Por: Gustavo Novaro García
El fallido intento por vender el avión TP-01 “José María Morelos y Pavón”, un 787 Dreamliner fabricado por Boeing, es una síntesis de lo que ha sido este gobierno: demagogia desmedida, nula planeación y pésima ejecución.
En su tercera campaña presidencial, cimentada en millones de spots que usufructuó en su carácter de presidente de Morena, Andrés Manuel López Obrador utilizó el avión que empleaba para transportarse Enrique Peña Nieto, y que había sido adquirido en la presidencia de Felipe Calderón con la aprobación de la Cámara de Diputados, como el símbolo de los excesos y abusos de la casta gobernante.
López Obrador con el sencillo y efectivo slógan de “Este avión no lo tiene ni Obama”, sembró entre la opinión pública la idea de que el costo de la aeronave era exorbitante, llegó a decir que fue de ¡Siete mil quinientos millones de pesos!, cuando su precio verdadero según información oficial y pública es de 218 millones de dólares, sumándole los gastos de financiamiento en pesos, fue de 4 mil 557 millones. Una exageración de tres mil millones de pesos.
López Obrador desde sus primeras conferencias de prensa matutinas dijo que destinaría lo obtenido por el TP-01 para diferentes proyectos, comprometiendo un dinero que no tenía, por lo menos para tres causas diferentes. Para esto, lo envió a guardar a un hangar a California para sembrar entre la población la idea de su venta, en diciembre de 2018, inclusive agencias de noticias manejaron que ya la operación era inminente. Por estacionar la aeronave se pagaba cerca de un millón de pesos mensuales, sin contar la depreciación financiera.
Pero, López Obrador nunca aclaró que el avión se había adquirido bajo un esquema de arrendamiento y del cual se debía una buena parte. Las ofertas que se conocieron eran insuficientes para justificar que se ofertara, y el avión regresó sigilosamente a comienzos de este año a nuestro país, al ex hangar presidencial. Para colmo, López Obrador dijo que el avión ¡Sólo servía para distancias largas! Ignorando lo que es la autonomía de vuelo.
Más allá de que un jefe del ejecutivo de un país con el tamaño físico y económico de México necesita una aeronave por seguridad. Por ejemplo, este gobierno sacó de emergencia a Evo Morales de Bolivia empleando un avión de la Fuerza Aérea Mexicana que tuvo que hacer escalas para reabastecerse de combustible, aunque al poco tiempo Evo se despidió por la puerta de atrás y sin tanto escándalo, este fallido asunto nos deja tres lecciones sobre el actuar de este gobierno.
La primera es que se toman decisiones precipitadas, sin estudios completos de pros y contras, así, los riesgos no se justifican racionalmente. La segunda es que una vez tomada una determinación, se ejecuta mal. La tercera es que López Obrador trata de desviar la atención de sus fallas, una y otra vez.
La última ocurrencia sobre el tema, fue la propuesta en su conferencia matutina del viernes 17 de enero de proponer «Una rifa de 500 pesos, 6 millones de ‘cachitos’, en la Lotería Nacional. Explico (…), se daría al que ganara al avión ya incluido un servicio de operación de dos o un año», mencionó.
Lo absurdo de ese señalamiento, señala que en el gobierno se carece de la capacidad administrativa para gestionar recursos que no son de López Obrador, sino que son de todos los mexicanos.
Continuamos así, con un presidente que sujeta su tiempo, suponemos valioso, a lo que decidan las aerolíneas comerciales, cuando podía eficientar su productividad con una aeronave a su plena disposición.
Ya se decía desde mucho tiempo atrás: lo barato sale caro.