Por: Graciela Cruz Hernández
Fray Antonio Alcalde, nació en la pequeña Villa de Cigales, en Valladolid, España, el 14 de marzo de 1701, (Algunos refieren el 15 de mayo) sus padres fueron don José Alcalde y doña Isabel Barriga, de escasa fortuna pero ricos en cristianas virtudes. Entró al convento Dominico de San Pablo de la ciudad de Valladolid el año de 1717, años después ya ordenado sacerdote sobresalió en la escolástica en varios conventos por el espacio de veintiséis años. Fue Prior de los conventos de Zamora y de Jesús María de Valverde situado cerca de Madrid, donde ya libre de cualquiera otra atención, podía consagrar todas las horas del día a sus gustos favoritos; la oración y la beneficencia.
En un relato histórico cuentan que estando cazando un día el rey Carlos III en las cercanías de Madrid, quiso descansar un rato en el convento de Valverde y sorprendió al prior Fray Antonio Alcalde en su habitación y al ver el semblante humilde y venerable del religioso, y su ajuar compuesto de una tarima, un cilicio colgado en la pared, unas imágenes y una mesa con un tintero y una calavera, experimentó el monarca una impresión profunda. Después al saber que la mitra de Yucatán estaba vacante, dijo el rey a su ministro: «nombre Ud. al fraile de la calavera”. Recibió el 18 de septiembre de 1761, la cédula en que era presentado para cubrir la vacante que dejó el Ilmo. Sr Dr. Don Ignacio Padilla y Estrada, Obispo de Yucatán, fallecido el 20 de Julio del mismo año. Su superior el Vicario general Boxaders, le ordenó que renunciase el Priorato de Segovia y él humildemente obedeció. Confirmó Roma la presentación, en 25 de enero de 1762. Se dispuso el fraile a hacer el camino de Indias, abandonando su patria para siempre, acompañado de dos religiosos de su Instituto, Fray Rodrigo Alonso, su confesor, y Fray Agustín Soto, lego y mayordomo. En Cartagena de Indias, fue consagrado el nuevo obispo, el 8 de mayo de 1763, y el 1 de agosto siguiente tomó posesión de su Catedral. En Yucatán se dedicó ardientemente a procurar el bien de sus diocesanos.
En Guadalajara Jalisco, había fallecido el 1 de diciembre de 1770 Ilmo. Sr. Diego Rivas de Velasco que gobernó la diócesis por 13 años. La diócesis de Guadalajara en esa época comprendía: Monterrey Zacatecas, Colima y Tepic sucesivamente, erigidos en obispados y la Corona le expidió la cédula de su nombramiento a Fray A. Alcalde el 20 de mayo de 1771 y en la sesión conciliar del 22 de julio ya se le daba el título de obispo de Yucatán y electo de Guadalajara quien a sus 70 años hizo su entrada pública el 12 de diciembre, día en que se conmemora en México la aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe, bajo cuya protección puso su obispado.
Dando muestras de su humildad, pobreza evangélica y observancia religiosa, su palacio episcopal era austero como convento, su mesa era servida frugalmente con vajilla de peltre común. Fray Antonio Alcalde constantemente estaba de buen humor era jovial y hasta festivo en su trato a pesar de los muchos trabajos y de las enfermedades que a veces le afligían. Sus profundos conocimientos en las ciencias eclesiásticas le hicieron figurar con ventaja en el cuarto concilio mexicano y tomar una parte muy importante en la formación del catecismo mayor que se dio para la uniformidad de la doctrina cristiana.
Como suele suceder tuvo malquerientes que hicieron llegaron hasta el trono imputaciones desfavorables contra él, pero su conducta fue su más completa vindicación pues Carlos III quiso darle un solemne testimonio del alto aprecio en que lo tenía por su ardiente caridad y demás, dirigiendo en 1778 una cédula sin más objeto que hacerle cumplidos y elogios.
Fray Antonio Alcalde mantenía las puertas de su palacio y hasta las de su cuarto siempre accesibles, cuantos querían acercársele podían hacerlo sin dificultad alguna; recibía a las personas afablemente sin que esto quitase que manifestara un semblante severo al reprimir alguna falta, cumplía en todo momento sus deberes como sacerdote y con los que le imponía la regla del instituto monástico que profesaba sin considerarse nunca dispensado.
Como gran devoto de la Madre de Dios su primera obra en Guadalajara fue la fundación del grandioso santuario y parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe obra que trajo un grande progreso material en la ciudad que se hallaba desierta por el norte y que fue extendida con 158 casas que edificó el obispo Fray A. Alcalde y que unían al nuevo Santuario con el resto de la ciudad. Concluido y dedicado ese templo a Nuestra Señora de Guadalupe, le dijo a sus fieles con la mayor ternura: “venir amados hijos míos venir a dar gracias a la Inmaculada Virgen porque ha puesto en nosotros sus ojos de Madre porque ha recibido este santuario que le hemos consagrado y porque oirá compasiva los ruegos de las futuras generaciones”.
Con la construcción del Santuario la población se extendió al lado norte considerablemente, así es que Fray A. Alcalde fue el fundador de ese barrio afamado en Guadalajara; fundó también una escuela destinada a hombres dotándola de un amplio local, de una casa para habitación del preceptor y de cuantos útiles requerían sus servicios, así como los fondos con que había de subsistir. Tanto la iglesia Catedral como las parroquias Lagos, Zapotlán, Chapala, Mexicaltzingo y todas las iglesias que visitó al recorrer la vasta extensión de su diócesis participaron de las rentas destinadas por él a fomentar la devoción de los pobladores. Los conventos dominicanos de Puebla y Guatemala, los de Guadalupe de Zacatecas y Capuchinas de Lagos y muchos más, todos recibieron de él, buenas limosnas para sus necesidades.
Amenazando ruina la Catedral con motivo de los frecuentes temblores que hubo en Guadalajara particularmente en los años 1785 y 86 ocurrió al Virreinato para que a la mayor brevedad fuera de México el ingeniero don Miguel Constanso a reconocer dicha Catedral y sus torres, estando en Guadalajara el ingeniero Constanso el 25 de junio de 1790 emprendió el obispo la obra de la capilla y bautisterio del Sagrario de su Catedral y al mismo ingeniero se recomendó la obra de la introducción del agua de la ciudad.
Grande fue el impulso que Fray Antonio Alcalde había dado a las letras, pero le faltaba lo que le vendría dar el renombre de Padre de los sabios, la Universidad. Ya el ayuntamiento de la ciudad había solicitado del rey de España esta fundación desde 1754, pero faltaba un hombre de la talla del obispo Alcalde que viniera a allanar todas las dificultades. Se expidió la cédula el 3 de noviembre de 1786 en que se pidieron informes sobre el particular especialmente al Prelado. El asunto no dependía ya más que de los fondos necesarios para sostener tan importante establecimiento, ofreció Fray Antonio 20,000 pesos, más no bastando aumentó en otros 40,000. Así el nuevo monarca Carlos IV accedió a la fundación de la Universidad. No tuvo la satisfacción el venerable obispo Alcalde de ver inaugurada su obra, porque hasta el 3 de diciembre del año en que falleció se celebró la apertura de la Universidad, entonces regida por la Universidad de Salamanca.
El año de 1786 época funesta para Guadalajara, la tierra no dio los frutos indispensables; Legó la peste y el hambre, familias enteras perecieron en la calle, escenas desgarradoras, gente de todas las edades morían en gran número atacados por el hambre o devorados por la fiebre. Antes de que apareciese la escasez la presintió el señor obispo y distribuyó considerables cantidades de dinero en varias poblaciones para que hicieran acopio de víveres, con el mismo objeto prestó 100,000 pesos al Ayuntamiento de la capital y una vez llegada la epidemia aumentó las camas en el antiguo convento de Belemitas convirtiendo en enfermerías el local destinado a la escuela y a las celdas de los religiosos, estableció hospitales provisionales en el colegio de San Juan y en otros puntos de la ciudad y puso cocinas por su cuenta para dar de comer a los pobres. Las Gacetas de México refieren como desde abril de 1788 la peste dejó en la ciudad de Guadalajara y Nueva Galicia más de 50 mil muertos. El anciano y caritativo obispo a la vez que imploraba a Dios cesara la peste, sin ningún temor al contagio iba personalmente a buscar a los pobres, enfermos o moribundos. Los ricos ante el ejemplo del venerable obispo no podían negar su ayuda al necesitado. Cesó la peste pero quedó en pie la beneficencia.
Pensó Alcalde en el porvenir y en 1787 abrió los cimientos del monumental Hospital Real de San Miguel (Hospital Civil) que hasta el día de hoy es admirado. En las Gacetas de México y en escritura otorgada por su fundador el 12 de febrero ante el señor escribano Blas de Silva pueden verse las condiciones bajo las cuales fue elegida esta caritativa obra. Más de siete salas con más de mil camas para enfermos, con un cómodo departamento para dementes, una oficina para botica, celdas para religiosos y viviendas tan amplias para los dependientes, con un templo y un camposanto, (Panteón de Belén). En el año de 1792 se terminaron el templo y el hospital quedando desde entonces al servicio público. Originalmente los enfermos eran atendidos gratuitamente, ahora con diversas ayudas que no son del todo suficientes sigue siendo un hospital altamente requerido por la población más pobre.
Fray Antonio Alcalde donaba hasta el último centavo de su sueldo a sus pobres. Las obras que en Guadalajara impulsó, benefició grandemente la economía de la ciudad. Fomentaba el desarrollo, progresaban las artes, ayudaba a las autoridades dando grandes cantidades para empedrar calles, embellecía y daba incremento a la ciudad, fundó escuelas para niñas indígenas y fundó una casa escuela para niñas internas en lo que es hoy el Hospital Militar, el convento de Capuchinas, el beaterio Santa Clara etc. España y México, Yucatán y Guadalajara, los pueblos privilegiados de su más ardiente caridad. Activo tanto mental y físicamente hasta en la última época de su vida, el 7 de agosto de 1792 la ciudad de Guadalajara escuchó las 106 campanadas de vacante anunciando que a las cuatro de la mañana había fallecido el venerable y amado obispo Fray Antonio Alcalde y Barriga. En algunos escritos biográficos se refieren algunos hechos milagrosos que sucedieron por su intercesión ocurridos estando él con vida, seguramente hubo muchos más después de su muerte gracias a su intercesión.
Fuentes:
APUNTES BIOGRAFICOS, (PUBLICADOS CON ACUERDO DE LA JUNTA ORGANIZADORA DEL CENTENARIO ALCALDE. Biblioteca de México GUADALAJARA.-1892. IMP. DEL «DIARIO DE JALISCO.»
https://congresoweb.congresojal.gob.mx/