Por: Graciela Cruz Hernández
El 24 de junio del año 1785, en Villa de Balmaseda, provincia de Vizcaya, España, nació Juan de la Granja. Sus padres eran dueños de una fundición de hierro. Cuando Juan era un adolecente de 15 años y teniendo verdadera vocación para el comercio se dirigió a Madrid.
Por la situación política que se vivía en ese momento en España decide irse a América, embarcando de Cádiz con rumbo al puerto de Veracruz en el año de 1814, durante cuatro o cinco años estuvo recorriendo algunas provincias de la Nueva España, yendo también a Guatemala, su ocupación eran los negocios mercantiles. Más tarde la situación lo lleva a Estados Unidos, del cual regresa a la capital de México en 1820. Los siguientes años los siguió dedicando al comercio, pero se vio nuevamente obligado a irse a Estados Unidos embarcándose del puerto de Tampico hacia la ciudad de Nueva York donde se estableció y con medios propios montó una empresa y fundó una revista llamada “El Noticioso de Ambos Mundos” esta era quizá la primer revista publicada en español que se viera en esa región del vecino país. La idea que lo había movido para hacer tal empresa era salir en defensa tanto de los españoles como de los mexicanos que eran tan atacados por la prensa estadounidense. Sus valientes escritos llamaron la atención del gobierno español tanto así que el mismo rey, en 1828 lo invitó a solicitar un empleo el cual don Juan rechazó, no queriendo abandonar su propia empresa y los nobles ideales que le llevaron a realizarla, él seguía desde su “trinchera” defendiendo a los españoles y mexicanos dándoles útiles y prudentes consejos. Incluso desde su periódico El Noticioso advertía al gobierno mexicano de los planes del gobierno norteamericanos para apoderarse del territorio de Texas y de otros territorios mexicanos. Sus actos a favor de nuestra nación hicieron que en el año de 1838 al estar vacante el consulado mexicano en Nueva York el ministro mexicano residente en Washington nombrara en el mes de mayo a don Juan de la Granja como vicecónsul, tal nombramiento tuvo la aprobación del gobierno en agosto de ese mismo año. Don Juan aceptó ese nombramiento y junto con él todos los deberes consulares que contraía con México. Su celo y lealtad quedó manifestado en su correspondencia, pues él daba cuenta de inmediato al gobierno mexicano de cualquier fraude o peligro, grande o pequeño que se quisiera hacer contra nuestro país.
Formuló ideas y proyectos en beneficio para los adelantos y seguridad de nuestra república. Cuanto mexicano trataba con él era recibido con gran respeto y cortesía, ganándose de éstos una sincera simpatía. Muchos de los mexicanos que a él acudían lo hacían por una situación económica precaria, don Juan siempre estaba dispuesto a ayudar en cuanto pudiera a esas necesidades. Ejemplo de esto fue el gran desembolso que tuvo que hacer por una penosa enfermedad que llevó al ministro mexicano en Estados Unidos el Sr. Martínez Pizarro, a la muerte, y aun cuando ese desembolso lo hizo de forma desinteresada, años después le fue remunerado ese noble gesto. Este acto entre muchos otros le valieron para que el gobierno mexicano lo premiara declarándolo ciudadano mexicano en octubre de 1842 expidiéndole también el título de cónsul general.
Estando en Nueva York, vio los beneficios de la línea telegráfica y ya desde ahí empezó a meditar sobre la conveniencia de introducir a México tal invento.
En 1846 cuando se rompieron las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos y al cesar sus obligaciones como cónsul, don Juan de la Granja tras veinte años de residencia en los Estados Unidos regresa a México. Regresaba como ciudadano mexicano y como un hombre que aunque de origen español había trabajado desde un país extranjero para el pueblo mexicano que lo había recibido y con el cual estaba agradecido y para el cual seguiría trabajando hasta el fin de su vida.
A su regreso el Estado de Veracruz lo nombró diputado nacional. (Aun cuando se le adjudica que lo fue por Jalisco) anhelaba el bien de su nueva patria. Estableció una librería en la calle de Plateros pero la cerró al poco tiempo.
Él seguía con su idea del telégrafo y para el 10 de mayo de 1849 el gobierno mexicano le otorga la primera concesión telegráfica para toda la república. Entonces Juan de la Granja se dedicó a planear la empresa telegráfica y el día 20 de octubre de 1850 publicó un prospecto donde convocaba accionistas para formar la compañía. Aunque su idea fue acogida con entusiasmo, al momento de querer ponerla en práctica obtuvo frialdad por respuesta, a lo que él a pesar de todo no desistió y en un aviso que publicó el 1 de diciembre atribuyó la frialdad de aquellas personas “A la frialdad con que un pueblo recibe las ideas nuevas, cuando muchas veces ha sido engañado con falaces y mentidas promesas”.
Después de esto y dada la convicción de don Juan para su proyecto y el bien que le traería al país y viendo que él seguía con fe y entusiasmo defendiendo su idea y superando todo obstáculo, el gobierno le proporcionó 2,500 pesos para poder comprar los primeros aparatos; fue así que el 13 de noviembre de 1850 se utiliza por vez primera el telégrafo a manera de prueba entre el Palacio Nacional y el Palacio de Minería en la Ciudad de México.
El 5 de noviembre de 1851 en la calle hoy llamada Bolívar se estableció la primera oficina telegráfica de México, con servicio de México a Nopalucan Puebla, con una extensión de 45 leguas, aproximadamente 180 km.
Después don Juan de la Granja se asoció con don Hermenegildo de Villa y Cosío, quien aportó 150 mil pesos para extender la línea telegráfica, gracias a esto el 19 de mayo de 1852 quedó comunicada por este medio telegráfico la capital del país con el Estado de Veracruz, comprendiendo Puebla, San Andrés, Orizaba y Córdoba, que era por donde inicialmente pasaron las líneas del telégrafo.
Con sus continuos viajes para supervisar el establecimiento de la línea telegráfica, los cambios de temperatura, sus muchos esfuerzos mentales y físicos le hicieron enfermar al parecer de pulmonía, y Juan de la Granja murió el 6 de marzo de 1853.
Su albacea el Sr. D. Hermenegildo Villa y Cosío dedicó a su memoria una lápida en el Panteón San Fernando, no se sabe si aún existe. La lápida tenía esta inscripción: JUAN DE LA GRANJA NATURAL DE BALMASEDA. CIUDADANO MEXICANO EL PRIMERO QUE ESTABLECIÓ EN LA REPÚBLICA EL TELÉGRAFO ELECTRO-MAGNÉTICO. MURIÓ EL 6 DE MARZO DE 1853.
En su honor fue llamado con su nombre: Juan de la Granja, un pequeño poblado, el cual está situado en el Municipio de Nopalucan (en el Estado de Puebla). E igualmente el municipio poblano donde llegó por primera vez la señal telegráfica gracias a ese español, nacionalizado y mexicano de corazón, se denomina Nopalucan de la Granja.