Por: Justo Mirón
López intuye que los fideicomisos son un nido de ratas. ¿Y cómo lo sabe? Porque él creó un fideicomiso para “ayudar” a los damnificados por el terremoto del 19 de septiembre de 2017.
¿Y qué pasó con ese fideicomiso? Pues que las opacas aportaciones fueron usadas de una forma turbia. El destino de los recursos se empleó por una parte, para comprar votos y otra parte seguramente engrosó la cartera del hombre que presume haber vivido años con 200 pesos en la cartera, pero recolectaba millones en efectivo, en bolsas de pan. ¿Y los afectados por el sismo? Bien, gracias.
No fue sorpresa que alguien que tiene un concepto casi inexistente de los ingresos y egresos, ya que solamente ha recibido dinero público a todo lo largo de su vida adulta, quizá exceptuando regalías por libros que firmó, pero ni siquiera leyó, y a los que las organizaciones políticas a las que ha dirigido compraban en forma masiva, para luego regalarlos, y así justificar sus entradas, ideara que para obtener recursos para subsanar sus pésimas decisiones económicas, era vital apropiarse de los fideicomisos creados y financiados durante décadas, y sólo él, desde su magnanimidad, decidiera en que se empleara lo acumulado.
¡Ah que López y sus hamponiles secuaces! Les dejaron miles de millones de pesos guardados, lo consideran corrupción y sospechoso de malos manejos. Ellos lo despilfarran y lo gastan en oscuros programas, sin reglas de operación y con nula transparencia, lo venden como “honestidad valiente”.
Así, en esa cueva de bandidos en la que se ha convertido la cámara de diputados, se votó para extinguir diversos fideicomisos, los que garantizaban que numerosos proyectos no estuvieran sujetos a la programación anual de la administración pública.
Lo más gracioso es que entre los fideicomisos más afectados, están los que beneficiaban a los prostituidos “intelectuales” que proclamaron su apoyo, admiración y amor por el déspota de Macuspana.
Para López, las críticas que brotaron por su decisión, son pequeños detalles, insignificantes, para el apetitoso botín de miles de millones de pesos de los que se va a apropiar y con los que satisfará sus caprichos y engordará su vanidad.
López es un borracho que no come lumbre, perdonó a los fideicomisos relacionados con las fuerzas armadas, la militarización del país, la que denunció como candidato en tres ocasiones, sigue viento en popa. Pero sigue el esquema castro-chavista de quedar bien con los que tienen las armas, no le vaya a pasar lo que a su amigo Evo en Bolivia en el 2019.
Por lo pronto, fideicomisos previstos para todo tipo de necesidades, desde la de cubrir desastres naturales, pasando por promover las artes y los deportes, hasta el de los jubilados del extinto Banrural, pasaron a “mejor” vida.
Eso no le asegura a López apropiarse de inmediato de lo acumulado, pero con su desprecio por las leyes, y el control que tiene sobre el poder judicial, más temprano que tarde despilfarrará lo ahorrado.
La pregunta lógica es: ¿Una vez que se gaste esas sumas multimillonarias, que pensará este insaciable devorador de nuestro dinero?
Ya ha dado señales que siguen nuestras afores y, cuando se las termine, irá sobre las reservas del Banco de México, a las que ya amagó con quedárselas, pero por el momento le pusieron un alto, no cejará en su empeño.
Con todo, llegará el día donde no tenga más botín al que echarle el guante. Con un gobierno quebrado y una economía derruida lo único que medio salvará a la población, serán las remesas de los emigrados a los Estados Unidos, quienes cada vez serán más, revirtiendo la tendencia de los últimos años.
Y así López culminará su tarea, administrando la escasez, decidiendo quién puede y debe comer, tener ropa o darse un gustito. Será el “empeorador“ que siempre soñó con ser. Los mexicanos o no aprendimos en cabeza ajena, o es lo que nos merecemos. Elija usted la opción que crea más ajustada a la realidad.