Por: Graciela Cruz Hernández
Helia Bravo Hollis nació el 30 de septiembre de 1901 en lo que se llamaba Villa de Mixcoac, una pequeña población en lo que ahora es la delegación Benito Juárez la Ciudad de México.
Helia recibió a los seis años un diploma de buen aprovechamiento que firmó el presidente Don Porfirio Díaz. Con ese diploma iniciaba para ella una magnifica y destacada trayectoria. En 1919 comenzó el Bachillerato teniendo como uno de sus profesores a Isaac Ochotorena, quien al fundar el Departamento de Biología llamó a sus alumnos más brillantes y dio a cada uno un tema a estudiar. A la doctora Bravo correspondió el de los protozoarios. Sus trabajos sobre los protozoarios los presentó en la Sociedad Antonio Alzate, que era el centro de investigación científica de excelencia.
Helia Bravo Hollis estudió en la Facultad de Medicina y de Altos Estudios. Al principio estudió medicina pero influenciada por el profesor Isaac Ochotorena que amaba la Biología fue que se decidió por esta ciencia y en cuanto se empezó a dar esa carrera que no existía, ella de inmediato pidió su cambio a Biología, obteniendo en 1927, su primer título profesional como la primera bióloga en México, lo recibió con calificaciones de excelencia, inaugurando así la carrera de Biología en nuestro país.
En 1929 la Universidad alcanza su autonomía y los centros de investigación pasan a formar parte de ella. El profesor Isaac Ochotorena, fundador y primer director del Instituto de Biología, incorpora a Helia Bravo Hollis como curadora del ahora Herbario Nacional MEXU. Sus primeros trabajos se concentraron en la familia Lemnaceae, sobre todo en las algas de agua dulce de Xochimilco.
En 1932 se acerca a las cetáceas que serían su pasión por el resto de su vida. A instancias del profesor Ochotorena, en 1937 se publica la primera edición de las Cactáceas de México, trabajo con el cual Helia Bravo obtuvo el grado de maestra en ciencias.
Durante tres años trabajó en el herbario del Instituto Politécnico Nacional, antes de regresar a la UNAM invitada por el doctor Roberto Llamas, director del Instituto de Biología.
En 1951 se funda la Sociedad Mexicana de Cacología con cinco miembros: Helia Bravo Hollis, Hernando Sánchez-Mejorada, Eizi Matuda, Dudley Gold y Jorge Meyrán. Como presidenta de la Sociedad, la doctora Bravo, nombra al doctor Meyrán editor de la revista Cactáceas y Suculentas Mexicanas, que publica su primer número en junio de 1955. Realiza un intenso trabajo de campo y con sus ejemplares colectados contribuye a la fundación del ahora Jardín Botánico de la UNAM, obra iniciada con Hernando Sánchez-Mejorada. La nueva edición de las Cactáceas de México, en tres tomos, fue un trabajo de casi treinta años.
La doctora Bravo fue invitada por el doctor Peter Raven, director del Jardín Botánico de Missouri, para escribir sobre las cactáceas de Mesoamérica, trabajo que fue publicado en la serie Flora Mesoamericana. Varios centenares de especies han sido nombradas Helia Bravo Hollis, en honor de la doctora Bravo; por ejemplo, Ariocarpus bravoanus, Opuntia heliae, Opuntia bravoanus, Mammillaria hahniana ssp. bravoae.
El trabajo de la doctora Bravo en la biología de las cactáceas trascendió nuestras fronteras, y aun así ella en su modestia afirmaba: «a pesar de todo, creo que mi trabajo dejó mucho que desear, pues el conocimiento de las cactáceas no está acabado, siempre se está haciendo. Es una familia en la que la sistemática siempre se está moviendo. Tenemos que encontrar un método bioquímico que nos ayude a interpretar la morfología». Y es que es así, un verdadero investigador, un científico de corazón nunca dice ¡es todo! sino que siempre estará en la búsqueda hasta que sus fuerzas se lo permitan.
En una zona semiárida y que alberga más de 300 especies endémicas en la región de Tehuacán- Cuicatlán entre Puebla y Oaxaca, que en 1998 se decretó como Reserva de la Biosfera se construyó el jardín botánico y lo bautizaron con su nombre: Helia Bravo Hollis, este jardín se localiza en Zapotitlán Salinas, Puebla.
Sus problemas de salud le hicieron retirarse del Instituto de Biología de la UNAM a los 90 años. Un poco antes de la Segunda Reunión de Cactáceas y Suculentas Mexicanas, celebrada en Oaxaca en 1999, quiso visitar San Pedro Nolasco, cerca de Guelatao, Oaxaca, para ver las especies de cactáceas descritas por Karwinski, ya que había una confusión geográfica en su ubicación. Después se trasladó al istmo de Tehuantepec para revisar las poblaciones de Mitrocereus militaris (Audot) Bravo. Es de admirar la fortaleza y los ánimos que a esa edad seguía mostrando.
A finales del año 2000 fue invitada a la inauguración de la Reserva de Metztitlán. La Sociedad Mexicana de Cactología ha crecido de cinco miembros en 1951 a cientos hoy en día, con cerca de la mitad de ellos de origen extranjero, y cuenta con nueve sociedades filiales en la República mexicana (Jalisco, Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Oaxaca, San Luis Potosí, Puebla, Hidalgo y Tamaulipas).
La doctora Bravo no sólo enriqueció el conocimiento sobre muchas especies mexicanas y contribuyó con la descripción de varias decenas, entre otras, Lophophora diffusa, Opuntia huajuapensis, O. jaliscana, Peniocereus occidentalis, Mammillaria matudae, M. perezdelarosae y el género Backebergia, sino que fue un ejemplo a seguir por todos los botánicos en México. Su obra científica abarca 160 publicaciones, 60 descripciones taxonómicas, 59 cambios de nomenclatura y el descubrimiento de muchas nuevas especies de cactáceas mexicanas, recorriendo para ello gran parte del país. También formó a muchas generaciones de biólogos.
A lo largo de su vida obtuvo numerosos reconocimientos a su labor científica. La UNAM en 1985 la designó Doctora Honoris Causa e Investigadora Emérita. La Princesa Grace de Mónaco que amaba las cactáceas la distinguió con el “Cactus de Oro”, en 1980.
Las siguientes palabras de Helia Bravo Hollis son muestra de lo que es llevar la vocación en el corazón: «Hice mi trabajo con sentido de responsabilidad ante la UNAM, con amor, con pasión, con coraje; no fue un trabajo con sueldo, fue una grata investigación”.
La doctora Helia Bravo tuvo una larga vida que supo aprovechar para la investigación, el conocimiento, la enseñanza, con una vida productiva y ejemplar, exhaló su último suspiro la tarde del miércoles 28 de septiembre del 2001, a días de celebrar su cumpleaños número cien.