Por: Regina Santiago Núñez*
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Recomendaciones sobre el conflicto de la UNAM y la lucha por la libertad.
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Los grandes cargos no son otra cosa que un golfo de confusiones; hay que pedir sabiduría para distinguir entre lo falso y lo verdadero.
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Para conocer las intenciones de los demás, el gobernante debe conocerse primero a sí mismo.
“¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector de El Quijote, y Hamlet espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios”.
Jorge Luis Borges, Las magias de don Quijote. (Tania)
¿Qué tiene que decirle Don Quijote de la Mancha a un lector del año 2020? La pregunta llegó a mí de golpe cuando me invitaron a compartir reflexiones con los lectores de la revista electrónica del Instituto de Investigaciones Históricas, Políticas, Económicas y Sociales (IDIHPES).
El Quijote me ha hablado desde que era yo niña, cuando en el Instituto Técnico y Cultural me enseñaron a cantar el Sueño Imposible; o cuando mi madre hacía esfuerzos por encontrar una narrativa adecuada para explicarnos a mi abuela y a mí lo que más le había entusiasmado de las aventuras y mensajes del personaje creado por Cervantes.
Entendí a Don Quijote de manera diferente cuando descubrí una carta que mi abuelo, Gonzalo De Murga y Suinaga escribió a su paisano Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca. Era el año de 1904 y el abuelo comentaba el libro Vida de Don Quijote y Sancho. Ahí comencé a vislumbrar que para una generación de poetas y escritores modernistas, el quijotismo fue no sólo una expresión literaria, sino una doctrina político-filosófica.
Don Quijote me ha acompañado una buena parte de mi vida y me ha revelado algunos de sus secretos. Me llevó a descubrir en el libro de Unamuno la clave que señala que Cervantes habría escrito su versión de las aventuras del hombre de La Macha como parte de una intriga palaciega para impedir la beatificación de Ignacio de Loyola y Teresa de Ávila (que hicieron de los libros de caballerías un modelo inspirador del misticismo). El conde de Lemos (sobrino del Duque de Lerma, consejero de Felipe III) habría encargado a Cervantes burlarse de los lectores de caballerías para desprestigiar a Ignacio y Teresa. Sin embargo, como “los libros tienen su destino” (Terenciano Mauro II d.c.) los escritos de Cervantes no lograron impedir la beatificación y canonización de Ignacio y Teresa y el momentáneo fortalecimiento de la Compañía de Jesús. Cervantes, ávido lector también de los libros de caballerías, no pudo finalmente completar la traición.
Don Quijote, como el espíritu ignaciano, son parte de mi vida desde muchos años antes de que impartiera yo el taller de periodismo en la Universidad Iberoamericana, en Santa Fe; mucho antes de que también estudiara la maestría en Historia en esas aulas.
Esa es la carga emocional que subyace a mi pregunta en los inicios todavía de este año que, para mí, inaugura una nueva década. ¿Qué tiene Don Quijote que decirle a un lector del año 2020? ¿Qué podría opinar de un ejercicio de gobierno como el de Andrés Manuel con su mañanera?
Esta pregunta surge de mi trabajo como analista del comportamiento de los medios; mi diaria interpretación de mensajes abiertos y encubiertos entre los grupos políticos y los grupos de interés; en ocasiones incluso, entre los grupos criminales.
Esta semana, a pesar de datos tan importantes como la confirmación de que en el primer año de gobierno del presidente López Obrador la economía no sólo no creció, sino que se contrajo, mi atención se mantuvo sobre el conflicto de la UNAM en el que personas encapuchadas impiden que los alumnos y alumnas reciban clases. Es un conflicto que a mí sí me quita el sueño porque considero que la UNAM podría ser el laboratorio de prueba para una estrategia para desestabilizar no sólo al rector Graue o a la jefa de Gobierno de la CDMX con miras a eliminarla del camino en la lucha por la presidencia. Creo que hay quienes quieren repetir el ensayo de ingobernabilidad de Oaxaca 2006 para aplicárselo ahora a su antiguo aliado, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador.
Cuando por fin he logrado conciliar el sueño, he relatado a Don Quijote estas preocupaciones. Me ha pedido más detalles sobre el tema que me preocupa y, sobre todo, por qué considero que los antiguos aliados pudieran haberse volteado en contra del actual gobernante.
Aquí comparto fragmentos de mi diálogo de ensueño:
— ¿Cuáles serían los motivos para que quienes alguna vez le ofrecieron a Andrés Manuel construirle una sede alternativa de gobierno en la ciudad de Oaxaca, ahora buscaran desestabilizar su gobierno?, preguntó Don Quijote con la mano derecha en la barbilla y un abierto gesto de incredulidad.
— Es posible que se sientan traicionados por las nuevas alianzas del actual presidente, respondí preocupada. Cuando candidato, el presidente fue muy crítico de Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, pero ahora se ha convertido en su aliado y eso no gusta a las fuerzas de distintos países, adversas a Trump.
— ¿Tienen ellos la posibilidad de generar los conflictos al interior de esta importante universidad a la que me describes como un emblema de la libertad?, preguntó Don Quijote.
— Creo que sí la tienen, dije con pesadumbre.
Comencé entonces un relato que tiene a Evo Morales como el gozne entre aquel intento de desestabilizar a Felipe Calderón en 2006 en Oaxaca y el actual intento de desestabilizar a la UNAM, al gobierno de Sheinbaum y al de López Obrador. Hablé de las versiones que identifican al académico John Ackerman, como aliado de Rusia, de los laboristas británicos y de Evo Morales por la riqueza en litio de Bolivia. Ahí encuentran las razones para el intento de tomar el control de la UNAM y tomar como rehén al gobierno de López Obrador y a todo el país.
— ¿Y qué dice el gobernante?, preguntó Don Quijote.
— Que considera que hay “mano negra” en el conflicto; intereses oscuros que han aprovechado las demandas justas de que las autoridades universitarias actúen para impedir la violencia contra las mujeres y ahora ejercen su propio tipo de violencia, escondidos tras una capucha. El presidente ha dicho que las diferencias deben resolverse mediante el diálogo, pero no quiere darse cuenta de que en estos momentos lo que menos importa ya es solucionar el problema de la violencia contra las mujeres porque lo que se busca es deshacerse del rector Graue y crear tensión en el país en busca de una reacción represiva. Hay quienes dicen que el presidente está demasiado dispuesto a tolerar las intrigas de sus antiguos aliados, pensando que se limitan a eliminar al actual rector de la universidad.
— Sobre el juego de espejos al que está sujeto el actual gobernante, Andrés Manuel, —respondió Don Quijote—, sólo me queda recordar aquella frase con la que comencé mis consejos al buen Sancho cuando le prometieron el gobierno de la Ínsula Barataria. En el libro que escribió Miguel yo advierto a mi escudero que los grandes cargos no son otra cosa que un golfo de confusiones; le digo que ha de pedir a Dios sabiduría, porque sólo el sabio no se equivoca. De inmediato le digo que el mayor esfuerzo debe ponerlo en conocerse a sí mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Quien se conoce a sí mismo logrará no hincharse como la rana que quiso igualarse con el buey. Le dije entonces a Sancho, pero creo que vale también para Andrés Manuel, que hay que preciarse más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio.
—Cierto, respondí a Don Quijote. La soberbia puede nublar el juicio e impedir que suenen los timbres de alerta sobre las traiciones palaciegas.
—Recuerda también— me dijo con voz grave—, que la libertad es uno de los dones más preciosos que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venirla a los hombres.
— Eso habremos de tenerlo siempre presente, respondí en mis sueños—. Nadie debe impedir a otros ejercer el derecho de enseñar y aprender; nadie debe poner en riesgo la libertad de acción y pensamiento y un buen gobierno debe hacerse responsable de garantizar esos derechos, incluso para garantizar su propia supervivencia.
— Me interesa el tema del buen gobierno y la lucha por la libertad, la justicia y la misericordia, me dijo Don Quijote. —Me interesa que tenga éxito la defensa de las mujeres contra todo tipo de abuso y por eso te pido me mantengas al tanto de lo que vaya ocurriendo.
—Así lo haré, prometí antes de caer en un sueño todavía más profundo.
Así lo haré porque se lo debo no sólo a Don Quijote y al espíritu ignaciano que lo alienta, según Unamuno y mi abuelo, sino porque se lo debo a un país que merece que se mantengan los ideales de paz, libertad, justicia y fraternidad por los que México ha luchado con sangre y lágrimas a través de los tiempos. Esta historia continuará.