Por: Regina Santiago Núñez*
“No preguntes lo que tu país puede hacer por ti. Pregunta más bien qué puedes hacer tú por tu país”
John F Kennedy pronunció esta frase como parte del llamado a la unidad en su discurso de toma de protesta como presidente de Estados Unidos.
La gravedad de los tiempos que vivimos requiere que cada uno de nosotros como mexicanos, como ciudadanos del mundo, dediquemos todo nuestro esfuerzo y nuestro talento a tratar de sacar lo mejor de nosotros mismos. Sólo así lograremos salir adelante ante este gran reto que nos presenta la pandemia del Covid-19 con sus secuelas en el ámbito de la salud, la economía y, sobre todo, en el ámbito de la convivencia social. Una de las mejores cosas que ha creado el Covid-19 es la toma de conciencia de muchas personas de que su seguridad no depende únicamente de que ellas estén bien; hay que asegurar que los vecinos estén bien; que el barrio donde vivimos esté bien; que la ciudad, el país y el planeta estén bien. Todo está conectado, lo bueno y lo malo. Hay que darle prioridad a la conexión con lo bueno: las buenas causas, las buenas intenciones, los buenos pensamientos. En eso seguiremos trabajando.
En el comentario de la semana pasada, nuestro Quijote advertía sobre la inquietante imagen de que la presidencia de Andrés Manuel se estaba diluyendo. Al analizar la forma en que el canciller Ebrard se hizo cargo del anuncio de la Emergencia Nacional y del llamado a que todos nos quedáramos en casa, dijimos que Andrés Manuel seguía sintiéndose incómodo en su papel de presidente en tiempos de crisis. Dijimos también que quizás por eso eludió el tener que ser él quien hablara de encierros necesarios en los que, al parecer, nunca ha creído. Fue entonces cuando evocamos la figura creada por René Avilés Fabila con su Gran Solitario de Palacio. Andrés Manuel se estaba metiendo en una concha y se filtra a los medios que sus allegados lo percibían cada vez más irascible. Eso veíamos y deseábamos que alguien lo hiciera rectificar el rumbo, porque siempre hemos sido conscientes de que si le va mal al presidente es casi imposible que le pueda ir bien al país.
Nunca imaginamos que, apenas unos días después, el domingo 5 de abril, cuando el esperado anuncio del Plan Económico de apoyo ante la crisis, Andrés Manuel se colocaría a sí mismo en el teatro del absurdo, con un monólogo que lo mostró en toda su fragilidad. En ese triste episodio nacional el presidente evocó trágicos momentos de la agonía de Simón Bolívar, quien gritaba desde su lecho de muerte: “¡Triunfaremos!”. No sé qué lo hizo pensar a él y/o a sus asesores que esa era una buena frase para encender la llama de la esperanza; no sé tampoco por qué decidió terminar su discurso con tres vivas a México que sabía que nadie iba a responder, pues el escenario estaba vacío. Sólo se escuchó esa voz desgañitándose –como la del libertador agónico evocado–, esa voz que se fue ahogando en el silencio del Palacio donde Andrés Manuel eligió habitar. Esas fueron las imágenes, las metáforas inquietantes que han llevado a la reflexión.
La imagen del Gran Solitario de Palacio ha inundado las redes sociales, los comentarios de muchos analistas. El presidente López Obrador ha dicho que no tiene pensado hacer cambios, pero ha perdido credibilidad en diversos ámbitos. El análisis de Bank of America sobre las perspectivas de México ha retomado las versiones sobre la inminente salida del gabinete del secretario de Hacienda, la secretaria de Economía y el jefe del Gabinete. Carlos Urzúa, quien fue su primera selección como secretario de Hacienda, fue uno de los críticos más severos del programa de apoyo, que consideró vacío. Germán Martínez, quien fue su primera selección para dirigir al Seguro Social, comentó que tras el discurso presidencial de este Domingo de Ramos queda claro que vamos al calvario sanitario y a la crucifixión de pequeñas empresas. Pero Andrés Manuel no escucha lo que no le gusta. Se muestra irascible contra las voces disidentes. El malhumor presidencial ha contagiado a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, quien el mismo domingo tuiteó contra un señalamiento de Alejandro Hope. Le molestó que el excolaborador de Felipe Calderón criticara la decisión de elegir un escenario lúgubre para tan importante mensaje presidencial. ¿Habrá tenido Beatriz algo que ver en dicha elección? Son tiempos difíciles para el país y al interior del Palacio hay ánimos crispados. En las redes sociales prevalece el discurso de odio e intolerancia. Alguien debería ponerse a trabajar en serenar los ánimos. Hay mucho en juego.
Los molinos de viento de Andrés Manuel
- Me sorprende un poco tu decisión, me dijo nuestro Quijote con tono apesadumbrado. Me sorprende, y quisiera poder entenderla.
- Son tiempos de una emergencia nacional y mundial, le dije con un nudo en la garganta. Aunque muchos no lo quieran reconocer, la situación es muy grave y siento que mi misión inmediata es poner todo mi tiempo y esfuerzo en tratar de salvar vidas, así que dejaré de conversar contigo por un rato.
- ¿En verdad lo ves como una situación de vida o muerte?, me preguntó.
- En muchos países la pandemia del Covid-19 ha creado situaciones desesperadas, no sólo en el ámbito de la salud, sino también para muchas personas que se están quedando sin empleo. Además, le dije, están las graves consecuencias del largo encierro que generan depresión, enojo, miedo y resentimiento.
- Pero también habíamos comentado, en nuestro espacio –me dijo–, los grandes gestos de solidaridad y los grandes aprendizajes en que los nietos enseñan a los abuelos a usar la tecnología para mantenerse unidos en la distancia.
- Eso lo sigo viendo en los mercados, en el trato con encargados de algunos pequeños negocios que aún siguen abiertos, respondí. Pero me preocupa qué va a pasar con ellos cuando la crisis empeore.
- ¿Por eso pusiste la cita de Kennedy al inicio de este texto?, preguntó nuestro Quijote.
- Son tiempos que nos ponen a prueba en nuestra humanidad, respondí. Es hora de demostrar mi amor por este país y por su gente como lo hice cuando los grandes retos de los terremotos del 2017; como lo hice muchos años antes, cuando viví tan de cerca la solidaridad tras los terremotos de 1985.
- ¿Y por eso me vas a abandonar?, preguntó con una sonrisa melancólica.
- Tú sabes que no te puedo abandonar, porque estás en mi espíritu, en mi esencia, le dije, respondiendo la sonrisa. Tú sabes que tú me inspiras en cada hecho y en cada palabra.
- “Para en todo amar y servir”, me dijo, citando la frase ignaciana.
- Eres nuestro Quijote, respondí, como fuiste el Quijote de Cervantes, de Unamuno, de mi abuelo De Murga, de Machado, de Isidro Fabela…
- ¿Cuándo nos volveremos a ver?, preguntó resignado.
- Cuando hayamos logrado construir los puentes, le dije convencida. Cuando nuestras palabras juntas, vigorosas, logren unir mentes, corazones y voluntades.
- Ya te extraño, me dijo.
- Yo también, respondí. Pero te prometo que cuando se haya cumplido el tiempo regresaré para que juntos sigamos combatiendo a los falsos Quijotes.
- Porque el amor debe triunfar sobre la muerte, me dijo clavando en mis ojos su mirada.
- Así sea, respondí. Y me quedé dormida, soñando en despertar en un mundo mejor.
(Te agradezco, estimado lector, que nos hayas acompañado en estas aventuras y espero contar contigo cuando reanudemos la lectura crítica del estilo personal de gobernar de Andrés Manuel, expresado en sus conferencias matutinas. Le agradezco al Instituto de Investigaciones Históricas, Políticas y Sociales todo el apoyo para la realización de este proyecto, que espero pronto podamos reanudar. #YoMeQuedoEnCasa pero ahora dedicada de tiempo completo a una ingeniería social que nos conecte para salir adelante).