Por: Salvador Kalifa Assad
INTRODUCCIÓN
La actividad criminal en México ha crecido considerablemente en los últimos años. Son innumerables las anécdotas sobre asesinatos, secuestros, robos y asaltos. Estos crímenes están de moda, a plena luz del día, en prácticamente todos los rincones del país. Las notas de prensa y los noticieros de televisión presentan parte de la historia. Existen, sin embargo, muchos delitos que permanecen anónimos.
Es evidente que el Estado mexicano no cumple una de sus funciones más elementales, que es la protección de las personas y sus bienes, aunque eso sí, está muy entretenido en tareas secundarias como la producción de energía y las transferencias asistenciales. Es una vergüenza que muchos delitos no se denuncien porque están involucrados los mismos “guardianes” del orden. Los reportes de los crímenes son pocos por la notoria corrupción de nuestras fuerzas policíacas.
CRIMINALIDAD Y ESTRATEGIA ACTUAL
Esta escalada criminal no se detendrá repentinamente ni por sí sola. Tampoco con la ingenuidad de la estrategia oficial, que busca reducirla con llamamientos moralistas del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ha reiterado una y otra vez que no combatirá la violencia con la violencia, sino mediante apelaciones a los instintos maternales de los delincuentes, así como ofreciéndoles una Ley de Amnistía.
Es interesante contrastar el desdén del presidente por castigos y penas severas para atacar el mal endémico de la criminalidad que afecta a la población mexicana, con sus propios argumentos en contra de los llamados delitos de cuello blanco. En efecto, en lo que dice es su lucha frontal en contra de la corrupción, AMLO se ufana de haber logrado la aprobación de la ley que cataloga como delito grave la corrupción de los funcionarios públicos y, por lo tanto, evitar que los acusados por esa práctica alcancen la libertad bajo fianza para enfrentar sus respectivos procesos.
Por otra parte, la política de “abrazos y no balazos” contrasta también con los argumentos de la Secretaría de Hacienda para tipificar la defraudación fiscal “como delito grave y la emisión de facturas apócrifas como delincuencia organizada”. En los Criterios Generales de Política Económica para 2020 se nos dice que “La motivación de esas medidas está en línea con la racionalidad económica que sugiere que para evitar el cometimiento de un delito es necesario, tanto aumentar la percepción del riesgo de ser detectado, como endurecer las sanciones en caso de ser declarado culpable por la autoridad”.
La “estrategia” de AMLO en contra de la criminalidad va, por tanto, en contra de la racionalidad económica y de toda la literatura sobre la forma de combatir las actividades criminales y, más aún, de la experiencia sobre el tema en muchas otras naciones. Es lamentable, por consiguiente, que la pasividad de las autoridades también se refleje en la actuación de nuestros legisladores, convirtiendo de esa forma a México en un Estado fallido a los ojos del mundo.
La situación alcanza ya una notoriedad internacional, lo que lamentablemente se refleja en las recientes advertencias del gobierno de Estados Unidos (EU) sobre la seguridad en todo el país. En efecto, el Departamento de Estado de EU clasifica a más de la mitad del país, según el mapa anexo, como destinos a los que no recomienda viajar o que reconsidere viajar, describiendo con lujo de detalle que en muchas de estas entidades hay secuestros, robos y asesinatos, algunos vinculados al narcotráfico. Es sorprendente, por tanto, la pasividad que hasta hoy muestran nuestras autoridades y, en especial, los legisladores federales y estatales, ante tantas muestras de inseguridad en el país.
El presidente vive todavía a mediados del siglo pasado, cuando la sabiduría convencional veía a los criminales como personas enfermas que requerían tratamiento, o eran resultado de un entorno social adverso. La idea dominante de la época era que el castigo no era importante para determinar si una persona comete un crimen. En ese entonces sociólogos y psicólogos argumentaban que la gente cometía crímenes no porque veían una oportunidad para beneficiarse, sino porque eran socialmente deformes. Ideas similares a las que aduce hoy AMLO en su actitud frente al grave problema del crimen en México.
ENFOQUE ECONÓMICO Y EVIDENCIA INTERNACIONAL
Gary Becker, premio Nobel de economía, rechazó esa hipótesis y revolucionó el estudio de la criminalidad aplicando el enfoque económico para entender el comportamiento humano en la actividad criminal. Este enfoque comienza con un supuesto muy simple: los criminales son racionales y responden a los incentivos. Un secuestrador priva de la libertad a una persona porque encuentra dicha profesión económicamente atractiva, así como un narcotraficante recibe enormes beneficios pecuniarios por traficar con estupefacientes.
El crimen es un acto racional en la medida que implica beneficios y costos, y la cantidad de crímenes que se cometen puede determinarse en la misma forma que cualquier otra actividad. El criminal pondera, igual que otra persona en una ocupación distinta, los costos y beneficios asociados a su actividad y toma decisiones con base en ello. La única diferencia es que el crimen involucra un comportamiento que es contra la ley.
La hipótesis económica sostiene que los criminales son personas que aprovechan las oportunidades para obtener una utilidad violando la ley. El crimen sucede mientras los costos sean inferiores a los beneficios. Los costos, de manera simple, son el tiempo, la energía y el equipo usado en el crimen, más el costo esperado del castigo, que incluye restitución, multa y encarcelamiento. Bajo esta hipótesis, si se eleva el costo de cometer un crimen, esto es, se aumentan las probabilidades de ser capturado y de ir a prisión, así como si se amplía el tiempo de encarcelamiento, el número de crímenes tenderá a reducirse.
Cuando en los 60’s y 70’s cobró fuerza esta hipótesis económica, la disputa con otros puntos de vista se resolvió en el terreno de la investigación empírica. La idea popular de que los criminales son enfermos o desadaptados no encontró fundamento empírico. Es cierto que hay personas enfermas que cometen actos delictivos, pero ello no sirve para evaluar la actividad criminal en sí misma, como tampoco serviría hablar de la inteligencia y capacidad de la comunidad empresarial como un todo, observando solo a los empresarios cuyos negocios quiebran.
La evidencia a favor de la hipótesis económica es abrumadora en el nivel internacional, por lo que en EU y otros países desarrollados el tema ya no se discute. La frustración y el miedo que produjo el crecimiento del crimen en los 60s y 70s en EU, así como el análisis económico del crimen, lograron modificar la política pública respecto a los delincuentes. Las probabilidades de capturar al criminal y castigarlo se elevaron considerablemente. Existen numerosos estudios estadísticos que prueban el éxito de esas medidas, al mostrar que los delitos de todo tipo se reducen cuando la captura y el castigo se hacen más ciertos y severos, por lo que no hay duda de que los criminales responden a los incentivos que se les presentan.
OBSERVACIONES FINALES
¿Qué lecciones podemos derivar para México?
En México más personas se han convertido en delincuentes debido a que el crimen se volvió una ocupación más atractiva, al descubrir los criminales hasta ahora que la captura es remota, y el castigo es poco probable y muy leve. La conclusión obvia es que, para reducir el nivel de criminalidad en nuestro país, el gobierno tiene que ser más agresivo en los esfuerzos de captura, mientras que los legisladores tienen que aprobar leyes que eleven el costo de la profesión criminal, así como cambiar los procedimientos de los tribunales para hacer más expedito y cierto el castigo.
Lamentablemente, estas propuestas no forman parte del arsenal de medidas del gobierno de AMLO, que en su lugar se orientan a considerar a los criminales como desadaptados sociales, y que, con mayores oportunidades de trabajo y educación, así como llamados moralistas del presidente, abandonarían lo que hasta ahora son actividades muy rentables para ellos. Esa actitud sólo contribuirá a que el crimen siga siendo un buen negocio en México, lo que desalentará más la inversión productiva y reducirá el crecimiento del ingreso y el empleo en nuestro país.
BIBLIOGRAFÍA
Secretaría de Hacienda y Crédito Público, “Criterios Generales de Política Económica para la Iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación correspondientes al ejercicio fiscal 2020”, Septiembre de 2019.
Becker, Gary Stanley, “Crime and Punishment: An Economic Approach”, Journal of Political Economy 76, no. 2, 1968.
Becker, Gary Stanley, “Essays in the economics of crime and punishment”, New York, National Bureau of Economic Research distributed by Columbia University Press, 1974.
U.S. DEPARTMENT of STATE — BUREAU of CONSULAR AFFAIRS, página de internet (https://travel.state.gov/content/travel/en/international-travel/International-Travel-Country-Information-Pages/Mexico.html).
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, página de internet (https://www.gob.mx/sesnsp/acciones-y-programas/incidencia-delictiva-del-fuero-comun-nueva-metodologia).