Diplomático y literato
Por: Graciela Cruz Hernández
El 9 de agosto de 1799 nació en la Ciudad de México José Justo Gómez de la Cortina, descendiente de españoles, sus padres fueron don Vicente Gómez de la Cortina y la condesa doña María Ana Gómez de la Cortina.
Contaba apenas con quince años cuando fue enviado por su familia a Madrid, ahí estudió lógica y retórica en el colegio de San Antonio Abad; también estudió matemáticas, física, dibujo y delineación en la Academia Militar de Zapadores de Alcalá de Henares, obtuvo el grado de oficial de ingenieros y desempeñó la cátedra de geografía militar.
Bajo la protección de Fernando VII recibió el nombramiento de agregado a la embajada de España en Constantinopla a la que no pudo llegar por causa de una epidemia deteniéndose en la ciudad de Trieste. Poco después con la misma condición pasó a la legación de España en los Países Bajos con sede en Holanda y sucesivamente a las legaciones y embajadas españolas en Austria Inglaterra y Francia. El rey Fernando VII lo nombró introductor de Embajadores, mandó extenderle despacho de Coronel del ejército y después lo designó gentilhombre de su cámara.
Fue socio de mérito de la Real Sociedad Económica de Valencia, individuo de número de la Real Academia de la Historia y secretario de la Real Academia Latina Matritense; como tal tradujo asociado a Nicolás Ugalde y Mollinedo la Historia de la Literatura Española de Bouterweck.
Amante de la literatura, su casa en Madrid se había convertido en un centro de reunión de literatos, recibió a escritores como Quintana, Gallego, Bretón, Mesonero Romanos, entre otros, y en sus viajes por Francia y Alemania trabó conocimientos con Chateaubriand, Benjamín Constant, el abate Sieyes y el barón de Humboldt.
Con toda esa experiencia que obtuvo en Europa y motivado por sus padres volvió a México, su país natal, en 1832. A poco de llegar fue desterrado brevemente a causa de la “Ley Caso”.
Fundó en su domicilio cátedras gratuitas de geografía, historia y literatura y por encomienda oficial estableció y reglamentó talleres de artes y oficios dentro de la cárcel.
Se incorporó a la sociedad de literatos fundada en 1831 y respaldada económicamente por Lucas Alamán desde el Ministerio de Relaciones. En ese mismo año participó en la redacción del «Registro trimestre«, primera publicación especializada en la divulgación de las ciencias, la técnica y las humanidades, posterior a la Independencia, su objetivo fue difundir conocimientos, básicamente sobre ciencias como botánica y minería, aunque también incursiono en las ciencias jurídicas y la historia; la publicación era trimestral y se repartía gratuitamente a los suscriptores del diario gubernamental Registro oficial. Continuó publicándose en 1835-1836 bajo el título de “Revista Mexicana”. El Conde de la Cortina publicó sus trabajos bajo el seudónimo de «Guph Gadol».
Gómez de la Cortina, en 1833 editó una «Cartilla social sobre los derechos y obligaciones del hombre en la sociedad civil«, que se repartió gratuitamente durante el gobierno transitorio de Manuel Gómez Pedraza y que llegó a tener más de 8 ediciones.
Fue diputado al VI Congreso Constitucional para el bienio 1835-1836, pero el cargo lo desempeñó poco tiempo, pues del 6 de octubre de 1835 y hasta el 11 de octubre del siguiente año se desempeñó como gobernador del Distrito Federal.
Gómez de la Cortina, pasó a la historia como un gran pacificador de la Ciudad de México, inauguró su gestión con un edicto que hizo fijar en lugares públicos y «circular a quienes toque cuidar de su observancia» el 9 de octubre de 1835; en parte decía lo siguiente:
El ciudadano José Gómez de la Cortina Coronel del Batallón de comercio gobernador del Distrito Federal, prevengo a todos los habitantes del distrito que desde el día de hoy va a emplearse el mayor rigor para hacer cumplir Y respetar las leyes y providencias gubernativas que están vigentes sin distinción de personas y sin admitir excusas ni pretextos alguno… De este modo verá el público que se desea prevenir el mal, más bien que corregirlo y que se atiende verdaderamente a la utilidad general. Y siendo una de las principales obligaciones del gobernador del Distrito Federal cuidar de la seguridad individual de las personas y propiedades gravemente comprometidas de algún tiempo a esta parte, con ultraje de la moral y de la civilización, advierto y prevengo a los alcaldes y demás autoridades civiles y militares subordinadas a este gobierno, que desde hoy quedan responsables de los atentados con el respectivo distrito de la jurisdicción de cada una se cometen contra la seguridad de propiedad de los habitantes del Distrito Federal… Dado en México el 8 de octubre de 1835.
Propició junto con José Justo Corro (Ministerio de Justicia), un enérgico decreto del Congreso General del 29 de octubre de 1835 el cual Gómez de la Cortina hizo publicar el 30 del mismo mes. Ordenaba el mencionado decreto que entre tanto se arreglaba la administración de Justicia, los «ladrones, homicidas y todos sus cómplices de cualquiera clase, ya sean aprehendidos por la jurisdicción militar, la fuerza armada o la policía» fuesen juzgados militarmente en consejos de guerra, exceptuados los ladrones rateros que serían «juzgados en juicio verbal«.
Fue el primer presidente del Instituto de Geografía y Estadística creado en 1833, y fundador y vicepresidente de la Sociedad de Geografía y Estadística; además fue presidente de la junta directiva del Museo y Jardín Botánico presidente del Conservatorio de Artes, miembro de la junta de Escuelas Normales.
Gómez de la Cortina fue uno de los fundadores y nombrado presidente de la Academia de la Lengua fundada en 1835 y en 1840 fue designado académico honorario de la española.
José justo Gómez de la Cortina fue vicepresidente de la junta directiva del Banco de Avío (Fundado por Lucas Alamán) y ministro de Hacienda del 15 de diciembre de 1838 al 17 de mayo de 1839.
En 1844 fue senador y oficial mayor del Ministerio de Guerra; en 1846 inspector general de caminos, gobernador del Departamento de México y, poco después, del Distrito Federal por segunda vez. Se preocupó por mejorar el alumbrado público y el empedrado de las calles. Hizo trasladar la estatua ecuestre de Carlos IV del patio de la antigua Universidad a la entrada del Paseo de Bucareli.
Tuvo que renunciar a la nacionalidad mexicana para poder recibir el condado de la Cortina que su madre dejó vacante al morir el año de 1846, realizó esta acción de acuerdo con el gobierno mexicano. Heredero del último título nobiliario que se dio en la Nueva España, el Conde de la Cortina continuó trabajando y participando en las organizaciones sociales y de cultura a las que pertenecía tal como lo venía haciendo anteriormente a recibir el condado.
En 1854 apareció su Cartilla moral militar dedicada al general Santa Anna, entre una gran cantidad de otros escritos publicados y de inéditos que versaban sobre las más variadas disciplinas.
Entre otras preseas que recibió Gómez de la Cortina, estaban la Gran Cruz de la Orden de Carlos III de parte de Isabel II de España, y de Antonio López de Santa Anna recibió una de las grandes cruces de la Orden de Guadalupe.
Escribió la leyenda «La calle de don Juan Manuel», que apareció en la Revista Mexicana (1835) considerado el primer cuento legendario que se haya publicado en México.
Colaboró en la revista El Mosaico Mexicano, ahí entre otras cosas publicó en 1841 la novela Euclea o la griega de Trieste y en el Museo Mexicano (1843 -1845), pero su participación más fecunda fue en Ateneo Mexicano (1844 -1845) órgano de la asociación del mismo nombre creada con el fin de difundir la instrucción, para lo cual se crearon cátedras gratuitas; él se encargó de las de crítica y de teoría literaria. También colaboró en los periódicos El Universal (1855) y El Siglo diez y nueve.
Su periódico más celebrado fue El Zurriago Literario, que apareció con interrupciones de 1839 hasta fines de 1851.
Con ideología conservadora, Gómez de la Cortina veía en los Estados Unidos un gran enemigo de México. José G. Romero y J. N. de Pereda le atribuyen, El Imparcial de 1837, periódico político, científico y literario en el que «procuró rectificar la opinión de México sobre los Estados Unidos e inflamar el espíritu nacional contra las tendencias bien manifestadas ya en aquella época de parte de la raza anglosajona para absorber la nuestra y enseñorearse de nuestros destinos. Con previsión, con entusiasmo y con su acostumbrado aplomo consagró a esta materia varios luminosos artículos…»
Según Romero y Pereda, el conde de la Cortina dejó desgraciadamente inédito un Diccionario Diplomático casi concluido, con un curioso e interesante artículo sobre la historia de la diplomacia. «En 1856 publicó un prontuario diplomático y consular cuya obra mereció los honores de una traducción pública y publicación en francés por el literato Mr. Lassandrieres”. Hablando de esto, una nota de un periódico de París decía lo siguiente: » Acaba de traducir al francés Mr. Lassandrieres el Prontuario diplomático y consultar, publicado en México por el Conde de la Cortina. Hacemos saber con gusto que este ilustre diplomático español, ya conocido en el mundo literario por otras obras no menos importantes se ocupa actualmente en escribir un Diccionario diplomático que contendrá todos los principios admitidos del derecho internacional y formar el código más rico y más completo de esta ciencia».
Lo más importante de la obra del Conde de la Cortina fue reunido bajo el título de Poliantea por Manuel Romero de Terreros.
Por su constante mecenazgo a favor de la cultura nacional y por sus diversas acciones filantrópicas, y por importantes prestamos que le hizo a López de Santa Anna los cuales nunca le fueron devueltos, su fortuna personal se vino a menos y Gómez de la Cortina tuvo que enajenar sus haciendas y la enorme casona familiar de Tacubaya; todavía conservó allí parte del parque donde se construyó la llamada «Casa de la bola» y la mansión después denominada Casa Barrón y Parque Lira; intentó abrir una línea de ferrocarril en la Ciudad de México, pero quedó arruinado. Tenía en el centro de la ciudad de México una habitación en Capuchinas 12 (hoy Venustiano Carranza), donde había instalado sus preciosas colecciones de armas, de monedas y una galería de pinturas de los grandes maestros europeos, las que lo mismo que su riquísima biblioteca, fueron desapareciendo, aunque buena parte fueron donadas a museos y bibliotecas de España y México.
Al final de su vida se mudó a un modesto entresuelo en la calle de Flamencos (Pino Suárez); su salud empeoró y el ilustre y generoso Conde de la Cortina murió el 6 de enero de 1860.
Lo que en su momento fue el gran palacio de los condes de la Cortina en la calle República de Uruguay número 94 en el centro de México, fue reducido en dimensión al abrirse la calle 20 de Noviembre, pero aun así se puede ver en su fachada y estilo la grandeza de otrora y que a pesar del tiempo aún conserva.
Fuentes:
José Gómez de la Cortina. El Político por María del Carmen Ruiz Castañeda