Por: Gustavo Novaro García
En un año en que Pemex ha sufrido pérdidas históricas, cuando el mercado petrolero sigue muy incierto por el Covid-19, lo que afecta la demanda de esta materia prima, y con obligados recortes a los gastos de la administración pública, uno de los proyectos centrales de la administración de López, a través de la secretaría de Energía (Sener) encabezada por Rocío Nahle, es la refinería Dos Bocas, a instalarse en Tabasco.
Desde antes de que comenzará la ejecución de esta obra hubo severas objeciones por los conocedores de la industria. Se recordaba que ya existía un plan ejecutivo y terrenos comprados para una refinería en Hidalgo; que sería más barato y eficiente reconfigurar las seis ya existentes (Cadereyta, Salamanca, Ciudad Madero, Minatitlán, Salina Cruz y Tula) ya que operan por debajo de su capacidad; y que los pantanosos terrenos elegidos para construir Dos Bocas exigirían la destrucción de manglares, además de ser muy inestables para la edificación; también los tiempos -López quería inaugurar la obra ya en funcionamiento en 2022- y lo presupuestado, se asumieron irreales.
Un estudio del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) que dio a conocer el periódico Reforma consideraba que la refinería era inviable técnica y financieramente; y que su costo total sería de 14 mil 740 millones de dólares, sobrepasando los 8 mil millones de dólares planteados por el Gobierno. En lugar de hacer una refinería pequeña, tipo brasileño, se quiso levantar una enorme.
No se discute que refinar el crudo crea más valor agregado, sea en plásticos u otros derivados, pero las formas y el fondo obedecen más a la ideología, que a una valoración racional.
El tiempo ha validado todas y cada una de las críticas y objeciones a Dos Bocas.
En mayo de 2019, se declaró desierta la licitación para el project manager de la obra, pues ninguno de los participantes logró cumplir con las expectativas de la Sener, aún con todo eso la construcción empezó el 1 de agosto de 2019. Ante esto, y para que la secretaría de Hacienda libere recursos, el IMP realizó una licitación para un nuevo proyecto ejecutivo.
Parece increíble que para una inversión de tal magnitud y complejidad se empezara a trabajar sin un estudio serio y profundo, pero así fue.
Las malas noticias se han ido acumulando. La compañía estadounidense Kellogg Brown and Root (KBR), encargada de los paquetes 4 y 6 abandonó la segunda fase del proyecto por sobrepasar el presupuesto originalmente proyectado por la Sener, los costos pasaron de 2.4 a 4.7 millones de dólares.
ICA-Flúor y la empresa italo-argentina, Techint, entraron al relevo. Hasta ahora, de acuerdo con información oficial, hay un avance físico y financiero del 13 por ciento de la construcción.
La necesidad de obtener recursos para Dos Bocas, ha obligado a Pemex a tomar medidas cada vez más desesperadas. Las exportaciones del crudo pesado, conocido como maya caerán casi un 70 por ciento, entre 2021 y 2023, para que Dos Bocas pueda refinar gasolina y otros combustibles en México (aunque cueste más caro) y dejarlos de importar, ya que se prevé que allí se procesen 340 mil barriles de petróleo por día.
El colmo fue que con la temporada de huracanes, las obras se inundaran, a lo que Nahle sarcáticamente contestara que eran encharcamientos, que se secaban a la media hora.
Ya se ha ido casi un tercio de este gobierno, por lo que acelerarán los trabajos con tal de ver que López llegue a inaugurar su capricho, lo que garantiza que el control de calidad no será el óptimo, que con el apresuramiento haya mayores errores, lo que de nueva cuenta incrementará el dispendio y que los procesos no alcancen a estar maduros por completo.
López juega a perder con nuestro dinero, nos heredará un problema económico y ambiental de enormes proporciones, ojalá se le pueda juzgar en algún momento por semejante daño a la nación.