POR: JUSTO MIRÓN
México es un país difícil de explicar. Diariamente en el mueren más personas que en aquellos países que atraviesan por una guerra. El año pasado las víctimas de la violencia e inseguridad cobraron casi 36,000 personas y nadie se inmuta o como diría Jaime Maussan: “Y nadie hace nada”.
Nuestro país parece vivir en otra dimensión o explicarse a partir de otras realidades diferentes. ¿Será que vivimos en una fantasía?, o como dijo André Bretón, padre del surrealismo, cuando visitó México en 1938, “México es el país más surrealista del mundo”.
La realidad que vivimos los mexicanos parece escribirse a partir de hechos y acontecimientos difíciles de entender.
Pues bien, les voy a contar un cuento que quizá, entrando en el mundo irreal de las letras, nos ayude a entender la realidad que vivimos como país y la actitud que ha mostrado López ante los graves problemas por los que atraviesa nuestra nación, siempre buscando chivos expiatorios para desentenderse de los problemas y mostrando su ineptitud e insensibilidad política y personal ante el dolor y sufrimiento de los mexicanos.
Cuenta esta historia que en un reino, de esos que ahora le llaman “en vías de desarrollo”, vivía, en un lujoso palacio, un megalómano rey con su familia, de esas mansiones que cuentan con servidumbre y vigilancia las 24 horas.
Los habitantes de su reino lo aclamaron como rey porque sus palabras habían sembrado la esperanza de un verdadero cambio. ¡Este rey va a ser diferente!, decía el pueblo entusiasmado, él prometió un reino con desarrollo y prosperidad, que se terminaría la corrupción y la impunidad, que acabaría con la inseguridad y la violencia y, sobre todo, que el pueblo por fin contaría con un rey cercano y sensible a las necesidades y sufrimientos de sus súbditos.
Confiado en la esperanza despertada en su pueblo, este megalómano rey iba todos los días frente a su espejo y le preguntaba: ¡Espejito, espejito!, ¿quién es el rey más querido y apendejado, perdón adorado, por su pueblo?, a lo que el espejo siempre le contestaba: tú, mi querido y soberbio rey.
Así transcurrió un año y el rey se la pasaba gobernando con puras palabrerías y declaraciones, sin asumir responsabilidades por los problemas del reino, dejando en la orfandad gubernamental a niños con enfermedades terminales y a mujeres que viven aterrorizadas por la violencia y la muerte.
El pueblo empezó a notar que el rey no hacía nada por resolver sus problemas y empezó a disgustarse con él. Ante esto, el rey preocupado consultó nuevamente a su espejo y le dijo: ¡Espejito, espejito!, ¿quién es el rey más querido y adorado por su pueblo?, a lo que el espejo le respondió: tú mi querido, soberbio y obcecado rey, más ten cuidado porque tus súbditos empiezan a enojarse contigo.
Sin importarle en lo absoluto la opinión del espejo, llegó otro año más y la situación de su reino había empeorado.
La indiferencia e ineptitud mostradas hacia sus súbditos se le empezaron a revertir cuando la violencia e inseguridad en su reino cobró la vida de una mujer que fue asesinada y desollada y de una niña de siete años encontrada muerta y que mostraba signos de haber sido violada.
Ante esto, grupos de mujeres del reino se indignaron y le exigieron a su rey que pusiera freno a la violencia y muerte en su contra, pero cuando se lo dijeron, el rey se encontraba más preocupado por organizar una rifa que por atender el dolor y el sufrimiento de estas mujeres.
Megalómano como siempre, y además ególatra y paranoico, consultó nuevamente a su espejo y le volvió a preguntar: ¿Espejito, espejito, quien es el rey más querido y adorado por su pueblo?, a lo que el espejo le contesto: mi querido rey tú ya no eres el más querido y adorado por tu pueblo, debes saber que miles de personas están muy disgustadas contigo, en especial las mujeres que son las más resentidas y molestas por la indiferencia y desprecio que has mostrado hacia ellas.
Entonces, el rey, en lugar de pensar en resolver los problemas y sufrimientos de sus súbditos, empezó a inventar algo que hiciera creer a la gente que el pueblo es ¡feliz, feliz, feliz! Ya sé, dijo: en lugar de dar un informe de gobierno al pueblo, voy a darles cuatro, en los que voy a mencionarles “otros datos”, que contradicen la crisis económica y social que viven millones de mis súbditos, y resaltando las dádivas y limosnas de programas sociales, para que no se les olvide lo bueno y generoso que soy, al cabo que el dinero que les regalo no sale de mis bolsillos, sino de los impuestos que pagan mis lacayos, “quedo bien con chaleco ajeno” se dijo a sí mismo.
Voy a darles a mis “lacayos” o mejor dicho a “mis solobinos” cuatro “lavados de cerebro”, perdón quise decir “informes de gobierno”, los días 5 de abril, 1º de julio, 1º de septiembre y 1º de diciembre de cada año, y en esas fechas, después de embaucarlos con datos y cifras que resaltan las dádivas y limosnas que les doy a los pobres, a los viejitos y a los ninis, entonces mis súbditos tendrán que volverme a adorar.
Pobre reino, jamás pensó que su rey resultaría un megalómano, ególatra y sediento de poder, peor que los reyes que antes había tenido. El desencanto del pueblo se asemeja al chiste que cuentan sobre López.
Nos dice el chiste: ¿Sabían que López Obrador va a ser declarado santo por el Papa Francisco?, ¿Por qué?, se preguntarán, porque en tan sólo un año lleva 30 millones de arrepentidos.
Entre broma y broma la verdad del pueblo sabio asoma.