Por: Graciela Cruz Hernández
Zeferino Gutiérrez nació el 24 de agosto de 1840 hijo de Pedro Gutiérrez y María Muñoz.
El acta bautismal dice: “En el año del Señor de mil ochocientos cuarenta a veinte y siete de agosto, yo, el bachiller don José María González, teniente de Cura, bauticé solemnemente a un infante mejicano de esta ciudad, nació a veinte y cuatro, a quien puse por nombre Zeferino Nazario hijo de Pedro Gutiérrez y de Ma. Muñoz, sus padrinos Basilio Gutiérrez y Antonia Gutiérrez, y lo firmé con el señor cura”. (Rúbricas)
Su humilde cuna no le pronosticaba un futuro muy prometedor y se ganaría la vida en el duro oficio de albañil. No se sabe mucho de su vida personal salvo algunos detalles y alguna fotografía donde se le ve bajo de estatura y pelo cano con unos planos en su mano, pero lo que sí sabemos o deducimos por sus obras es que tenía un espíritu observador, analítico, audaz, que soñaba emular obras arquitectónicas de gran belleza, obras que llegó a realizar y de las que todavía hoy se sienten orgullosos los habitantes de la región.
Zeferino se casó con María Soledad Anaya de Gutiérrez, tuvo dos hijos: Leandra y Jesús. Se sabe, por tradición oral familiar, que su hijo quiso ingresar en el seminario pero fue rechazado y falleció el 14 de agosto de 1883, a los once años de edad. Su esposa falleció el 20 de enero de 1902. Sus restos descansan en la capilla de la Saleta.
El trabajo de Zeferino debe de haber sido muy destacado, pues fue llamado a Dolores Hidalgo para que se encargara de sustituir el retablo de madera por uno de cantera de estilo neoclásico en el altar mayor de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Don Alfonso Alcocer da cuenta que Zeferino trabajó en Dolores Hidalgo de 1871 a 1873. Poco tiempo después, en la misma ciudad, levanta el Templo de La Saleta de estilo neogótico la que remata con una espléndida cúpula.
Uno de los primeros trabajos en la ciudad de San Miguel es el pórtico de La Ermita, su escalinata y atrio. Desde aquí divisó la Virgen de Loreto a la villa que desde entonces convirtió en su hogar al llegar de Europa “invitada” por el señor De la Canal. Felipe Cossío del Pomar conoció los despojos de cantera cuando restauró a su lado aquella célebre casa que tuvo aquí posada temporal de tantos intelectuales y artistas que visitaron San Miguel, invitados por él en los inicios de la Escuela Universitaria de Bellas Artes. Cuando Cantinflas levantó su hotel “La Ermita” restaura la obra que don Zeferino había levantado en 1876.
Don Zeferino debe de haber tenido a su cargo varias obras importantes para que el Padre Antonio Mojica, le encargara la construcción del altar de Nuestra Señora de Guadalupe en el templo del Oratorio de donde debió haber retirado los restos del antiguo retablo barroco para dar paso al neoclásico imperante.
Con el patrocinio económico de don Isidro Sierra levanta el altar mayor del Oratorio y se atreve entonces a firmarla pues en su base colocó la leyenda: Zeferino Gutiérrez, fecit.
Las Madres Concepcionistas ocuparon su magnífico convento sin estar terminado el templo anexo y fue don Zeferino quien, por encargo de su capellán el R.P. Pedro Sandi Valdovinos, fue levantando el interior del templo que carecía del crucero y presbiterio. Así, conforme se reunía el dinero suficiente fue tomando la forma que hoy se llama de “Las Monjas”. El 8 de febrero de 1880 se termina las paredes del crucero y el 15 de agosto de 1882 se bendijeron las bóvedas del crucero y del presbiterio y el altar mayor. Sin duda alguna una de las obras más atractivas sigue siendo su cúpula. El Dr. Atl consideraba que era similar a la de Los Inválidos donde descansan los restos de Napoleón. Seguramente, como en otras obras, aquí contó con la maestría de don Estanislao Hernández y sus oficiales, prestigiados canteros sanmiguelenses. Paralelamente a ésta construye el altar mayor del templo de San Juan de Dios. En la base de la cúpula se encuentra una cantera que tiene la siguiente leyenda: Se empezó este enladrillado el día 1º de mayo y se terminó el 9 de junio de 1891.
Con estos antecedentes y en virtud de que la torre barroca de la parroquia presentaba peligrosas fallas estructurales el primer obispo de la Diócesis leonesa don José de Jesús Diez de Sollano y Dávalos decide que se derribe y encarga el nuevo pórtico pseudo gótico de la parroquia a don Zeferino. Esta misión, dice don Pepe López, fue todo un reto por sus proporciones y magnitud, la carencia de materiales adecuados, falta de equipo técnico, la ausencia de mano de obra especializada y, por si fuera poco, la falta de dinero. Don Zeferino y el RP don José Ma. Correa, vencieron las dificultades y dejaron para las futuras generaciones de los lugareños, una obra que sin ser “una obra maestra”, ha servido y servirá como símbolo de “grandeza” de San Miguel de Allende.
A Don Zeferino se le acusa de haber eliminado retablos barrocos para colocar en su lugar retablos de cantera de estilo neoclásico pero, en todo caso, fue cumpliendo encargos solicitados por quienes en ese momento fueron autoridades eclesiásticas, pero en el caso de la parroquia de San Miguel fue un derribo necesario, su estilo anterior era plateresco, pero con el tiempo la fachada ya empezaba a presentar fisuras y resquebrajamientos que eran peligrosos incluso el cura de entonces, el R.P. José María Correa, citado por don Pepe López Espinosa dice que la fachada “amenazaba ruina” pues estaba cuarteada y tuvieron que ser retiradas las campanas.
Don Zeferino era autodidacta y se inspiró en catedrales europeas, en especial las alemanas, su trabajo duró 10 años y nadie imaginaba el cambio tan radical que sufriría la imagen exterior de la parroquia.
En su momento su obra fue por algunos, muy criticada: Es un error arquitectónico, decía don Francisco De la Maza, y continuaba: no encaja con el ambiente y la arquitectura sanmigueleña, además de que su tosca factura no tiene nada de la gracia y finura que distinguen al verdadero gótico, destruyendo la hermosa visión colonial de la plaza. Aunque finalmente lo disculpa cuando manifiesta: no es culpa del ignorante e ignorado albañil-arquitecto (dado que no contaba con estudios y era autodidacta) Don Zeferino Gutiérrez, sino del abominable gusto artístico que privó durante casi todo el siglo XIX. Otro especialista de origen tapatío, don Guillermo García dice: “…le faltan 20 metros de altura y le sobra cientos de toneladas para alcanzar la esbeltez ojival, pero es encantadora en su candidez. La parroquia de San Miguel simboliza inmejorablemente el talento nuestro para nacionalizar estilos”.
Finalmente ese polémica pórtico, es ahora seguramente el edificio más fotografiado de la ciudad y es un ícono que identifica internacionalmente a la ciudad de San Miguel de Allende Guanajuato.
En 1890 levanta el bello Mercado “Ignacio Ramírez” en el espacio que fue el centro de la ciudad hasta los años treinta cuando se cambian las Casas Consistoriales para el lugar que hoy ocupan. El mercado fue un encargo del Jefe Político don Homobono González y tenía en su exterior una columnata de cantera negra estilo toscano y fue derribado en 1968 para colocar ahí la estatua ecuestre de don Ignacio de Allende en ocasión del bicentenario de su natalicio en enero de 1969.
En 1896 modifica la torre del reloj público y la ventana superior del templo de San Rafael, conocido como la Santa Escuela de Cristo para armonizarlo al estilo de la fachada parroquial.
En 1901construye el “Mercado Aldama” conocido después como el Mercado de las Flores y más adelante sirviendo como Centro de Higiene para llegar al día de hoy como Restaurante. Adosada a la pared, todavía puede reconocerse parte de la balaustrada que algún día sirvió de perímetro al atrio parroquial. Otra parte de ella fue cambiada al atrio de la Santa Cruz del Chorro.
En 1907 diseña y construye uno de sus mejores altares por la armonía en sus proporciones y buen dibujo del ciprés, el altar mayor del Templo de Santo Domingo, antiguo Santuario de la Virgen de Guadalupe cuando era capellán el Pbro. D. Francisco Hernández quien fuera al mismo tiempo capellán de Atotonilco. Buena parte de los gastos corrieron a cargo de los hermanos Macario y Laureano González Montes.
En la arquitectura civil, además de los mercados Ignacio Ramírez y Aldama, se le atribuye la restauración, muy afortunada, de la casa de la antigua familia Lanzagorta, mejor conocida como la “Casa quemada”, así como casas particulares algunas de ellas en la calle de Jesús, siendo patente el estilo pseudo gótico de las mismas. La casa # 11 de la Calle de Pila Seca propiedad entonces de D. Felipe Ortiz, fue restaurada por D. Zeferino desde el marco de la puerta, el patio con cantera rosa y columnas de capiteles muy tallados, ventanas interiores y decoración en el comedor (al frente del zaguán) al fondo con arcos góticos.
Don Pepe López describe así los últimos días del constructor de estas obras:
“construyó de su peculio una pequeña capilla para que sirviera de tumba para él y su familia, la capilla de la Virgen de la Saleta, en el interior de templo de la Santa Escuela. Aprovechando la puerta lateral de ingreso y el espacio comprendido entre el templo y el Mercado Aldama. Aquí fueron sepultados su esposa, su hijo y él mismo, aunque su tumba carece de lápida o señalamiento dado que murió en plena epidemia de tifo y en momentos álgidos de la revolución situación que obligó su sepultura inicial en el panteón de San Juan de Dios y años después en el momento de la exhumación de sus restos, su familia había venido a menos y su memoria tendía a olvidarse”.
Don Zeferino Gutiérrez Muñoz murió en plena epidemia de tifoidea el 23 de marzo de 1916. Descanse en paz y viva su recuerdo en quienes conociendo su obra y su natural talento digan y reconozcan que este humilde albañil y cantero autodidacta Don Zeferino Gutiérrez es un orgullo de nuestra identidad nacional mexicana.