Por: Miguel Ángel Jasso Espinosa
Con todo y mi afición a la historia general de México, no hace ni cinco años que escuché por vez primera el nombre del General Manuel Mier y Terán. Personaje integrante de los héroes que nos dieron Independencia como nación. Y que, como militar, se destacó principalmente por defender la integridad del territorio nacional.
Fue gracias a la investigación doctoral en historia de mi amigo Eber Betanzos que comencé a interesarme por este personaje del que ingratamente la historia nacional lo tiene casi en el olvido.
Desagradecidamente existen pocos estudios académicos sobre el general Manuel Mier y Terán. Como es ya una triste realidad, uno de los mejores textos consagrados al análisis biográfico de este mexicano lo realizó un extranjero, concretamente me refiero a Ohland Morton: The Life of General Don Manuel de Mier y Terán[1]. Y si bien los estudios recientes apuntan a la recuperación histórica de su vida y sus actividades en defensa de la integridad de la nación, lo cierto es que hablo de un personaje de los que casi nadie ubica como un héroe mexicano. De aquí que las investigaciones que realizan, por ejemplo, Eber Betanzos y Ulises Valdez Arévalo, como otros académicos, sean absolutamente encomiables.
Manuel Mier y Terán nació en la ciudad de México el 18 de febrero de 1789; alumno del Colegio de San Ildefonso y del Seminario de Minería donde se tituló de Ingeniero en Minas. En 1811 ofreció sus servicios al licenciado Ignacio López Rayón. Con José María Morelos atacó Oaxaca y la tomó el 25 de noviembre de 1812; ascendió a coronel por la derrota que infligió al realista Melchor Álvarez en Silacayoapan el 27 de julio de 1814 y el congreso de Chilpancingo le otorgó un escudo de mérito. Hizo sus campañas en los estados de Puebla, Oaxaca y Veracruz y se hace notoria mención de la travesía que hizo a Coatzacoalcos para recoger armas y pertrechos en 1815.
José María Morelos lo distinguió señaladamente porque a Mier y Terán le fueron encomendadas durante la guerra de independencia las fortificaciones principales que se levantaron en diversos lugares para la defensa. Mier y Terán fue el principal constructor de cañones, obuses, granadas y carabinas del ejército del Generalísimo.
El 12 de octubre de 1815, volvió a derrotar a Álvarez en Teotitlán, Oaxaca. Venció a Lamadrid en Ixcaquistla, Puebla, el primero de enero de 1817 y defendió Tehuacán hasta que capituló en Cerro Colorado el 20 del propio mes. Hecho prisionero, se negó a aceptar el indulto y los empleos que le ofreció el gobierno virreinal. Al proclamarse el Plan de Iguala se adhirió a él, uniéndose a las fuerzas del general Nicolás Bravo.
Manuel Mier y Terán acompañó a Iturbide a la entrada del ejército Trigarante a la ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821.
En el gobierno del presidente Guadalupe Victoria, éste premió los servicios de don Manuel Mier y Terán ascendiéndolo a general. También fue nombrado ministro de Guerra, cargo que desempeñó durante el breve periodo de marzo de 1824 a enero de 1825, fecha en que entregó el cargo al general Gómez Pedraza. Se distinguió en esa encomienda por su claro talento, inteligencia y actividad, y dejó huellas en la reorganización y disciplina que implementó en el Ejército. Logró dotarlo de armamento apropiado, organizó las milicias y concedió atención preferente al mejoramiento de las fortalezas tan necesarias en aquellos días azotados por los continuos levantamientos.[2]
En 1827, Manuel Mier y Terán fue nombrado jefe de la Comisión de Límites y comandante militar de la Provincia de Texas, partiendo ese año a Texas con una reducida escolta de dragones y algunos ayudantes que iban a trabajar con él en rectificar los límites de este estado con los de la nación vecina del norte.
Fue el 10 de noviembre de 1827 cuando partió de la ciudad de México la expedición científica y militar rumbo a Texas. Formaban parte de ella el médico José Batres, el ingeniero Constantino Tarnava, el mineralogista Rafael Choweel, el botánico Luis Berlandier y un dibujante, José María Sánchez. Al mando el general Manuel Mier y Terán. A José María Sánchez debemos el relato de aquel viaje. A Manuel Mier y Terán sugestiones para impedir, como último recurso, la pérdida de Texas.[3]
En este contexto de su nombramiento como jefe de la Comisión de Límites y comandante militar de la Provincia de Texas, ocurrió un hecho histórico que distrajo toda la atención del general Manuel Mier y Terán del asunto de Texas.
En un intento de recuperar para España el territorio mexicano, en el año de 1829, desembarcó en Cabo Rojo, Veracruz, el general español Isidro Barradas, al mando de cuatro mil soldados.[4] Para detener la invasión del general español salieron a combatirlo Antonio López de Santa Ana y Manuel Mier y Terán.
El ejército mexicano derrotó la invasión de Barradas el 11 de septiembre de 1829. Ese hecho histórico marcó el último intento de la reconquista española. Pero también marca el último intento formal por retener la provincia de Texas.
Respecto a la invasión del español Barradas, el investigador Ulises Valdez Arévalo, refiere que: “los méritos de la victoria de este hecho de armas, por parte Manuel Mier y Terán, le fueron hurtados por Antonio López de Santa Ana, quien se atribuyó toda la gloria de la campaña”.[5]
Menos de un lustro después, ese mismo personaje desplazó de la contienda por la presidencia de la república a Manuel Mier y Terán.
Respecto de la misión de Mier y Terán para la Comisión de Límites entre México y los Estados Unidos, el académico Gastón García Cantú escribió unas líneas memorables:
La política mexicana más eficaz fue aconsejada por Mier y Terán en unas Reflexiones de 28 de junio de 1830: llevar labradores mexicanos “más diestros en la agricultura que los americanos del norte”, a las tierras de Texas. En febrero de 1834, Gómez Farías expidió un decreto que recuerda las proposiciones de Terán. En una época de menosprecio a nuestro país –nadie, escribió José María Luis Mora, habría estimado el título de mexicano–, en que colonizar era uno de tantos medios para desindianizar al país, y a la vez de especular con las tierras, una proposición como la de Terán debía pasar inadvertida. En cambio, las medidas que sugiriera Lucas Alamán dieron origen a la Ley del 6 de abril de 1830: colonizar Texas con extranjeros, aunque de lengua y costumbres diferentes a las de los norteamericanos. Si bien el artículo 11 fue, sin duda, “un monumento de honor para los que la dictaron”, su remedio fue tardío. Terán sólo pudo levantar algunos puestos militares.[6]
En el panorama nacional una nueva distracción provocó que Manuel Mier y Terán se encontrara ante una situación trágica: el militar de carrera fue candidateado para la elección presidencial.
Hacia el otoño de 1831 la minoría políticamente consciente de la nación mexicana empezó a sentir gran interés por las próximas elecciones regulares a presidente, convocadas para el 1º de septiembre de 1832. Se suponía que los más probables candidatos al alto cargo eran militares como Bravo y Santa Anna, e incluso Bustamante. Mas ninguno de ellos agradaba a los intelectuales del tipo de Mora, a pesar de que el historial de Santa Anna no registraba aún compromisos con los conservadores.
Había, empero, un hombre que se diría eclipsaba a cualquiera de los candidatos citados. Su espléndida carrera militar databa de sus servicios a las órdenes de Morelos y llegaba hasta la expulsión de los españoles de Tampico en 1829; su reputación personal no tenía tacha; su excelente educación y relativa oscuridad de sus ideas políticas eran cualidades todas que se unían para hacerlo aparecer como candidato de ellos.
Los antecedentes políticos de Manuel Mier y Terán –al igual que los de Mora– lo situaban más cerca de los conservadores que de los liberales; pero como Terán no había participado muy activamente en ninguna de las rebeliones, no se concitó enemigos políticos, ni tampoco –y debido a ello– amigos de la misma denominación. Tan desconocidos eran sus sentimientos en política, que hasta muchos yorkinos lo miraban como partidario de Guerrero, después de la victoria de Bustamante en diciembre de 1829.
El investigador, Robert Florstedt escribió que, “aunque el general Mier y Terán fue sin duda un buen militar, la realidad es que en política fue un hombre indeciso. Tenía espíritu analítico muy agudo, pero estudiaba las cosas con tanto cuidado y era tan precavido por temperamento, que da la impresión de haber padecido una neurosis de frustración”.[7]
Robert Florstedt nos indica que Manuel Mier y Terán estaba contento con su carrera como militar, pero por “no escuchar su conciencia” dejó que lo fueran “candidateando” a la presidencia de la república, en la elección de 1832.
El siguiente extracto de una carta revela la indecisión de Manuel Mier y Terán en aquella época:
Yo no soy político ni me gusta esta carrera que no trae sino cuidados y enemistades, mi profesión es la de soldado y mis gustos son por las ciencias que proporcionan una vida pacífica, instructiva y agradable.
El tiempo que ha transcurrido desde el año de 1828 que me separé definitivamente del torbellino político, ha sido para mí el más útil y agradable porque he aprendido mucho y porque nadie ha podido quejarse de mí; mis enemigos han olvidado sus pretendidos agravios y mis amigos me han conservado su estimación.
¿Cómo quieren V.V. que me ocupe de cosas que no conozco y sobre todo que diga lo que haría para su arreglo si yo fuera presidente? Esta pregunta es de contestación muy difícil y yo desafío a V.V. a que me la den suponiendo que ella parte de mí. Si yo fuese presidente cometería tal vez mayores faltas que las que hoy se notan en el señor Alamán como ministro, pues no cuento ni con su saber ni con su práctica de negocios.[8]
Los frecuentes cuartelazos y asonadas que agobiaban al país, despedazaron sus prevenciones, y agobiado y decepcionado por la anarquía que prevalecía en su patria, se retiró al pueblecillo de Padilla, Tamaulipas. Y habitando la misma casa en donde había pasado sus últimos instantes don Agustín de Iturbide, antes de ser fusilado, dominado por la obsesión de funestas ideas, una mañana del 2 de junio de 1832, se dirigió a un paredón en ruinas que había cerca de la iglesia del lugar, y allí, apoyando el puño de su espada contra una piedra y la punta del arma sobre su corazón, hizo un esfuerzo y quedó traspasado, vaciló unos momentos y cayó al suelo exhalando el último suspiro. Cosa curiosa: su cadáver fue velado de manera sencilla en el salón de sesiones del Congreso de Tamaulipas, esto es, en el mismo lugar en que se había decretado la muerte de Iturbide.[9]
Existe un municipio en el Estado de Nuevo León que lleva el nombre de este ilustre mexicano, el municipio de General Terán, que según datos oficiales tiene una extensión de 2 mil 465 kilómetros cuadrados. Se encuentra limitado al norte por los Ramones y China, al sur por Montemorelos y Linares, al este por China y Tamaulipas y al oeste por Cadereyta Jiménez y Montemorelos.[10]
BIBLIOGRAFÍA
Gastón García Cantú: Las invasiones norteamericanas en México, México, SEP, segunda serie de lecturas mexicanas, No 57.
Morton, Ohland: The Life of General Don Manuel de Mier y Terán, USA, Kessinger Publishing, 2010.
Valdez Arévalo, Ulises: A la memoria de Manuel Mier y Terán. Héroe postergado de la historia, México, ediciones de UNICACH, 2016.
HEMEROGRAFÍA
Florstedt, Robert F.: “Mora contra Bustamante”, en Historia Mexicana, volumen XII, Número 1: julio- septiembre de 1962, páginas 26- 52.
Jorge Pedraza Salinas: «Nacen el mismo día villas: Apodaca, Dr. Aroyo, García, General Terán y Mina», El Porvenir, 1o de abril de 2001, p. 3. Santos Maza, Noe: “Manuel Mier y Terán”, México, revista Impacto, número 910, 9 de agosto de 1967.
[1] Morton, Ohland: The Life of General Don Manuel de Mier y Terán, USA, Kessinger Publishing, 2010.
[2] Noe Santos Maza: “Manuel Mier y Terán”, México, revista Impacto, número 910, 9 de agosto de 1967.
[3] Gastón García Cantú: Las invasiones norteamericanas en México, México, SEP, segunda serie de lecturas mexicanas, No 57.
[4] Valdez Arévalo, Ulises: A la memoria de Manuel Mier y Terán. Héroe postergado de la historia, México, ediciones de UNICACH, 2016.
[5] Valdez Arévalo, Ulises: A la memoria de Manuel Mier y Terán. op,cit. p.68.
[6] Gastón García Cantú: Las invasiones norteamericanas en México, México, SEP, segunda serie de lecturas mexicanas, No 57.
[7] Florstedt, Robert F.: “Mora contra Bustamante”, en Historia Mexicana, volumen XII, Número 1: julio- septiembre de 1962, páginas 26- 52.
[8] Carta de Manuel Mier y Terán a José María Luis Mora del 28 de noviembre de 1831, citada en Florstedt, Robert F.: “Mora contra Bustamante”, op, cit, p. 30.
[9] Noe Santos Maza: “Manuel Mier y Terán”, México, revista Impacto, número 910, 9 de agosto de 1967.
[10] Jorge Pedraza Salinas: «Nacen el mismo día villas: Apodaca, Dr. Arroyo, García, General Terán y Mina», El Porvenir, 1o de abril de 2001, p. 3.