Por: Salvador Kalifa Assad
INTRODUCCIÓN
El 31 de agosto de 2018 el representante comercial (USTR, por el nombre de ese cargo en inglés) de Estados Unidos (EU), Robert E. Lighthizer, anunció que se cumplía con el requisito legal de notificar al Congreso de su país que el presidente Donald Trump (DT) esperaba firmar dentro de los noventa días siguientes un acuerdo comercial con México y, en su caso, con Canadá si así lo consideraba ese país, para sustituir al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El 30 de septiembre siguiente, el mismo representante informó que finalmente Canadá se había incorporado al nuevo acuerdo denominado USMCA en EU y CUSMA en Canadá (por las iniciales de su nombre en inglés). En México, se adoptó el nombre de Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, abreviándolo como T-MEC.
El 30 de noviembre siguiente, durante la reunión cumbre del G-20 (el grupo de las economías más importantes del mundo constituido por 19 países individuales, más la Unión Europea) en Buenos Aires, Argentina, el Primer Ministro de Canadá (Justin Trudeau) y los Presidentes de EU (DT) y de México (Enrique Peña Nieto), formalizaron la firma del T-MEC. Éste fue ratificado por el Senado de México el 19 de junio de 2019 y está pendiente de una acción similar en el Congreso de EU y en el Parlamento canadiense.
T-MEC BIEN VISTO, PERO NO TAN POSITIVO
Al referirse a la conclusión de las negociaciones sobre el nuevo acuerdo comercial, DT dijo “Es un gran honor para mí anunciar que hemos completado con éxito las negociaciones sobre un acuerdo nuevo y original para liquidar y reemplazar el TLCAN y los acuerdos comerciales relacionados, con un increíble acuerdo EU-México-Canadá, llamado USMCA.” Cabe recordar que DT es un opositor férreo del TLCAN desde hace mucho tiempo y lo puso de manifiesto desde los primeros momentos de su campaña hacia la presidencia de EU, por lo que al resultar electo elevó la probabilidad de que EU saliera del TLCAN.
Por ello, se recibió con relativo optimismo su decisión a mediados de julio de 2017 para iniciar la renegociación el TLCAN, más que abandonarlo. Al respecto, en agosto siguiente comenzaron formalmente esas conversaciones que duraron, con avances y retrocesos, hasta agosto de 2018. A mediados de ese año, como estrategia de EUA para debilitar el trilateralismo, comenzaron contactos bilaterales con nuestro país para resolver temas mutuos que impedían el avance en la negociación. De esta forma, el 27 de julio de 2018 concluyó en Washington una gira de trabajo de la delegación de México integrada por los Secretarios de Economía y de Relaciones Exteriores y por Jesús Seade, Jefe Negociador designado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato presidencial ganador en los comicios de principios de ese mes.
De hecho, el primer acuerdo para sustuir al TLCAN fue con México y en el comunicado de prensa respectivo emitido por el negociador comercial de EU se expresó así: “El día de hoy el Presidente notificó al Congreso su intención de firmar un acuerdo comercial con México – y con Canadá, si así lo decide – 90 días a partir de ahora.”
En nuestro país, el comunicado de prensa de la Secretaría de Economía (SE) reflejó algo similar, manifestando que: “La notificación enviada por EU representa un paso adelante en la formalización de los entendimientos alcanzados entre México y EU en relación con el TLCAN. Las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y Canadá continuarán la semana entrante. … Los entendimientos alcanzados respecto del TLCAN promoverán el empleo, la competitividad y el comercio en la región de América del Norte.”
El 30 de septiembre de 2018 el negociador estadounidense emitió en conjunto con la negociadora del Canadá el siguiente comunicado de prensa: “Hoy, Canadá y los Estados Unidos llegaron a un acuerdo, junto con México, en un nuevo y modernizado acuerdo comercial para el siglo 21: el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA). USMCA le proporcionará a nuestros trabajadores, agricultores, ganaderos y empresas un acuerdo comercial de alto estándar que redundará en mercados más libres, comercio más justo y crecimiento económico robusto en nuestra región.”
Igual que lo hizo en agosto de 2018, la SE dio a conocer con optimismo ese resultado y en el comunicado respectivo del 30 de septiembre señaló que: “Esta nueva versión del Tratado es resultado de la voluntad política, la visión y la flexibilidad que mostraron los equipos negociadores de los tres países para lograr los balances necesarios y mantener el carácter trilateral del mismo. El Gobierno de México manifiesta su beneplácito con el acuerdo logrado con Canadá y Estados Unidos, ya que el Tratado permitirá a la región de América del Norte profundizar su integración productiva, a fin de continuar siendo una de las regiones más competitivas del mundo.” El 17 de octubre de 2018 la misma SE comunicó que tras consultar el presidente en funciones con el presidente electo (AMLO), “se ha acordado adoptar el título del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), como el nombre y acrónimo” del nuevo instrumento.
A pesar del optimismo oficial, una primera comparación del T-MEC frente al TLCAN indica que si bien hay avances en varios aspectos, la relación comercial ahora será menos libre y definida porque el nuevo Tratado impone varias limitaciones. En este sentido, la mejor opción para los tres países involucrados sería continuar con el TLCAN o una versión actualizada pero sin sesgos proteccionistas. Sin embargo, el riesgo es que por su animadversión hacia ese instrumento, DT decida abandonarlo y no haya manera de que continúe vigente como instrumento trilateral. Un estudio de Dan Ciuriak, Ali Dadkhah y Jingliang Xiao, investigadores del Institute C.D. HOWE, canadiense, presenta cifras sobre lo que significaría para el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en los tres países si desapareciera el TLCAN y que las relaciones económicas entre Canadá y México se rigieran por las disposiciones del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, firmado por ambos países.
Es en esas circunstancias que el T-MEC aparece como una alternativa menos perjudicial, aunque presenta varios retrocesos en materia de liberación comercial. Un retroceso, según análisis de varios expertos, es la modificación de las reglas de origen en la industria automotriz. Como se sabe, el contenido regional actual (62.5%) exigido a un vehículo para beneficiarse del libre comercio fue elevado a 75%, con condiciones adicionales. Al menos 40% de ese valor debe ser generado donde los salarios manufactureros sean al menos de 16 dólares por hora, lo que obviamente limita las oportunidades de participación potencial de nuestro país en la industria, y 70% del acero y del aluminio sean producidos en América del Norte.
Sin entrar en más detalles, basta mencionar que un comentario de Jeffrey J. Schott, experto del prestigiado centro de investigación estadounidense, Peterson Institute for International Economics, señala: “Sobre automóviles, el acuerdo es innovador en un modo perverso: Es el primer tratado de libre comercio … negociado por los Estados Unidos que eleva más que baja las barreras al comercio y la inversión.”
Adicionalmente, la duración del TLCAN que era indefinida y permitió realizar una serie de inversiones sin caducidad inminente, se modifica y ahora el T-MEC prevé durar un máximo de 16 años y una revisión no después de los primeros 6 años para decidir si continúa vigente o se cancela, lo que no da certidumbre al plazo de las inversiones. Por otra parte, el T-MEC mantiene la cláusula de salida de cualquiera de las partes, como estaba en el TLCAN, avisando el país respectivo con seis meses de anticipación.
Otros temas incluidos en el T-MEC, que pueden luego resultar adversos, son el reconocimiento de los otros países a la facultad de EU de imponer “aranceles por razones de seguridad nacional”, la disuasión de México y Canadá para ampliar sus relaciones comerciales y de inversión con China, principalmente, y la incorporación de un mecanismo de supervisión de la política cambiaria a fin de prevenir la manipulación del valor de las monedas para beneficiarse del comercio exterior. En consecuencia, el estudio de los investigadores del instituto canadiense calculan que como quiera el T-MEC tendrá repercusiones negativas sobre el crecimiento del PIB en los tres países involucrados y donde destaca también que la de México es la economía más perjudicada.
OBSERVACIONES FINALES
El T-MEC tiene el mérito de que redujo la incertidumbre en las relaciones económicas con EU, aunque no la elimina. Necesita ahora recorrer varias etapas antes de entrar en vigor. En particular tiene que ser ratificado por EU y Canadá, lo que se ha complicado en el primer caso por los resultados de las elecciones de medio término en noviembre pasado, donde el Partido Republicano perdió el dominio en la Cámara de Representantes y el procedimiento de impeachment a DT iniciado recientemente en esa misma Cámara. Con respecto a la expectativa del gobierno mexicano para una pronta ratificación del T-MEC, se puede argumentar que, dada la posición de EU, este es el mejor acuerdo viable, pero hay que estar consciente que perjudicará a nuestra economía y al final en la región, habrá menos libre comercio y no más, como podría esperarse de un TLCAN actualizado.