dolores Soto a la Academia de San Carlos:
La primera mirada crítica pero justa fue la de su madre, que poco a poco se convenció del don artístico de su hija y le dio permiso para que se fuera a la ciudad de México a estudiar a la Academia de San Carlos.
Y ahí llegó Dolores, a la calle del Amor de dios, ahora Academia.
Entró al magno edificio y los latidos de su corazón se aceleraron.
Sabía que entraba a un recinto mágico, lleno de arte y sensibilidad, emociones que también latían ya en su alma. Dio algunos pasos, discretos pero seguros, admiró las esculturas que adornaban las fachadas y patios. Creyó que le musitaban al oído una honesta bienvenida. Aspiró el olor del arte y reconoció el ambiente inspirador, que solamente los artistas naturales lo identifican de inmediato.
Desde el primer día de clases tomó con amor y vocación los pinceles, jugó con las acuarelas y se impresionó con el óleo. Realizó los ejercicios a la perfección y destacó por su gran destreza para realizar copias de otras obras de arte como la Sagrada familia de Rafael Flores.[3]
Tras describir los primeros días de la pintora en el Museo de San Carlos, Elvira Hernández Carballido, menciona el interés del maestro José María Velasco en el trabajo artístico de Dolores Soto:
El maestro José María Velasco descubrió su calidad artística y se convirtió en su guía y experto orientador. Le mostró la magia de los colores y la manera de darles vida e intensidad. La motivó a participar en algunas exposiciones donde ella presentó claroscuros, copias del natural, paisajes y estudios de monumentos. Poco después también dominó el arte sacro, el retrato y la naturaleza muerta.[4]
En algunas publicaciones se ha destacado que llamó la atención de José María Velasco “por su gran vocación y capacidad artística”, por lo que el pintor, “la tomó como aprendiz, haciéndola resaltar como gran paisajista”.
La revista “El Álbum de la Mujer” del 17 de junio de 1888, le dedicó un extenso artículo que inicia de la siguiente manera:
“Sabéis señoras, ¿cuál entre vuestras compatriotas ha sido la primera que ha trabajado admirablemente en la Academia de San Carlos?, Dolores Soto. Perdónenos la modesta joven, pero no hemos podido resistir al deseo de estampar su nombre. A la mujer mexicana le conviene conocerlo para que le sirva de estímulo”.[5]
Por otro lado, el 28 de julio de 1892, cuando Dolores Soto aún era estudiante, Eduardo A Gibbons, crítico de arte, elogió su cuadro Objetos de costura.
Se sabe que participó en la Exposición Colombina de Chicago, la cual se llevó a cabo del 1 de mayo al 31 de octubre de 1893, quizás la manifestación más importante y popular de cuantas se organizaron en el Mundo para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América; en aquel magno evento, entre las novedades científicas y técnicas que se pudieron admirar, figuraron el “kinematoscopio” de Edison, uno de los precursores del cinematógrafo, “las corrientes de alta frecuencia” de Tesla y el gran telescopio de “Yerkes”.[6]
El 17 de noviembre de 1899, la pintora se casó con Rafael Aurelio Agustín Barona López, en la Iglesia de San Cosme y San Damián, en la Ciudad de México. A partir de ese momento fue conocida como Dolores Soto de Barona, lo cual la llevó a combinar los papeles de esposa, maestra de arte y gran pintora, exponiendo en diversos lugares.
En su artículo sobre la pintora, Elvira Hernández Carballido refiere los siguientes datos:
Gran parte de su adolescencia la disfrutó entre lienzos y pinceles, enamorada del arte. Al convertirse en mujer de tres décadas conoció el amor de otra manera y se casó. Tuvo cinco hijos. Nunca vivió de su arte y las pinturas que realizaba siempre adornaban las paredes de hogares de familiares o amistades. Nunca vendió sus cuadros y muy pocos de ellos han sido exhibidos. Actualmente pertenecen a colecciones privadas. Atrapó en sus telas a niños, vírgenes veneradas y santos milagrosos. Su mirada supo apreciar lo puesto de sol en el bosque de Chapultepec o el Ajusco.[7]
De conformidad con las fuentes consultadas, de sus cinco hijos, dos murieron siendo niños: Rafael y Concepción; los que vivieron fueron: María Auxiliadora Barona Soto (Mily) 1904- 1989; Luis Rafael del Sagrado Corazón de Jesús Barona Soto, nacido en 1908 (y del que solo sabemos murió dos décadas después); Pablo Barona Soto (1910 – 1994).
En el archivo histórico de la familia Barona, se encuentra un valioso documento del año 1931, correspondiente al “Elogio Fúnebre” en honor de don Rafael Barona, recitado durante su solemne funeral. Allí se leen las siguientes referencias de las cualidades de Dolores Soto:
Año de 1899, contrajo matrimonio con la señorita Ma. Dolores Soto y Madariaga, dama de relevantes cualidades, sólida piedad, despejada inteligencia, buen juicio y notoria discreción y prudencia, que ciertamente hizo la felicidad de aquel hogar cristiano; siendo el tipo de aquella perfecta casada, de la que leemos en los proverbios de Salomón: “¿Quién encontrará una mujer virtuosa?… ella tiene más precio que las perlas que vienen de los extremos del mundo… Su esposo será ilustre en las Asambleas, cuando esté sentado en medio de los ancianos de la tierra… Una fuerza mezclada de gracias en su vestido; y ella tendrá el placer en sus últimos días. Ha abierto la boca a la sabiduría, y la ley de la clemencia está sobre sus labios. Ha considerado el modo de ser de su esposo y no ha comido el pan de la ociosidad. Sus hijos se han puesto de pie y la han proclamado bienaventurada; su esposo también se ha levantado y cantado sus alabanzas”.[8]
Algunas de sus obras:
De sus inicios sobresalen las pinturas al óleo Puesta de Sol en Chapultepec de 76 x 53.5 cm, Río de Tulancingo de 76 x 53.5 cm. Hacienda de Mimiahuapan de 29 x 31 cm; en tela de 1.50×1.10 la obra titulada Ajusco. Convento de Acolman 35×27 de muy buena ejecución, dibujo impecable y acertada combinación de colores y luz.[9]
Ya en su etapa como mujer casada destaca el retrato de Conchita Barona de 50×30 cm., ataviada con traje de china poblana, donde se confirma y se acentúa su gran capacidad como pintora. Obra de toda influencia, en la cual luce la pintora todas sus cualidades, conocimientos, oficios, buen gusto y personalidad. La modelo de singular belleza, posa con gran naturalidad, sin esfuerzo; delicadeza en la figura; atuendo apropiado de muy bello colorido, y ejecución y composición sencilla; muy adecuada la fuente de azulejos y paisaje al fondo, que realzan la figura del primer término, obra muy bella, perfectamente ejecutada, muy espontánea, firmada y fechada por la artista en 1920, o sea, después de ocho años de haber fallecido su maestro José María Velasco.[10]
En la Academia de San Carlos participó en la 22ª exposición en 1891 y en la 23ª en 1898. En la lista de trabajos que presentó en 1891 –tres claroscuros, seis copias de cuadros, cinco copias del natural, trece estudios, siete paisajes y tres estudios de monumentos–. La pintora se inclinó más hacia el paisaje pero también pintó aspectos religiosos, naturaleza muerta y retrato. Adquirió de su maestro Velasco el uso más intenso del color. En la 23a. exposición presentó tres paisajes tomados del natural.[11]
Entre otras obras de Dolores Soto, sobresalen también: Bosque de Chapultepec, San Juan Bautista niño, Sagrada Familia, Cupidos, Bodegón con flores y pájaros, Convento de Acolman, Peñasco, Retrato de su hija Mili vestida de china poblana y La fábrica del papel Peña Pobre en Tlalpan; además de varias imágenes de la Virgen de Guadalupe, mismas que pertenecen a una colección particular y que, hasta ahora, son imposibles de conocer.
El conjunto de su obra acusa el dominio del oficio y la asimilación sorprendente del estilo de su maestro, el gran pintor Velasco, lo que hace notable la semejanza de sus pinturas con las de su profesor.
En el archivo familiar, además de algunas de sus obras artísticas, se conservan algunos apuntes. En un ejemplar de El Álbum de la Mujer, donde se mencionan sus trabajos “y la gloria que le esperaba por sus trabajos”, la pintora guardó ese artículo y años después, en 1935, escribió en el margen con letra menuda: “y no hubo nada de gloria artística; mi gloria fueron mis hijos”.
Dolores Soto murió en el año de 1964.
En el Instituto de Investigaciones Históricas, Políticas, Económicas y Sociales (IDIHPES), le rendimos un respetuoso homenaje a Dolores Soto.
Agradecemos también a Saúl Uribe Barroso y a Mily Uribe Barroso los documentos e imágenes facilitados para el presente artículo.
BIBLIOGRAFÍA
“Elogio Fúnebre en honor del H. don Rafael Barona, pronunciado en los solemnes funerales de Ritual, verificados en el Consejo de Guadalupe, Número 1050 el 20 de junio de 1931”. DSM, Documento 1, Fuentes para el Estudio de Dolores Soto Madariaga.
Altamirano Piolle, María Elena: José María Velasco (paisajes de luz, horizontes de modernidad), México, coedición DGE- Equilibrista (biblioteca mexicana del conocimiento), 2014.
Báez Macías: Fundación e historia de la Academia de San Carlos, México, 1974.
Homenaje Nacional. José María Velasco (1840 – 1912), catálogo de la exposición (julio – octubre de 1993), 2 tomos, México, Munal-Conaculta-INBA, 1993.
Islas García, Luis: Velasco, Pintor cristiano, México, ediciones Proa, 1932.
Pérez de Salazar y Solana: José María Velasco y sus contemporáneos, México, editorial Perpal, 1982.
Ramírez, Fausto: José María Velasco (pintor de paisajes), México, coedición Fondo de Cultura Económica-UNAM, IIE, 2017.
Rodriguez Prampolini: La crítica del arte en México en el siglo XIX, México, 3 volúmenes, 1964.
Romero de Terreros: Catálogo de las exposiciones de la antigua Academia de San Carlos (1850- 1898), México, 1963.
Romero de Terreros: Paisajistas mexicanos del siglo XIX, México, Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Estéticas, 1963.
Pintoras mexicanas del siglo XIX (Museo de San Carlos), Instituto Nacional de Bellas Artes, 1985.
HEMEROGRAFÍA
Hernández Carballido, Elvira: “Bellas y Airosas: Dolores Soto: La magia de los colores”, México, El Independiente de Hidalgo, 19 agosto, 2009.
Lira, Lorenia: “Dolores Soto Madrigal (pintora Tulancinguense)”, México, en 14 de mayo de 2011.
Martínez Moreno, Juan M: La Exposición Mundial Colombina de Chicago de 1893.
Mendoza Bustamante, Marco Antonio: “Dolores Soto, los colores de su paisaje”, México, 7 julio, 2017.
REFERENCIAS ELECTRÓNICAS
[1] “Dos Mujeres ilustres en Tulancingo: Dolores Soto Madariaga y María Luisa Ross Landa”. Véase en: https://bit.ly/2UiSEbi
[2] Elvira Hernández Carballido: “Bellas y Airosas: Dolores Soto: La magia de los colores”, México, El Independiente de Hidalgo, 19 agosto, 2009.
[5] Marco Antonio Mendoza Bustamante: “Dolores Soto, los colores de su paisaje”, México, 7 julio, 2017, véase en: https://bit.ly/2WpuBcC
[6] Martínez Moreno, Juan M.: La Exposición Mundial Colombina de Chicago de 1893, véase en: https://bit.ly/2U7JHSg
[7] Elvira Hernández Carballido: “Bellas y Airosas: Dolores Soto: La magia de los colores”, México, El Independiente de Hidalgo, 19 agosto, 2009.
[8] “Elogio Fúnebre en honor del H. don Rafael Barona, pronunciado en los solemnes funerales de Ritual, verificados en el Consejo de Guadalupe, Número 1050 el 20 de junio de 1931”. DSM, Documento 1, Fuentes para el Estudio de Dolores Soto Madariaga.
[9] Pérez de Salazar y Solana: José María Velasco y sus contemporáneos, México, editorial Perpal, 1982.
[10] Pérez de Salazar y Solana: José María Velasco y sus contemporáneos, op. cit.
[11] Lorenia Lira: “Dolores Soto Madrigal (pintora Tulancinguense)”, México, en 14 de mayo de 2011. https://bit.ly/2FUd0og