Por: Mnemea de Olimpia
Como podremos entender ahora, con mucho más detalle, las mujeres de hoy en día, prácticamente todas infectadas por el feminismo, en mayor o menor medida, no son otra cosa que armas y peonas del Nuevo Orden Mundial, que como ya se sabe, nada o muy poco podría hacer sin el propio consentimiento de las masas. Desde una perspectiva psicológica, la mujer feminista cree religiosamente que la explicación de la violencia social, de las violaciones o de los abusos de poder se deben a superestructura llamada patriarcado, el cual, encabezado por hombres, lo domina todo para activamente oprimir a la mujer, y por lo tanto, a ella misma. Lo curioso, y francamente muy simpático, es que la feminista promedio sea tan ignorante como para no percatarse de que sus camaradas de lucha, sin importar en qué país se encuentren, defienden dicha tesis, y al mismo tiempo, no tengan la capacidad analítica para percatarse de que el mundo occidental tiene a muchas mujeres en los principales puestos de autoridad, como por ejemplo Ángela Merkel en Alemania o hasta hace poco Theresa May en el Reino Unido. Es decir, si activamente los hombres se organizan para oprimir a las mujeres, y evitar que éstas obtengan poder político, entonces los hombres, quienes solían ser capaces de conquistar continentes enteros, ahora son unos verdaderos incompetentes, pues no pueden ni preservar sus posiciones de dominio político. Como lo podemos apreciar, la tesis feminista es una burla a la inteligencia. Pero entonces, ¿por qué es tan recurrente que las mujeres se vuelvan feministas? Eso, es un fenómeno particularmente complejo que vale la pena explicar.
La mujer, al ser un ser altamente emocional, y como fémina no me avergüenza reconocerlo, es particularmente susceptible a ideologías irracionales, pero altamente cargadas de emociones y simbolismos, tales como las religiones. Insisto, no por nada las mujeres siempre se han visto más inclinadas por el refugio emocional que las religiones les ofrecen, en especial en tiempos de particular angustia en sus vidas. Ante lo anterior, el feminismo se presenta como una ideología religiosa que da razón a su mundo, su sufrimiento, y que explica el porqué de sus fracasos, por supuesto, no a través de la reflexión y el autoanálisis, sino creando una figura destructora y obscura a la cual se le puede atribuir todo lo malo que ocurre en este mundo. Algo así como un Satanás del siglo XXI: el hombre su patriarcado. Por lo tanto, al ser la liberación femenina lo equivalente a la Salvación cristiana, toda mujer que en otros tiempos lucharía por ser salvada, sometiéndose al dogma cristiano, y al mismo tiempo evangelizando a los demás para ganarse los cielos, en nuestra era ésta busca activamente su liberación política, económica y sexual, “despertando” ideológicamente a las demás mujeres, para algún día lograr el paraíso marxista en la Tierra. Como podemos ver, no hay nada nuevo bajo el sol. Las mujeres de la Primera Edad Media y de la Segunda Edad Media, siguen siendo las mismas criaturas fácilmente manipulables emocionalmente. No es mi deseo que se malinterprete y que se crea que yo catalogo al hombre como un ser racional y difícil de manipular. Al contrario, éste es igual o peor, pero víctima de otros medios, y esclavo de otras emociones. El problema, dicho en pocas palabras, no es el hombre o la mujer, o las feministas, o los “elegidos” que promueven estas ideologías, sino la propia calidad del individuo. Mientras más alta sea ésta, mayores y más complejas serán sus aspiraciones; por el contrario, mientras más baja sea ésta, más simples y mediocres serán las anteriores.
Sépase entonces que si queremos explicar el México de hoy en día, o el Occidente del presente, nuestro eje central no deberán ser los síntomas de su colapso, tales como el feminismo, la esterilidad voluntaria, el hedonismo, el materialismo, etc., sino su causa más primogénita: su calidad humana.