Por: Voniac Derdritte
El circo electoral ha terminado. El 53% de los que decidieron participar en él celebran, mientras que el 47% del mismo, votantes del PRI, PAN y otros, caen en el enojo, confusión, sorpresa y angustia. No entienden cómo un hombre que a sus ojos resulta tan simple haya podido llegar a la presidencia del país; no entienden cómo un partido, según ellos, compuesto por mafiosos, delincuentes, corruptos e ignorantes, haya podido arrasar en toda la república, ganándolo prácticamente todo. Y ése es el problema: no entender las causas del momento histórico en el que vivimos, no sólo en México, sino en todo Occidente.
Varias veces he explicado ya por qué la democracia es un circo, un simple juego diseñado para distraer a la gente, mantenerla entretenida con la esperanza del cambio, mientras es la Élite Internacional, la que sentada en lo alto de su torre de marfil, mira sonriente cómo los electores simples de mente y espíritu, cuales rebaños de ovejas, van en masa a votar y elegir a sus próximos verdugos. No es mi intención ni interés repetirme a mí mismo, así que no hablaré más sobre la democracia en esta ocasión. El lector interesado puede buscar mis otros artículos, si ello le apetece. En esta entrega, lo que pretendo es explicarle el porqué de nuestro destino político, sea cual éste sea, lo cual, sin duda es mucho más interesante y útil. Analicemos ahora las diferentes variables que han provocado nuestro futuro:
La Variable Demográfica-Psicométrica
Cada seis años se nos recuerda, una y otra vez, que “la voluntad del pueblo es la que elige a los gobernantes”, pero, ¿qué es “la voluntad del pueblo”? Para entender lo anterior, primero debemos explicar lo que es “el pueblo”, lo cual, si bien ya se ha hecho a profundidad en el curso de “La Democracia Desenmascarada. Vol. I”, podemos resumirlo de la siguiente manera: el pueblo no es un ente homogéneo, sino que está compuesto por tres clases: la Élite Heroica, las Masas y la Escoria. Dicho en pocas palabras, la Élite Heroica comprende a la gente inteligente, culta y racional que entiende cómo funciona la realidad social en la que vive y que ambiciona dejar una huella trascendental en este mundo; las Masas son simplemente aquellos que recorren su vida de emoción en emoción, siempre sintiendo antes que pensando, y finalmente, que hacen lo mismo que todos los demás, sin importar su nivel socioeconómico. Es decir, la absoluta mayoría del país. Finalmente, tenemos a la Escoria. Éstos son los delincuentes y los parásitos, que igualmente sin importar su estrato socioeconómico, únicamente pretenden enriquecerse a costa de los demás. Por ejemplo, el delincuente que hurta a mano armada, el perezoso que prefiere vivir a costa de su familia, o el servidor público corrupto, quien a pesar de recibir un salario proveniente de los impuestos robados por el gobierno a quienes sí trabajan honestamente, exige sus “propinas” a la hora de cumplir con su trabajo.
Dichas tres clases, cuantitativamente hablando, no son estáticas, sino que dependen de que generación tras generación, sus integrantes se reproduzcan. Dicho con otras palabras, si la gente inteligente (o sea, de elevado IQ o Coeficiente Intelectual) tiene pocos hijos y la gente tonta (o sea de bajo IQ) engendra muchos descendientes, entonces conforme pasen las décadas habrá menos gente inteligente en la sociedad, y evidentemente, más tontos pululando las calles. Luego entonces, en un Estado democrático, “la voluntad del pueblo” significa en realidad “la voluntad de la mayoría del pueblo”, y si ésta está compuesta por descerebrados, irremediablemente serán ellos los que tengan el destino de la nación en sus manos. Entender lo anterior es fundamental, pues si bien uno tiende a identificar fácilmente a una persona poco dotada intelectualmente, no menos cierto es que la gente inteligente, incluso los más sabios, recurrentemente subestiman el impacto que millones de estultos e ignorantes pueden tener en la política y en la economía de un país. Desafortunadamente, es una realidad internacional que la gente más inteligente tiende a tener menos hijos debido a su predisposición a verse atraída por el estudio y por sus ambiciones profesionales, aunado a su mayor capacidad de planeación y autocontrol, mientras que aquellos dueños de cerebros inferiores usualmente manifiestan su calidad mediante su incapacidad de prever el futuro y prepararse para él, consecuentemente dando rienda suelta a sus emociones e impulsos más básicos, como la procreación, entre muchas otras razones que escapan el propósito de este artículo. Basta y sobra con afirmar que en México, así como en todo Occidente, el IQ de sus habitantes ha ido disminuyendo desde hace medio siglo, lo cual, induce a la siguiente pregunta controversial: ¿realmente el mexicano promedio tiene la capacidad de comprender lo que los políticos proponen? No me refiero a las palabras, sino al significado de las mismas en oraciones complejas, como las que son formuladas durante los debates políticos. ¿Realmente podemos asegurar, sin lugar a dudas, que el votante promedio de este país mentalmente tiene la capacidad de comprender lo que los candidatos de los partidos tradicionales explican sobre el Producto Interno Bruto, la Inflación, la Amnistía, el Presupuesto de Egresos de la Federación, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (y su rol en nuestra economía), las diferentes estrategias para combatir al narcotráfico, etc.? Vamos, cuando uno analiza cómo se expresa y cómo escribe la persona promedio, no es una locura imaginar que ante un discurso político, el ciudadano de a pie, analfabeta funcional y adicto a la televisión, de lo dicho por el candidato, no comprende más que palabras aleatorias, provocándole ello una sensación de desconfianza, o por lo menos de desinterés por el expositor y por el partido que éste representa. No es ningún secreto que a diferencia de los otros dos contendientes principales, AMLO se caracterizó por hablar poco, con un lenguaje básico, y centrar todas sus propuestas alrededor de una palabra fácilmente entendible para todos: corrupción. La persona común y corriente del país, incluso muchas de aquellas que tienen preparación universitaria, no tienen la menor idea de las causas psicológicas y socioculturales de este fenómeno, pero casi todas están de acuerdo en que ésta es “algo malo”. Como científico social que durante el proceso electoral se dedicó a platicar con taxistas, estilistas y meseros, entre otros oficios, sé de forma empírica que mucha gente votó por AMLO “porque hay que darle una oportunidad”, o “porque va a ayudarnos con dinero”, o “porque no hay otro”, o “porque va a acabar con la corrupción”. Ninguno de ellos me supo explicar sus propuestas, o por qué éstas eran mejores que las de los otros contendientes. Por supuesto, lo observado por mí no podría contar como evidencia científica, pero sin duda es algo digno de estudiarse con mayor minuciosidad y metodología. Que la gente ya no entienda el español que hablan los políticos, y por lo tanto los proyectos que explican e impulsan, es una realidad terriblemente probable.
La Variable de la Ignorancia
No es ningún secreto que los mexicanos son uno de los pueblos menos dados a la lectura, y por lo tanto, uno de los más ignorantes, lo cual, crea el medio de cultivo perfecto para que las soluciones exprés ofrecidas por diferentes políticos no sean solamente creídas, sino apoyadas fanáticamente. La gente ignorante tiende a “creer”, mientras que la culta se dedica a “saber”, lo cual, de nuevo divide a nuestra sociedad en una enorme mayoría que cree fervorosamente en milagros políticos, y un minoría de enorme cultura que sabe que éstos son imposibles. Según datos de la UNESCO, México ocupa el lugar 107 de 108 en el mundo en cuanto al índice de lectura, y según el INEGI sólo 45 de cada 100 mexicanos aceptan leer un libro al año. Otras fuentes arrojan el dato de que sólo el 2% de la población tiene un hábito real de lectura, mientras que otras más afirman que el 20% de la población lee, aunque poco. Otra variable que nunca se considera en las estadísticas es la calidad del material que se lee, pues no es lo mismo leer una novela que un libro de historia, o bien una revista de chismes de la farándula que un libro sobre sociología. Al final, no es sólo una mera cuestión de estadísticas y porcentajes, sino de realidades. Si leer es la llave que abre la puerta del conocimiento, y ésta es la que conduce al sendero de la cultura, entonces México es un país de ignorantes. Y ellos, los ignorantes, son los que democráticamente cada 6 años deciden el futuro de nuestro país.
La Variable de la Decepción Política
Algo que no se puede dejar de lado es sin duda que la gente, culta e ignorante por igual, está harta ya de la ineptitud de los políticos y de cierta manera de los partidos tradicionales. Si bien es cierto que industrial y tecnológicamente México no está tan atrasado como algunos países de Centroamérica y África, también lo es que a los ojos de los mexicanos cada vez hay más pobreza, desempleo y delincuencia, sin importar lo que digan las estadísticas oficiales. Eso, en la mente de los ciudadanos, es sólo culpa del gobierno y del partido en el poder, nunca de sí mismos ni de su cultura, y por lo tanto, consciente o inconscientemente concluyen que sólo porque ha surgido un partido nuevo, éste no será como los otros que han gobernado ya. Por supuesto, debido a su falta de apetito por la lectura, pocos de los votantes se han dado a la tarea de investigar la trayectoria política de sus nuevos “salvadores”, así como los resultados de éstos en materia económica y social, por otro lado, incluso llegando a la solución ridícula de preferir votar masivamente por futbolistas, como en Morelos, en lugar de hacerlo por otros candidatos mejor preparados para gobernar, sólo por el simple hecho de que éstos forman parte de algún partido tradicional. Vamos, dicho de forma simple, la gente decide por quién votar con el mismo razonamiento y reflexión que a la hora de elegir una bebida: no me ha gustado el refresco azul, así que ahora probaré el rojo, que además es nuevo y me lo han recomendado. ¿Cómo se puede comprobar lo anterior? Simple. Si la gente no lee, no puede tener idea del significado, ni mucho menos del impacto de las propuestas de los candidatos, y si ése es el caso, entonces dependen de que otros les recomienden votar por uno u otro partido. Es de ingenuos pensar que un pueblo ignorante tendrá las herramientas intelectuales para valorar propuestas económicas o constitucionales, ya ni mencionar las de consecuencias internacionales.
Conclusión
¿Por qué ganó AMLO? Porque si bien es cierto que México es un país donde hay gente increíblemente preparada, intelectualmente despierta y competente, también lo es que desafortunadamente ésta es una ínfima minoría. La mayor parte de la sociedad mexicana está compuesta por ciudadanos que no leen, y que por lo tanto votaron y seguirán votando embriagados de ignorancia, dejando el futuro del país en las manos de políticos que habrán de prometerles el cielo en la tierra durante las pocas semanas que dure su campaña electoral, sólo para someterlos después, durante los muchos años que tarde en concluir su mandato, y una vez terminado éste, de nuevo se comprometerán a lo mismo que en otras ocasiones a cambio de votos, repitiéndose el ciclo una y otra vez, sabiendo ellos, la clase política, que siempre habrá nuevos tontos que engañar, y nuevas despensas que repartir.
De nuevo los mexicanos han votado, y una vez más, tendrán el gobierno que merecen.
“El problema no es la democracia…sino la calidad de los votantes.”
Voniac Derdritte