Por: Graciela Cruz Hernández
José Vasconcelos nació en Oaxaca el 27 de febrero de 1882, creció en el ambiente fronterizo de Piedras Negras Coahuila. Recibió una sólida educación en su hogar. Sus padres lo blindaron espiritual e ideológicamente contra las ideas protestantes norteamericanas pues estudió en una escuela americana, muy pronto se hizo bilingüe y aprendió a defender los intereses nacionales en sus clases de historia contra la visión triunfalista norteamericana.
Su madre ferviente y devota católica, lo educó espiritualmente dándole una base firme para su posterior obra literaria, filosófica y social.
Fue el más intelectual y voraz lector de su clase, leyó por completo la Ilíada de Homero, el cual dejó una profunda huella en su vida siendo este libro el primero que editó siendo el primer Secretario de Educación del país en su programa de lecturas populares.
Estudioso de la historia nacional, Vasconcelos fue un gran defensor de la identidad nacional compuesta por la raíz indígena enriquecida con el mestizaje de la cultura europea que llegó en la época novohispana. Rechazó y denunció la leyenda negra creada por Inglaterra contra España y adoptada y difundida posteriormente por Estados Unidos sobre la conquista y dominación española. Él veía cómo la providencial mezcla de la civilización europea, con el rico pasado histórico indígena mexicano, había dado como fruto una nueva civilización que no era europea ni indígena sino un poco de ambas y más que ambas. Esta convicción suya desde la infancia lo marcó de por vida.
Un capítulo de su biografía no muy conocido, lo convirtió en un místico que confirmó la convicción de que era un elegido para llevar sobre sí los destinos trágicos de nuestro país. Esa vivencia sobrenatural de su infancia dejó profunda huella en su espíritu, sucedió en un templo junto a su madre de la cual solo él fue consciente. Vio una imagen de la Virgen María cobrando vida, moviéndose y mirándolo fijamente con ojos llenos de ternura haciéndole sentir el profundo amor que siente por el hombre y dejándolo experimentar la sensación más dulce, consoladora y bella de su vida.
El conocimiento fue formando en Vasconcelos un humanista universal-nacionalista, comprendía muy bien muchos de los grandes problemas nacionales como los internacionales, analista profundo que amaba sobre cualquier cosa la verdad, siendo su ejemplo de análisis, pensamiento y búsqueda de la verdad el modelo de Platón, el más grande de los filósofos de la antigüedad. Estos gigantes del pensamiento y de la moral fueron los que formaron el amplio y solido cimiento intelectual de Vasconcelos.
Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria en la Ciudad de México, después estudió Leyes, obtuvo el título de Licenciado en derecho por la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1907, destacó como abogado oficial; presidió en 1909 el Ateneo de la Juventud, del que fue fundador.
Por medio del Ateneo, demostró su interés, y el de sus compañeros, por el arte, la cultura y el cambio político y social. Vasconcelos participó en el movimiento maderista como uno de los cuatro secretarios del Centro Antirreeleccionista de México. Fue designado codirector del periódico El Antirreeleccionista por Félix F. Palavicini. En la insurrección de 1910-11 fue secretario y sustituto de Francisco Vázquez Gómez, agente confidencial de Francisco I. Madero en Washington, y fundador del Partido Constitucionalista Progresista.
Después del golpe de Estado de Victoriano Huerta, Venustiano Carranza lo designó agente confidencial ante los gobiernos de Inglaterra y Francia, para tratar de evitar que éstos otorgaran ayuda financiera a Huerta. En 1914 fue nombrado director de la Escuela Nacional Preparatoria pero poco después tuvo que huir a Estados Unidos, pues Venustiano Carranza pretendió arrestarlo por ser muy crítico a su gobierno. A su regreso asistió a la Convención de Aguascalientes y desempeñó el cargo de secretario de Instrucción Pública por dos meses en el gabinete de Eulalio Gutiérrez. En 1915 se exilió de nuevo en Estados Unidos.
En 1920 se entrevistó con Álvaro Obregón y ofreció su apoyo al Plan de Agua Prieta, que pretendía destituir de la presidencia de la república a Venustiano Carranza, y así consolidar la candidatura presidencial del general Álvaro Obregón. El presidente provisional, Adolfo de la Huerta, lo designó jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes. En este cargo impuso a la Universidad Nacional el actual escudo y el lema “Por mi raza hablará el espíritu”.
Continuó en el cargo bajo la presidencia de Álvaro Obregón (1920-1924), quién lo designó titular de la Secretaría de Educación Pública al crearse esta dependencia. Desde este puesto impuso la educación popular, trajo a México educadores y artistas destacados, creó numerosas bibliotecas populares y los departamentos de Bellas Artes, Escolar y de Bibliotecas y Archivos; reorganizó la Biblioteca Nacional, dirigió un programa de publicación masiva de autores clásicos, fundó la revista El Maestro, promovió la escuela y las misiones rurales y propició la celebración de la primera Exposición del Libro.
En su gestión se encargaron murales para decorar distintos edificios públicos a los pintores José Clemente Orozco y Diego Rivera, aunque algunos han afirmado que dichos murales tuvieron que vencer la tenaz resistencia del ministro Vasconcelos, ya que afirmaba que Orozco hacía “horribles caricaturas”.
Después de la firma de los Tratados de Bucareli, José Vasconcelos condenó el asesinato del senador Field Jurado y renunció a su puesto en la SEP. Fue candidato al gobierno de Oaxaca, pero fue derrotado y optó por el exilio. En París y Madrid publicó la primera época de la revista La Antorcha (1924-25). A su regreso a México fue candidato a la Presidencia de la República por el Partido Nacional Antirreeleccionista.
Vasconcelos se convirtió en el enemigo público número uno de los intereses que respaldaron y pusieron en el poder a Plutarco Elías Calles y a su grupo. Al anunciarse el triunfo del candidato oficial Pascual Ortiz Rubio (1930-1932), los antirreeleccionistas denunciaron el fraude electoral y Vasconcelos proclamó en Sonora el Plan de Guaymas, llamando sin éxito a un levantamiento armado. Encarcelado después de promulgar su plan, se auto-designó “única autoridad legítima” y desconoció a las autoridades federales, estatales y municipales que burlaban el voto público. Ya liberado se exilió en París, donde volvió a publicar La Antorcha. A su regreso desempeñó la dirección de la Biblioteca Nacional durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho (1940-1946).
Su pensamiento e ideales humanistas lo hicieron enemigo de los grandes intereses que dictaban la política del gobierno mexicanos desde Londres y Washington, ya que para que se aceptara la imposición de su voluntad, era un requisito indispensable mantener al pueblo en la mayor de las ignorancias, pobreza, miseria y sumido en los vicios y la desesperanza para que bajo ninguna circunstancia pudiera llegar a acariciar la posibilidad de liberarse del yugo que ni siquiera era capaz de ver.
En la obra literaria de José Vasconcelos, vemos como se convirtió en el adalid de la lucha contra el positivismo y el utilitarismo, que tan gran predicamento habían alcanzado en América por aquel entonces. En el ámbito filosófico, pueden mencionarse libros como Pitágoras, una teoría del ritmo (1916), dedicado a la escuela de Pitágoras, y El monismo estético (1918) o Lógica Orgánica (1945).
“La Divina Comedia” de Dante le provoca una revolución intelectual y le da la conversión a sus convicciones originales cristianas-platónicas y esto le da sentido a todo su modelo de pensamiento en el cual él ve al universo como una sinfonía de armonía, orden y belleza que refleja la magnificencia y perfección de Dios, por lo que desde ese momento integra al arte a su modelo educativo que posteriormente implementara como Secretario de Educación con la intención de formar en cada mexicano un ser consciente de su lugar en el universo y que tuviera acceso a lo mejor de la creación humana de todas las épocas.
Sus obras de sociología y pedagogía, como La raza cósmica (1925), ensayo sobre la identidad americana, incluye controvertidas ideas sobre la superioridad racial.
En Gabino Barreda y las ideas contemporáneas (1910) o Prometeo vencedor (1920) se incluye una abundantísima obra periodística. Otra faceta destacada de su actividad intelectual tuvo como escenario los trabajos históricos, como su Breve historia de México (1937) o Hernán Cortés, creador de la nacionalidad (1941).
José Vasconcelos prologó a la segunda edición del libro Derrota Mundial, publicada en 1955 sin duda la obra más reconocida del recientemente fallecido Maestro Salvador Borrego Escalante.
En sus memorias, Vasconcelos permanece ahí como una presencia viva después de su muerte. En éstas se involucran experiencias personales, reflexiones conceptuales y la conciencia de haber vivido en una importante etapa histórica. El ciclo se inicia con Ulises criollo (1935), prosigue con La tormenta (1936). En su ensayo ¿Qué es el comunismo? (1937) confesa públicamente su fe católica aunque hay quienes han querido buscar coincidencias de que en su pensamiento pueden encontrarse las tesis marxistas-leninistas, sin embargo Vasconcelos era un férreo opositor a esta filosofía y modelo social.
El desastre (1938) y luego El proconsulado (1939) El postrer volumen de su obra autobiográfica, titulado La flama, apareció póstumamente (1959).
Autor de una reducida producción dramática, considera la parte menos relevante de su obra. Quizás la más interesante de ellas sea Los robachicos (1946).
La sonata mágica (1933) y El viento de Bagdad (1945).
Educador y forjador del sistema educativo nacional en México, José Vasconcelos, el Maestro de América falleció en ciudad de México un 30 de junio del año 1959 a los 77 años, dejando como legado el humanismo vasconcelista que ha sido referente para la educación en toda Hispanoamérica. Un verdadero Orgullo de Nuestra Identidad Nacional Mexicana.