Por: Justo Mirón
Jugosas noticias han menudeado estos últimos días, mis amigochos, y ya ni sé por dónde empezar. Pero en fin, comencemos por algo.
Ahora resulta que, a la chita callando, El Megalómano de Palacio pretende, ¡¡cómo no!!, manejar a modo las próximas elecciones intermedias a través de …¡¡la Secretaría de Economía!!. Así, como lo oyen –o, por mejor decir, como lo leen–. ¡¡Háganme el refabrón cavor, mis chiquitines!!
Ojo con este despropósito publicado en el DOF (22-5-20):
El gobierno vía la Secretaría de Economía quiere regular la organización ¡de las elecciones!
No entienden que las elecciones no son actividad económica; peor, ignoran que hay autonomía constitucional en materia electoral. pic.twitter.com/ziwvrn0x2b
— Ciro Murayama (@CiroMurayamaINE) May 26, 2020
No pasa un día –uno solo– en que El Megalómano de Palacio o su camarilla, o ambos, dejen de fastidiar aún más al castigado ciudadano mexicano y de hecho a la nación entera. Asombra, de verdad, la capacidad destructiva que los anima, y tooooodas sus acciones van encaminadas a dañar a la gente en mil formas.
Frente a la terrible crisis económica que ya tenemos encima –agravada ahora por el dichoso coronavirus– y que se originó prácticamente desde el arribo al poder de El Megalómano, con crecimiento menos cero y demás, el personaje en cuestión palpa, presiente, columbra, adivina e imagina –con razón, sin duda alguna– que el pueblo en su conjunto está hasta la mother de su gobierno y de sus adláteres, y piensa (bueno, por decirlo de alguna manera porque el raciocinio no es algo que se le dé) que en las inminentes elecciones del año que viene está en peligro no sólo de no incrementar su amplio control político en el Congreso (brincos diera que fuera lo contrario), sino de perder posiciones y aun de que se le vaya de las manos su hoy cómoda ventaja numérica legislativa.
Por eso y sólo por eso, mis chiquitines, es que El Megalómano de Palacio salió en chi…. digo en gira como estampida al sureste de la República para dar el banderazo de salida al famoso Tren Maya, una de sus inútiles y ruinosas obras faraónicas. Tiene el propósito, o más bien la esperanza, de que en sus inauguraciones, cortes de listón, discursos, saludos, gritos y sombrerazos, pueda recuperar la popularidad que se le ha escurrrido como agua entre las manos y que él mismo reconoce.
Aunque no haya grandes concentraciones populares por aquello de los contagios, El Megalómano se sentirá a sus anchas en alguna o algunas plazas públicas, o de perdis en salones o auditorios, donde pueda vociferar a sus anchas contra los conservadores, los fifís, los señoritingos, los sabelotodo, los periodistas, los ingenieros, los médicos, los científicos, los empresarios, los… ¡uff!, me faltan muchos más pero «ay» lo dejamos.
Y aunque a él le valgan un caracho los cubrebocas y la sana distancia, no es de esperar que cometa imprudencias acercándose de más a la gente, aunque la verdad –y aquí entre nos– qué gusto nos daría que visitara hospitales y repartiera con generosidad besos, abrazos, apretones de mano y demás apapachos entre los enfermos aquejados del terrible mal que hoy nos azota. Que les demuestre así su plena solidaridad. Faltaba más.
Peeeeero, si bien confía en que se sobrepondrá a la drástica caída de su imagen, no está de más que sus propios operadores instrumenten alguna palanquita, así como no queriendo, para manejar a discreción y desde el poder los próximos sufragios ya citados. De ahí. entonces, su intento de que el IFE, organismo autónomo al que El Megalómano no puede ver ni en pintura, quede prácticamente de lado en la justa electoral que se avecina. Es decir, un ojo al gato y otro al garabato. O bien a Dios rogando y con el mazo dando. Todo antes que ceder un ápice de poder.
Por último, no quiero omitir o dejar de comentar dos perlas más en el amplísimo repertorio de dislates de El Megalómano de Palacio: casó a don Benito Juárez con …¡¡doña Carmen Romero Rubio de Díaz!!, y justificó el recorte de recursos a las áreas de ciencias porque…¡los científicos apoyaron al gobierno de don Porfirio! ¡Recórcholis! !Recáspita! ¡Zambomba! (me sé más interjecciones, pero no quiero presumir): que alguien haga el favor de ilustrar a El Megalómano y, aunque sea por caridad, le informe que el grupo científico porfirista (integrado, entre otros, por José Ives Limantour, Justo Sierra, Francisco Bulnes y Miguel Macedo, así llamado porque apoyaba sus postulados en el positivismo de Augusto Comte, que daba preeminencia a la ciencia para arribar al conocimiento auténtico), constituía un grupo político que nada tenía qué ver con científicos de laboratorio, personajes de bata inmersos en probetas, escalpelos, microscopios, mecheros y demás materiales por el estilo.
En fin, mis amigochos. Sean felices, no cometan imprudencias y nos vemos para la próxima…