Por: Regina Santiago Núñez*
Las crisis suelen sacar lo mejor y lo pero de los seres humanos. Quisiera hablar sobre las grandes muestras de solidaridad que hay en el mundo entero ante lo que se ha presentado como la mayor amenaza para la supervivencia humana en lo que va del siglo XXI. Quisiera hablar de los artistas que transmiten conciertos en YouTube como forma de entretener a quienes están guardados en casa; quisiera hablar de aquella anciana que logró superar la barrera del miedo al Facebook y ahora ya se puede comunicar con toda la familia; quisiera hablar de trabajadores y trabajadores de la salud que están cumpliendo aún bajo el riesgo de su propia vida; quisiera hablar de los padres que han enseñado a sus hijos a agradecerles el esfuerzo. Pero este martes 24 de marzo mi mente está enfocada en el análisis de los mensajes abiertos y encubiertos de la conferencia de prensa de Andrés Manuel; en la prioridad que a últimas fechas ha dado a crear oportunidades de foto con mandos militares; en las señales contradictorias de su gobierno que desobedece y desautoriza las instrucciones de la mujer que gobierna la ciudad, aunque es de su propio partido y se dice cercano a ella; en su insistencia casi a gritos de decir que hay mando y hay rumbo y hay gobernabilidad. Mi mente se pregunta si ¿realmente la hay?
Esta mañana, antes de la conferencia, leí la columna de Joaquín López Dóriga, quien recordaba su conversación del viernes 20 de marzo con el subsecretario López-Gatell. El vocero de la crisis le había revelado que aunque no estaba declarada oficialmente, México ya estaba en la fase 2 de la epidemia de coronavirus y le había dicho que el pico más alto sería en junio, para luego descender en julio y agosto. Joaquín señaló entonces que aún no hemos visto nada de lo que vamos a ver en esta crisis que no sólo tendrá impacto en la salud, sino también en la economía, en el plano social, y si el gobierno descuida a la gente de menores recursos, podría derivar también en una crisis política. Hice una pausa para repasar la última frase y, sobre todo, las últimas palabras: una crisis política. Por ahí habría que buscar algunas explicaciones del comportamiento presidencial, porque si algo le interesa a Andrés Manuel es su capital político-electoral. Por eso continúa con sus giras a pesar de las críticas, porque ante lo que muestran las encuestas él cuenta con imágenes para mostrarse fuerte, repartiendo besos aunque se salte las recomendaciones de personas como la jefa de Gobierno o personajes como “Susana Distancia”.
Una imagen me parece particularmente emblemática: El secretario de Hacienda, mandos civiles y militares del gabinete de seguridad, científicos, médicos… Todos los responsables del manejo de la crisis del coronavirus en un mismo podio, apretujados, a menos de 30 centímetros de distancia. Todos escuchando al vocero López-Gatell explicar la importancia del aislamiento social, las recomendaciones de la Jornada Nacional de Sana Distancia de la que forma parte el personaje de “Susana Distancia”. Miro la imagen y me pregunto cómo quiere un gobierno tener credibilidad si en el gran evento presidencial para mostrar que hay mando y hay rumbo son incapaces de cumplir sus propias directivas.
Escucho al senador Germán Martínez en su charla con Ciro Gómez Leyva. Se refieren a la capacidad que tiene Andrés Manuel de convertirse en gran motivador social. Entonces Germán -que es senador porque le renunció al presidente- se refirió específicamente a los funcionarios juntos en el podio. El también vio una imagen creada para la foto, pero él quiso verla como símbolo de la unidad para enfrenar la crisis. Dijo que afortunadamente ya no ve ni falta de coordinación ni discordia (que fueron las causas de su renuncia al IMSS, el 21 de mayo de 2019, apenas al arranque del nuevo gobierno).
En aquella famosa carta de 16 páginas, una de las frases señalaba: «Algunos funcionarios de la Secretaría de Hacienda tienen una injerencia perniciosa en el IMSS y ponen en riesgo la vocación igualitaria, de justicia y, concretamente, de prestación de servicios de salud que tiene el Seguro Social.»
Miro nuevamente la imagen y la interrogo. ¿Cómo puede mostrar unidad ante un proyecto si al secretario de Hacienda sólo se le convocó para anunciar que habrá 4,500 millones de pesos para los militares y de esa bolsa 4 mil millones serán para Sedena? ¿Por qué no hay un anuncio sobre medidas de apoyo a la economía?
Porque las buenas noticias se las guardó Andrés Manuel para su clientela electoral. Dijo que se va a adelantar la entrega de apoyos para adultos mayores y que ahora sí van a ser eficientes los trabajos de los servidores de la nación (no podemos olvidar que el domingo 1 de marzo de este año, Andrés Manuel se mostró iracundo cuando sus paisanos de Macuspana denunciaron que no les llegaban los apoyos prometidos).
¿Por qué ese apoyo tan especial a los militares, y en especial a la Sedena? La pregunta me pareció cada vez más importante y me llevó a una profunda reflexión.
Los molinos de viento
—¿Por qué tan pensativa?, preguntó nuestro Quijote al recibirme en el espacio que hemos creado.
—Estoy analizando los mensajes de la conferencia de este martes y hay uno que me inquieta especialmente, respondí sin poder ocultar mi preocupación.
—Sé que la situación se ha complicado en México y el mundo desde la última vez que coincidimos en este espacio, me dijo.
—El reto del coronavirus está sacudiendo la economía mundial y hay quienes dicen que provocará una crisis económica mucho peor que las que hemos conocido, respondí.
—¿Y qué es lo que más te preocupa?, preguntó nuestro personaje.
—Que en estos tiempos en que deberían mostrar sus mejores habilidades de liderazgo, muchos gobernantes sólo están preocupados por sus cálculos electorales, respondí.
—De eso ya habíamos hablado en anteriores conversaciones y ya te había dicho que la gente suele ser mucho más inteligente de lo que los gobernantes piensan, me dijo con una sonrisa.
—Pero esto no mejora y, al contrario, parece que se está poniendo peor.
—¿En qué basas tu pesimismo?, preguntó.
—Me quedé pensando en una imagen de la conferencia de prensa. Los funcionarios encargados de enfrentar la crisis tuvieron que acatar la orden de presentarse juntos para dar una muestra de unidad ante el presidente. Tuvieron que escucharlo reiterar sus críticas contra sus adversarios y contra la prensa amarillista. Tuvieron que aguantarse el miedo a un contagio para cumplir las órdenes.
—Recuerda que las grandes crisis muestran lo mejor y lo peor de los seres humanos, respondió.
—Está agudizando el modo autoritario que siempre ha mostrado Andrés Manuel, le dije convencida.
—Quisiera que cerráramos esta conversación recordando las palabras de un escritor que mucho me invocaba. Se llamaba Miguel de Unamuno. Fue rector de la Universidad de Salamanca. En 1936 tuvo que enfrentar a un militar que tras un discurso en el recinto universitario lo increpó gritando: ¡Que mueran los intelectuales! ¡Que viva la muerte!, a lo que Unamuno respondió:
<Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto: quiere crear una España nueva, a su propia imagen. Por ello lo que desea es ver una España mutilada, como ha dado a entender>.
Luego pronunció Unamuno una de sus frases más famosas, continuó nuestro Quijote:
<Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España>.
Me dejas pensando en muchas cosas, le dije a nuestro personaje. Ojalá nuestro Ejército sí esté a la altura de las circunstancias.