Por: Mnemea de Olimpia
Como hemos explicado en la entrega anterior, en realidad, el tema del feminismo se reduce esencialmente a un tema de calidad humana y de su resultante manifestación social. Podríamos argumentar que las mujeres están adoctrinadas, que es la pérdida de valores y que sin los medios masivos de comunicación, y la enorme influencia del sistema educativo, todo sería mejor, y puede ser que algo de razón haya en ello, pero al final del día, lo que muchas veces olvidamos es que el ser humano del siglo XXI tiene una enorme predisposición a ser infectado por ideologías absurdas, simplistas y socialmente disociadoras, no debido sólo al actuar de los “elegidos”, sino también a su profunda disminución en calidad biológica.
Hay un dicho europeo que afirma que “uno puede conducir a un caballo a un lago, pero no puede obligarlo a beber su agua”, y ello es completamente verdadero. Aquellos que inundan la sociedad con sus ideologías destructivas están en su derecho de hacerlo, pues mientras más degenerados estemos nosotros, más fuertes serán ellos, pero lo anterior no significa en automático que irremediablemente debamos consumir dichas ideas, pues afortunadamente, nuestra mente y voluntad son nuestras para hacer con ellas lo que nuestra consciencia nos demande. Por ejemplo, sabemos bien que las feministas absorben sus ideas de profesores marxistas, y lo anterior ocurre en las universidades. Más que sólo criticar lo que sucede, cuales simples víctimas indefensas, deberíamos crear nuestras propias universidades, con nuestros propios profesores, donde fuese la gente como nosotros la que formase a las nuevas generaciones de mujeres, según nuestros propios valores y objetivos sociales. ¿Por qué no lo hacemos? Simple. Porque en nuestros círculos, no hay líderes, ni hombres de acción, sino meros idealistas, tan expertos para explicar los fenómenos sociales, como inútiles a la hora de materializar sus ideales y llevarlos a la realidad. Así no podemos cambiar al mundo, pues de la simple crítica, una fuerza destructora, no puede nacer nada. ¿Qué debemos hacer entonces? Crear y construir. Veamos a qué me refiero.
Lo primero que hemos de erradicar es nuestra mente de víctima, y nuestra conducta como simples observadores. Constantemente criticamos lo que realizan otros grupos, como las feministas, los degenerados, los corruptos, los masones, los “elegidos”, etc., pero ¿y nosotros qué hacemos? Realmente, si somos sinceros, sólo escribir, mandar artículos o videos a nuestros amigos, reunirnos a vociferar contra el gobierno y la decadencia de este mundo, y a veces marchar junto a desconocidos. Hace 80 años el mundo se paralizó ante nuestro actuar, ¿y hoy? Nos ahogamos en nuestra quietud, sabiendo que la naturaleza, si algo desprecia ella, es la pasividad. De seguir las cosas como hasta ahora, las feministas, y los degenerados heredarán el mundo, no porque su causa sea la virtuosa y la correcta, sino simplemente porque son mucho más activos que nosotros.
Ante lo anterior, no me queda más que hacer un llamado a la acción. Debemos organizarnos, crear nuestras propias comunidades, empresas, universidades, y centros de convivencia. De tal forma que poco a poco comencemos a tener un impacto e influencia real en la sociedad, en especial en las futuras generaciones, y no simplemente nos limitemos a diagnosticar a un enfermo que a los ojos de todos, menos a los suyos, está a punto de morir.