Por: Graciela Cruz Hernández
Juan Nepomuceno Raudón Fernández Rondero, nació en la ciudad de Puebla, el 8 de agosto de 1788, al día siguiente fue bautizado en la parroquia de San Marcos Evangelista. Sus padres de origen español fueron don Mariano José Raudón y doña Mariana Fernández Rondero. Su padre provenía de familia española dedicada a la industria y ejerció como procurador, profesión similar a la abogacía actual.
Eran tiempos en que las pestes y enfermedades atacaban cruelmente a las personas pues la medicina no había alcanzado los adelantos necesarios para enfrentarse a ellas; en 1797 Juan Raudón, fue atacado por la viruela sobreviviendo a ella. Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal, quedó huérfano a los 10 años. Cursó latinidad y otras materias en el Real Colegio de San Luis rey de Francia, el bachillerato en Artes, en el Real y Pontificio Colegio Seminario Conciliar Palafoxiano, durante los primeros años del siglo XIX tal vez 1801 a 1802, optó por la medicina en vez de las Letras profesión de su padre.
De acuerdo con el historiador de la medicina don José Joaquín Izquierdo Raudón (sobrino bisnieto de Juan N. Raudón), influyó en su decisión de ser cirujano don José González y sin duda don José Felipe González y Marín, con quien Raudón practicaría en el Hospital de San Pedro. Realizó su trabajo inicialmente con el cirujano antes mencionado quien no alcanzó a otorgarle el certificado debido a que murió, entregándoselo más tarde su sucesor don Secundino Muñoz y Rojas, con quien también tuvo oportunidad de realizar su práctica. La llevó acabo en la sala de cirugía donde destacó en las visitas, curaciones y operaciones anatómicas, razón por la cual obtuvo la plaza de practicante. Cumplido el término que establecía la normatividad vigente, se trasladó a la Ciudad de México para continuar su formación, ingresó en la Real Escuela de Cirugía donde estudió los cuatro cursos académicos de anatomía y operaciones de cirugía los cuales concluyó a mediados de 1809. Recibió el certificado de manos del director de la institución don Antonio Serrano. Al mismo tiempo realizó su práctica en el Hospital General de San Andrés y asistió a la obligatoria cátedra de botánica con don Vicente Cervantes. Una vez cumplidos los requisitos formales (como era usual) se convirtió en candidato a examen; en su caso para obtener el título de cirujano latino (versados en el arte de saber estudiar en latín y conocer la gramática).
En octubre de 1809 presentó la petición formal para ser
admitido a examen ante el Real tribunal del Protomedicato y, por requerimiento
del promotor fiscal, presentó testigos que confirmaron (como era
costumbre) tanto su limpieza de sangre como su práctica hospitalaria. Los testigos solían ser amistades de la
familia del interesado y colegas de estudios o de servicios hospitalarios. Uno
de sus compañeros en el hospital poblano y también practicante don Antonio
Carrasco, testimonió que Raudón había servido en el hospital al mismo tiempo
que él, durante un periodo de cuatro años.
Así fue aceptado a examen y se le asignaron las
tardes 7 y 8 de noviembre. Se nombró como su sinodal al maestro en cirugía don
Marcos Gutiérrez. Presentó y aprobó su examen, entre sus examinadores figuraron
miembros del Protomedicato; entre ellos el destacado médico don José
Ignacio García Jove.
(Su descripción física en su título de médico, extendido por el Real Tribunal del Protomedicato el 21 de febrero de 1810, decía: hombre de estatura mediana, color rosado, cariaguileño, ojos aceitunos, cejijunto, nariz aguda, barba y pelo castaño, hoyoso de viruelas…)
Es importante destacar este texto que escribió J. Joaquín Izquierdo Raudón:
“Vale destacar el celo extremoso y casi descalificador con que el Protomedicato (entonces el organismo designado por la Corona y el Virreinato para validar los estudios médicos), se oponía a reconocer a la Cirugía como esa parte superior y mayúscula del quehacer médico que ciertamente es. Los cirujanos del tiempo de Raudón eran infraestimados y su oficio estaba lejos de la consideración artística y científica que más tarde habría de legitimar el tiempo”.
Es de hacerse notar que en el título que recibió no quedó especificada su categoría de latinista.
Para Raudón las epidemias tuvieron fatales consecuencias: no sólo falleció su hermano (el militar don José Mariano) y su madre, también sucumbieron en 1825 en una de tantas epidemias su esposa embarazada quien alcanzó a dar a luz a una niña que murió inmediatamente, quedó viudo y padre de cinco hijos tres mujeres y dos varones: Dolores; Nicolás, Trinidad, Soledad e Ignacio que iban desde los 11 a los 5 años de edad; frente a esta triste y difícil situación familiar, aceptó el ofrecimiento que le hizo el Ayuntamiento de Tehuacán de las Granadas, para servir como cirujano, recibió un pago anual de alrededor de 800 pesos gastos para su traslado y un contrato según el cual las curaciones que hiciera a personas pobres debía cobrarlas según las posibilidades de los enfermos; es así como Raudón trasladó su residencia a esa población, donde vivió hasta el fin de sus días. Renovó sus contratos anualmente y se mantuvo en el ejercicio profesional hasta 1833 y en ocasión de la promulgación de la entidad federativa de la nueva ley del 6 de enero de ese mismo año obtuvo su título oficial de médico cirujano que ya era en realidad su ejercicio profesional (especialmente en Tehuacán, Puebla) ya que durante largos años se desempeñó como el único facultativo de la población, si bien la iguala que le pagaba el ayuntamiento no fue en aumento, si lo fue la clientela y su reputación de cirujano quien como muchos de sus colegas aunó a sus servicios institucionales los de cirujano privado, especialmente durante la gran epidemia de cólera en 1833 donde se desempeñó con gran actividad en el tratamiento del mal que se le conoció como el “cólera grande” o “cólera morbos” enfermedad que tan solo en la población donde recibía Raudón fallecieron poco más de 1000 enfermos.
En cuanto a Raudón, al tiempo se casaron sus hijas, y sus dos hijos Nicolás e Ignacio, siguieron la carrera de las armas. El primero y mayor era capitán en un batallón de infantería y el menor se inició como alférez en el escuadrón activo de Atlixco y llegó al grado de coronel de caballería. Al quedarse completamente solo, se dedica entera y desinteresadamente al servicio de los enfermos solicitando a sus 52 años le fueron conferidas las órdenes sacerdotales, avanzada edad para la época; se le concedió permiso de seguir ejerciendo su profesión ahora gratuitamente y para 1841 figuró ya como presbítero en el padrón que se levantó durante ese año. Tenía su domicilio en la calle del Calvario del barrio de Guadalupe en una casa anexa a la capilla del Calvario ubicada extramuros al sur de la población. Raudón había aceptado la capellanía laica que había instituido en esa pequeña capilla la familia Del Moral, la cual estaba en funciones desde mediados del siglo anterior. Ahí en su modesta casa recibió el cirujano-presbítero a los enfermos pobres que en gran cantidad iban a consultarlo, obtuvieron magníficos resultados de sus recetas incluso muchos de esos enfermos enmarcaron tales recetas en recuerdo del bien que los medicamentos les habían producido, honrando así de alguna manera a tan gran y benévolo cirujano.
Poco fue el tiempo que vivió Raudón como sacerdote, pues el 22 de enero de 1843 el caritativo cirujano sufrió un fuerte ataque de apoplejía del cual no se recuperó, muriendo a los 55 años de edad. Juan Nepomuceno Raudón fue sepultado el siguiente día 23 en la capilla del Calvario, esa capilla donde prestó sus servicios a Dios y de la cual salía día tras día, para seguir donándose a los necesitados. Este gran mexicano, no se limitó a curar cuerpos sino que su gran caridad y nobleza lo llevó a consagrarse a Dios para curar también las almas.
Fuentes:
https://www.medigraphic.com/pdfs/circir/cc-2000/cc004h.pdf Cirugía y cirujanos Vol. 68 Núm. 4 Revista
Los cirujanos de hospitales de la Nueva España (siglos XVI y XVII)