Por: Jerry Gortman
La muerte del comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución de Irán, Qasem Soleimani, ordenada por el presidente Donald Trump y la posterior represalia hecha por el gobierno de Teherán, lanzando misiles a bases norteamericanas asentadas en Irak, han desatado en todo el mundo una psicosis colectiva que pretende situar este conflicto como el inicio de la Tercera Guerra Mundial.
Pero cabría preguntarse: ¿es verdad que este conflicto representa el inicio de la Tercera Guerra Mundial?
En primera instancia debemos considerar que si nos atenemos a un conflicto militar directo, sólo entre los Estados Unidos e Irán, sin la intervención de ningún otro país en el conflicto, la ventaja estadounidense es descomunal, ya que mientras los Estados Unidos son considerados como la primera potencia militar del mundo, (posee en la actualidad 5113 ojivas nucleares, además de submarinos y aviones desarrollados con la más alta tecnología del momento, y miles de armas convencionales desarrolladas con tecnología de punta); por otra parte, es un hecho que Irán, a pesar de que cuenta con un extenso arsenal de misiles balísticos de medio y largo alcance y un numeroso ejército calculado en 525,0000 efectivos, es un país que no cuenta con los recursos económicos suficientes para sostener una guerra con una potencia mundial y que además no posee armamento nuclear, debido a las restricciones que en este sentido han impuesto las potencias occidentales (Francia, Alemania, Gran Bretaña y Rusia) para controlar el uso que haga el país persa de su energía nuclear.
Cabe señalar, que hasta ahora ninguna potencia se ha manifestado por apoyar abiertamente al gobierno iraní, en los hechos Irán se encuentra sólo si quiere enfrentar a los Estados Unidos. Por ello y debido a que Irán no cuenta con arsenal nuclear, no puede haber intercambio de proyectiles atómicos y por ende una apocalíptica guerra en la que se acabaría el mundo no es posible en estas condiciones.
No obstante, el peligro de alargar las tensiones y no parar esta serie de ataques norteamericanos y contraataques iraníes radica precisamente en la posibilidad de que salgan afectadas otras naciones o que grupos terroristas se inmiscuyan atacando intereses norteamericanos en la región o en cualquier parte del mundo, lo cual sí sería un peligro para la paz mundial, debido al efecto dominó que podría traer consigo el involucramiento de factores imprevistos que entonces sí podrían provocar una guerra mundial.
Por otra parte, según declaraciones hechas por el presidente Donald Trump el miércoles 8 de enero, los Estados Unidos han optado por no contestar el ataque iraní hecho con misiles y dirigido a las bases militares norteamericanas asentadas en Irak, manifestando Trump que lo que sí va a hacer es incrementar las sanciones económicas.
Incluso, Trump reiteró su propuesta de negociaciones con Irán sobre su programa nuclear y la influencia que juega en la región.
Con ello, al parecer el presidente estadounidense se ha mostrado mesurado y ello podría poner un ladrillo en la construcción de acuerdos entre los dos países.
Sin embargo, la retórica conciliatoria del presidente Trump obedece, según algunos analistas norteamericanos, al disgusto que causó entre ciertos sectores conservadores el rápido operativo realizado en suelo iraní que acabó con la vida del comandante Soleimani y el consecuente miedo que les provocó el posible inicio de un conflicto generalizado en la región que podría haber provocado una guerra mundial.
De ser así, Trump habría comprendido que, de seguir agudizándose el conflicto sin escuchar el descontento de éstos sectores, podría restarle al presidente norteamericano miles de votos republicanos que podrían poner en peligro su reelección en las próximas elecciones presidenciales de noviembre de este año.
A su vez, el ministro iraní de Relaciones Exteriores, Mohamad Javad Zarif, había asegurado que “no buscamos una escalada de guerra” y precisó que las represalias “proporcionadas de la noche habían terminado”.
No obstante, lo anterior, los factores geoestratégicos que están en juego en la región podrían imponerse a la buena voluntad o inacción que puedan mostrar ambas naciones.
Los Estados Unidos podrían caer en la tentación de defender los intereses de sus aliados judíos en medio oriente y querer someter y disminuir por la fuerza la golpeada influencia iraní en la región, castigando con ello a un enemigo a muerte del estado de Israel, lo cual sería desastroso para la región, ya que Irán podría formar una alianza con Rusia y Siria a fin de hacer frente a las agresiones estadounidenses.
Asimismo, la situación geográfica estratégica de Irán, con acceso directo al estrecho de Ormuz, podría también tentar a este país a fin de cerrar este importante acceso de 33 kilómetros de ancho por donde pasa un tercio del suministro petrolero global que se produce y se exporta al mundo (21.7 millones de barriles diarios) y boicotear el suministro de petróleo a Estados Unidos y sus aliados.
De momento, los Estados Unidos e Irán no desean un enfrentamiento militar directo, ya que los costos económicos y políticos son muy altos para ambos países, tanto para Irán como para el presidente Trump, ya que por una parte Irán vería hundirse su economía con el posible bombardeo y destrucción de sus instalaciones petroleras por parte de las fuerzas militares estadounidenses y el mantenimiento y aumento de las sanciones económicas impuestas por el gobierno de Donald Trump, mientras que al presidente norteamericano no le conviene iniciar una guerra que pudiera enemistarlo con el electorado conservador de su partido y perder el apoyo que necesita para reelegirse en la presidencia de los Estados Unidos.
En este sentido, es interesante conocer un estudio hecho por instituciones académicas y organismos privados como Eurasia Group y The Atlantic Council, quienes señalan que una invasión a Irán causaría más de un millón de muertos, contando las bajas que se producirían entre las tropas de ambos ejércitos y las que se causaran entre la población civil, además de provocar un desastre económico que alentaría, según este estudio, el brote de movimientos insurgentes que lucharían en contra de la ocupación estadounidense, generando millones de refugiados que buscarían asilo en los países cercanos y en el continente europeo.
Al parecer, el mundo ha vuelto a respirar, al menos de momento, ya que esta pausa de paz es probable que se encienda nuevamente si el presidente Trump se reelige para un nuevo periodo de cuatro años en la presidencia de su país, y ya sin la preocupación de perder la presidencia quizá sí se decida a atacar sin contemplaciones a Irán. De suceder esto, como diría mi abuelita: “Que Dios nos agarre confesados”