Por: Luis Reed Torres
Don Francisco Javier Venegas, importante personaje de la historia de México, fue uno de los últimos virreyes de la Nueva España y el primero que se enfrentó a la insurrección de 1810.
Sustituto del mariscal don Pedro de Garibay en el mando supremo del reino, Venegas había servido en España, su patria, a partir de 1808, en que combatió a los invasores franceses. Como teniente coronel concurrió a la victoria de Bailén y tomó después el mando del ejército de la Mancha, que fue derrotado en Almoncid. Empero, su valentía y destreza militar en posteriores ocasiones le fueron ampliamente reconocidas y fue nombrado gobernador de Cádiz.
A la disolución de la junta central española, la Regencia nombró a Venegas virrey de la Nueva España con el grado de teniente general de los Reales Ejércitos, puesto y grado que desde luego aceptó disponiéndose a viajar al nuevo mundo.
Llegó el virrey Venegas a Veracruz el 25 de agosto de 1810, cuando ya la efervescencia política estaba a punto de hacer crisis; y el 13 de septiembre siguiente entró en la ciudad de México por la Villa de Guadalupe. Tres días después estallaba la rebelión encabezada por don Miguel Hidalgo y Costilla. Mala suerte de un gobernante que llegaba cargado de ilusiones y encontraba un polvorín a punto de estallar.
Venegas, lejos de amilanarse por el movimiento insurgente, hizo acopio de serenidad y firmeza de carácter y decidió combatir el movimiento rebelde. Rápidamente dispuso movilizar a sus mejores hombres para encarar la lucha: don Félix María Calleja del Rey, don Manuel Flón, Conde de la Cadena, don Santiago Irisarri, etcétera.
Asistido eficazmente por estos hombres, pudo Venegas mantener estable su gobierno y detener la marea insurgente hasta 1813, en que entregó el mando tras varios azarosos episodios bélicos protagonizados por sus tropas.
Luego, sus mismos enemigos reconocieron posteriormente su lealtad y brillante actuación en el cumplimiento de su deber en pro de la causa que defendía, y el reconocido historiador guanajuatense don Lucas Alamán, posterior hombre de Estado en el México independiente, dice al respecto que “no hay duda en que, sin su oportuna llegada, España hubiera perdido esos dominios desde el año 1810, apoderándose Hidalgo y sus compañeros sin dificultad de México y de todo el reino”.
Eclipsada, sin embargo, un tanto su estrella, el virrey Venegas entregó el gobierno a Calleja en 1813.
Fue tal la honradez que en los asuntos del gobierno caracterizó a don Francisco Javier, que se vio obligado a solicitar préstamos a sus amigos para poder regresar a España con su familia. Vuelto a su patria fue distinguido con el título de Marqués de la Reunión de Nueva España.
Terminaba así el destino histórico de don Francisco Javier Venegas, virrey que quizá en otras circunstancias hubiera destacado como uno de los mejores de la Nueva España. Su gran capacidad de trabajo y su honradez acrisolada así lo testimoniaban. Fue sin embargo el suyo un destino muy distinto: un lejano reino de su patria convertido en bomba de tiempo a su arribo, y él, finalmente, sin la suerte ni los elementos necesarios para desarmarla.