Por: Regina Santiago Núñez *
¿Por qué el presidente está tan enojado? La pregunta viene a mi mente mientras observo sus gestos en la transmisión de la conferencia matutina. Alguna vez alguien me hizo notar que a Andrés Manuel siempre le ha disgustado y lo saca de balance sentir que no tiene el control absoluto de una situación. Le sucedía en aquellas conferencias de prensa mañaneras cuando era jefe de Gobierno (del 2000 al 2006). Los periodistas de esos tiempos ya sabían que algo andaba mal, cuando Andrés Manuel sorteaba alguna pregunta incómoda burlándose de ellos; diciéndoles con ese sarcasmo que tanto disfruta: Lo que diga mi dedito… (y el dedito mandaba callar). En aquel entonces, ese era su método de someter a una prensa que muy poco le cuestionaba. Alguien dirá que no es lo mismo Los Tres Mosqueteros que veinte años después… y tendrá toda la razón. Los veinte años que han pasado han hecho que el dedito de Andrés Manuel haya sido sustituido por una voz pausada, que mastica y tritura las palabras; una voz con constantes referencias a cuánto lo calientan las críticas de algunos diarios “poco profesionales”, que no entienden que su presidencia es diferente a la de Carlos Salinas; a la de Felipe Calderón; a la de Antonio López de Santa Ana o a la de Porfirio Díaz (él mismo ha fijado los puntos de comparación). Todo esto llegó a mi mente, mientras el sueño me fue envolviendo; mientras una frase me taladraba el inconsciente: ¿Por qué Andrés Manuel se ve ahora tan enojado? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
—Bienvenida al territorio de este nuevo ensueño— me dijo nuestro Quijote, recibiéndome una vez más con esa su melancólica sonrisa.
—Te saludo con el afecto y la admiración de siempre— respondí con un guiño.
—¿Y cuál es el tema que te trae a este territorio?, preguntó ansioso por comenzar un nuevo debate.
—En esta ocasión vengo a consultarte porque me preocupa mucho lo que percibo como una ira presidencial que va en aumento y que podría hacerlo explotar en cualquier instante, con consecuencias inimaginables.
—La ira es muy mala consejera, me respondió. Si lo sabré yo que padecí la mía y la de mis adversarios.
—¿Cuál fue tu experiencia con la ira?, pregunté interesada.
—Alguna vez, en el Quijote que escribió Cervantes, la ira me llevó a renegar de lo que me advertía el buen Sancho, dijo con pesadumbre. Mi escudero había descubierto el engaño de una mujer que se estaba haciendo pasar por la esposa de un conde, pero lo único que pretendía era burlarse de nosotros. Lo que me decía aquella mujer eran los cantos de sirenas que yo quería escuchar y eso me llevó a desconfiar del buen juicio de Sancho, quien finalmente, al verme tan enojado, abandonó su propósito de abrirme los ojos.
—Tu relato me hace pensar que lo que podría estar causando el enojo del presidente es que hay palabras que no quiere escuchar porque van en contra del mundo ideal que él se ha fabricado con ayuda de cortesanos aduladores, le dije convencida.
—A veces al mago le gusta engañarse con sus propios trucos— respondió con ironía.
—Puede ser el caso, le dije y luego llevé su atención a un hecho que me ha parecido muy relevante. La editorialista Anastasia O’Grady escribió en un importante diario de Estados Unidos especializado en finanzas, que el presidente utiliza investigaciones judiciales para amedrentar lo mismo a empresarios que a periodistas críticos o a sus adversarios políticos. La editorialista dejó ver que, en el caso específico de Emilio Lozoya, quien fue uno de los directores de PEMEX en el sexenio pasado, el gobierno actual estaría violando la ley al mandar mensajes a través de los medios informativos, lo que está prohibido por la Constitución.
—Pues los señalamientos de doña Anastasia son muy graves, porque un gobernante nunca debe utilizar la justicia para beneficiar a sus amigos y perjudicar a sus enemigos, respondió Don Quijote. Hay otra cosa muy importante: Un gobernante no debe ser presa de sus pasiones y menos de la ira, porque entonces no decidirá correctamente.
—O’Grady no es una pluma cualquiera, le dije convencida. Es una experta en América Latina y una voz influyente dentro del diario The Wall Street Journal. No se puede descartar que lo que escribió también sea un mensaje para sus propios compañeros, pues el corresponsal en México, Juan Montes, suele estar muy cerca de Santiago Nieto, el funcionario que podría haber sido el que violó la ley con su protagonismo mediático, según la editorialista.
—Si te estoy entendiendo, al presidente López Obrador le sucedió lo mismo que a mí cuando me enfurecí con Sancho porque me revelaba cosas que chocaban con las zalamerías de aquella mujer que me había endulzado el oído.
—Creo que el presidente siente mucha presión por el caso Lozoya, dije tras empezar a atar algunos cabos.
—¿Por qué es importante ese caso específico de Lozoya y por qué crees tú que pone tan tenso a tu presidente?, preguntó nuestro personaje.
—Lozoya es una pieza clave en el tablero político internacional y probablemente en grandes esquemas de corrupción, respondí. El presidente López Obrador y su colaborador, Santiago Nieto, quieren que Lozoya acepte ser extraditado a México lo más pronto posible y que las investigaciones se centren en la posible corrupción de funcionarios que trabajaron con Peña, llegando incluso al expresidente. Pero quizás en España quieran que Emilio Lozoya negocie con las autoridades españolas y sus revelaciones lleguen a Rusia, a la empresa Gazprom y a Lukoil (que fue favorecida con adjudicación de contratos en la satanizada reforma energética de Peña) e incluso al secretario de Comercio del gobierno ruso, Denis Manturov, de quien se dice que ayudó a escapar a Lozoya.
—¿Qué te hace pensar que mis paisanos españoles estarían interesados en que Lozoya hablara sobre los rusos y no sobre los funcionarios del gobierno de Peña Nieto o del propio expresidente?, preguntó Don Quijote en tono retador.
—Las autoridades filtraron al periódico El País que cuando Lozoya fue detenido, iba protegido por guardias rusos, respondí sin dudar. Aquí también hay que poner atención en el manejo informativo, en lo que se dice, pero también en lo que se calla y en el hecho de que este diario es muy cercano al gobierno español.
—¿Y por qué crees que eso enoje a tu presidente?, volvió a la carga Don Quijote.
—Porque rompe su plan de utilizar a Lozoya contra sus adversarios políticos internos y explotar el caso Odebrecht con el presunto financiamiento para la campaña de Peña, dije convencida. La trama rusa podría involucrar a Gazprom, una empresa también vinculada con el expresidente Evo Morales.
—¿Evo Morales es el expresidente de Bolivia que estaría vinculado con el académico John Ackerman, al que alguna vez comparaste con el bachiller Sansón Carrasco?, preguntó nuestro Quijote.
—El mismo, respondí divertida porque el personaje recordara el símil que había yo creado. Ackerman es el esposo de la secretaria de la Función Pública y escribe para muchos medios, entre ellos Rusia Today, le dije.
—¿Y cuál sería la conexión entre todos estos hechos y personajes?, preguntó nuestro Quijote.
—En 2017, cuando Trump apretaba al gobierno de Peña amenazándolo con terminar con el TLCAN y la relación comercial privilegiada de México con EU, el ministro de Comercio Maturov propuso que nuestro país incrementara su relación estratégica con Rusia y con la unión económica euroasiática (Kazajistán, Bielorrusia y Armenia), dije mirando mis apuntes. Trump no rompió la relación con México, sino que negoció para imponer sus condiciones en el nuevo acuerdo comercial. Entonces, en agosto de 2018, Evo Morales viajó a Rusia y firmó un acuerdo multimillonario para que Gazprom invirtiera en la exploración y el desarrollo del campo de gas natural Vitiacua. Ese viaje se presentó ante la prensa como parte de un acercamiento estratégico entre Rusia y la Bolivia de Evo.
—Luego se propició la caída del presidente boliviano y el canciller Ebrard operó para que México le diera albergue, dijo nuestro Quijote recordando una conversación anterior.
—Y luego vinieron las presiones del gobierno de Trump para que México dejara de apoyar a Evo Morales, pero muchos de sus colaboradores continúan en el país y el bachiller Ackerman se ha encargado de darles foro en la UNAM, respondí para completar la explicación.
—Ahora entiendo el malhumor de tu presidente, dijo nuestro personaje. No me gustaría estar en sus zapatos porque tiene presiones por todos lados.
—Me parece que Santiago Nieto lo convenció de que el caso Lozoya sería una gran carta de triunfo, pero se está convirtiendo en una caja de Pandora para él, una caja de Pandora para su antiguo aliado Evo, una caja de Pandora para México… repetí varias veces, antes de que un sueño profundo se apoderara de mí hasta dejarme exhausta.