Por: Graciela Cruz Hernández
Nació en septiembre de 1807 en la Hacienda de Santa María, en Magdalena, Jalisco, hijo del aragonés Abdón Senén Palomar y de Lugarda Rueda.
A los dieciséis años se fue a Guadalajara y comenzó el 21 de julio de 1823 a trabajar en la tienda de dos comerciantes españoles, primeramente con José de Estrada y después en el almacén de Manuel García Sancho y Moreno de Tejada, familia muy importante en Guadalajara.
Estuvo Palomar, aprendiendo sobre el comercio durante once años al mismo tiempo que trabajaba y en 1834 contrajo matrimonio con Dolores García, hija de Manuel García Sancho. Con el dinero ahorrado de esos años de trabajo, instaló su propia tienda y llegó a ser representante de Juan de Dios Betaunzarán, propietario de una fábrica textil en Aguascalientes. La excelente conducta de José Palomar hizo que don Gregorio Mier y Terán un conservador muy reconocido y respetado le pidiera fuera apoderado, esto ayudó aún más a consolidar la posición de José Palomar en las altas esferas sociales.
Católico y reconocido como el dirigente y vocero principal de los conservadores en Guadalajara, no estaba de acuerdo con las ideas de Valentín Gómez Farías, que era liberal y masón, por eso firmó el «Plan de Cuernavaca» que desconocía la administración liberal.
José Palomar, motivado por las propuestas de industrialización de don Lucas Alamán y Esteban Antuñano, el 10 de noviembre de 1840 junto con Francisco Martínez-Negrete y Ortiz de Rozas y Manuel López Cotilla, compraron un terreno en Atemajac, para edificar la fábrica textil «La Prosperidad Jalisciense» y la fábrica de papel «El Batán» las cuales comenzaron a trabajar en 1843 y 1844 respectivamente. José Palomar promovió la inversión en el trabajo asalariado, los derechos de los trabajadores y el empleo de maquinaria y fuerza en la producción, llegando a ser reconocido como el principal promotor de la industria nacional en la región occidental de México, y fue así que en 1851 la Junta Directiva de Exposiciones de México les otorga el segundo lugar por la calidad de sus productos.
Preocupado también José Palomar por los menos favorecidos y viendo que éstos empeñaban sus cosas con usureros; se unió a la propuesta que don Hilarión Romero Gil hizo al gobernador de Jalisco, Ramón Corona, ayudando a organizar y a revivir el Monte de Piedad en 1849, dando precios y plazos justos.
Sumamente caritativo y filántropo también fue Mayordomo y administrador del convento de Santa Mónica y trajo a las Hermanas de San Vicente de Paul para atender a los niños huérfanos, donde se desempeñó como tutor. Entre otras muchas cosas, fundó y sostuvo la Casa de Caridad de San Felipe, que se dedicaba a socorrer a todos los pobres vergonzantes. Gente bien venida a menos sin atreverse a pedir limosna, encontraba allí como vivir decorosamente o fueron socorridas en sus propias casas.
Tan importante era para él la educación, que fundó y sostuvo la casa de Artes y Oficios en una grande y bonita casa, que fue la del Convento de Santa María de Gracia. Aparte de la Escuela de Artes de Guadalajara, en sus fábricas se instalaron dos escuelas de primeras letras, una para niños y otra para niñas, que eran sostenidas con apoyos de la compañía y con cuotas de los trabajadores. Fue protector de los derechos de los trabajadores y promocionó su educación y bienestar. Fue uno de los que colaboraron al obispo Cabañas a construir el famoso Hospicio de Guadalajara.
En el ámbito político fue Diputado suplente al Congreso Federal y después Propietario durante los años 1850-51. En 1953 fue nombrado Gobernador de Jalisco, cargo al que renunció al poco tiempo porque no encontró justa la orden del presidente Santa Anna de desterrar a los señores Joaquín Angulo y Gregorio Dávila.
Preocupado por el progreso de Guadalajara, formó una compañía para introducir la línea telegráfica de Guadalajara a León, Colima y a Manzanillo. De Lagos de Moreno a Zacatecas y Aguascalientes, y de Guadalajara a Tepic.
Con Dolores García Sancho su primer esposa tuvo ocho hijos, al enviudar, se casó con Dolores Calvillo y Corro, también de familias importantes de Guadalajara; con ella tuvo siete hijos, al enviudar, en los últimos años de su vida se casó con su cuñada Refugio Calvillo con quien no hubo descendencia.
En noviembre de 1873, a la edad de sesenta y seis años murió. Sus honores fúnebres de cuerpo presente en la Catedral fueron de lo más suntuoso y su entierro fue memorable en Guadalajara. Tan popular y querido era que todo el comercio de Guadalajara cerró sus puertas durante tres días, en señal de duelo. Su fallecimiento fue muy sentido y comentado, en los periódicos de la época. El periódico “Estado de Jalisco” del sábado 22 de noviembre de 1873, su director, D. Silverio García, esto escribió del desaparecido caballero: “DEFUNCIÓN. Tenemos el sentimiento de anunciar a nuestros lectores la muerte del Sr. D. José Palomar. Antier a las cuatro y media de la mañana (jueves 20 de noviembre), terminó su existencia después de haber sufrido algún tiempo penosa enfermedad, que no pudieron combatir los auxilios de la ciencia. El Sr. Palomar siempre fue amigo del progreso y de las mejoras materiales. Tomó grande empeño en la formación de la Empresa Telegráfica Jalisciense; y a sus esfuerzos se debe en gran parte, que se haya realizado. El Sr. Palomar, en unión del Sr. Olazagarre, introdujo en el Estado las Fábricas de Hilados y Tejidos. Atemajac y El Batán debieron a él, su impulso. El Sr. Palomar; de carácter afable y bondadoso, supo granjearse el cariño de todos los que lo trataron. De sus manos brotaban sin cesar los beneficios, por lo que su falta es irreparable; principalmente al comercio que tanto protegía. El Sr. Palomar, que estaba adornado de las virtudes privadas, poseía también las que constituyen a un buen ciudadano.
Las exequias del Sr. Palomar se celebraron en la Catedral con grande pompa. El cortejo fúnebre fue numeroso y compuesto con lo más selecto de nuestra sociedad.”
En la participación del Estado en la Exposición Nacional de México el año de 1876, los premios logrados por la famosa Fábrica de Atemajac, llevaron a escribir a D. Antonio Zaragoza lo siguiente: “Al celebrar los triunfos de la industria de nuestro Estado y tocándole a su vez a la Fábrica de Atemajac, no es posible dejar de hacer un recuerdo de cariñosa veneración a la memoria del eminentemente benéfico a quien tanto bien debe Jalisco; y a quien el mismo Atemajac debe su existencia. Queremos hablar del Sr. D. José Palomar. Su nombre querido y respetable figurará siempre en primer término al lado de los más insignes benefactores de nuestro pueblo en general y de la clase obrera en especial. Habiendo concebido el grandioso pensamiento de establecer una fábrica de hilados y tejidos y otra de papel, que diera un poderoso impulso a nuestra industria, casi estacionaria.
¡Cuántos esfuerzos para impulsar el trabajo; cuantas luchas para vencer los inconvenientes; cuanta solicitud para obtener buenos resultados; cuantas familias socorridas; cuantas lágrimas enjugadas; cuantos y cuantos beneficios que se eslabonaban los unos con los otros, sin jamás interrumpirse! Con razón nuestro pueblo; cuando la clase obrera de nuestra sociedad fue sorprendida con la dolorosa noticia de la muerte del Sr. D. José Palomar, viose un número incontable, inmenso, casi inverosímil de menesterosos, de huérfanos, de industriales, de trabajadores, agolparse con cariño a la puerta del finado insigne; y seguir en son de duelo y derramando lágrimas la patética procesión en cuyo centro se conducía el cadáver venerado al lugar de su última morada. Aquella demostración sencilla, conmovedora, espontánea del pueblo, es el mejor elogio que pudo hacerse del hombre a quien tanto debe la industria de Jalisco.
Resumen de la Oración Fúnebre que el escritor, Lic. D. Tomás Verea dirigió a la gente que se congregó para despedir los restos mortales de su protector: “Señores: A los que han hecho el bien en su vida, justamente se les debe en su muerte un tributo de respeto, de amor y de reconocimiento. Digno de ese homenaje el hombre esclarecido ante cuyos restos mortales pronuncio estas palabras. Pierde en D. José Palomar la industria nacional, a uno de sus mas inteligentes y empeñosos promovedores. A su genio progresista se debe la creación del mas grandioso establecimiento industrial de Jalisco. Llora el comercio de buena fe la pérdida de un grande apoyo y llóranlo todos los necesitados, como a un bondadoso padre que nunca dejó de extender su mano a socorrer y remediar su indigencia. Llóranlo la Patria, señores, como a un excelente ciudadano que tanto la honró de simple particular; como siendo elevado gobernante y descendiendo tranquilamente de la no buscada altura del poder, por no empañar su limpia conducta ni constituirse en perseguidor de opiniones políticas. Llóranlo como a uno de sus buenos hijos que no ha vivido de ella; sino para ella, porque vive para la Patria el que da honor, derramando sobre el pueblo un raudal de beneficios. La religión enjuga las lágrimas que por el vierten. La religión no lo llora, porque ella no llora la vuelta del desterrado ni la santa gloria que se conquista en la batalla. Ella le abre las puertas de la suspirada Patria y le presenta la espléndida corona del premio.”
Fuentes:
https://www.bsgeej.org.mx/images/150_aniv/01JPALOMAR.pdf
https://playersoflife.com/guadalajara/entrevistas/spotlight/don-jose-palomar-y-rueda/