Por: Justo Mirón
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), una institución creada en 1983 bajo el gobierno de Miguel de la Madrid, con la misión de generar datos precisos y confiables para tomar mejores decisiones como nación y que entre 1986 y 1988 se mudó a la ciudad de Aguascalientes, como un ejemplo de la descentralización administrativa, tras los sismos de 1985, se puede convertir, de prosperar un plan público del presidente de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, en una KGB que estaría al pendiente de los ingresos y bienes de los mexicanos.
El propio Ramírez Cuéllar, al ver el rechazo generalizado a su propuesta, intentó matizarla y recular. Recurriendo a la vieja argucia izquierdista de que se le había “malinterpretado”; recuerden que los zurdos siempre recurren a la “interpretación” para defenderse aún de escritos y declaraciones literales.
Pero no nos dispersemos.
Ramírez Cuéllar plasmó en blanco y negro su sueño utópico: que los empleados del INEGI ingresaran a los hogares de los mexicanos y vieran si éstos tenían más de un par de zapatos y una muda de ropa, que es lo que cree el presidente López basta para ser feliz. Además de la ropa, el INEGI tendría acceso a las cuentas bancarias, ¡Ay de usted si trataba de esconder sus bienes del INEGI! Éste estaría facultado para hurgar en sus más obscuros secretos financieros. Sabría cuánto debe, cuánto gana, en qué lo gasta, qué esconde de sus parientes, amigos, socios, vecinos.
¿Para qué querría saber esto Ramírez Cuéllar? Sin duda, para que si alguien tenía unos ahorros de, digamos, 20 mil devaluados pesotes, y alguien más con cuatro hijos, sólo tuviera en la cuenta que le abrió el gobierno en el Banco de Bienestar un saldo de 20 pesos, entonces ¿Por qué no repartir equitativamente ese dinero?
No importaría si el ciudadano “A” se hubiera esforzado en emprender un negocio, en estudiar o que sus padres se hubieran preocupado en ayudarle a tener una cierta posición económica, y el ciudadano “B” se hubiera dedicado a la fiesta, a no estudiar, a despilfarrar, lo justo sería que el dinero acumulado se dividiera.
¿Y que pasaría si los visitadores del INEGI encontraban que alguien vivía solo en un departamento de tres recámaras y alguien más tenía que sobrevivir en uno de dos recamaras pero con cuatro familiares más? Pues lo correcto sería que el solitario cediera espacios.
Vaya, y seamos mal pensados. Como en México sabemos que los secretos permanecen así, y es casi imposible que los datos se filtren, ¿Qué impediría que la delincuencia se enterara que la familia “M” tiene tal número de joyas valiosas, de vehículos, de propiedades?
Así, un gobierno que tiende a obsesionarse bajo la guía de su querido líder, en lo que debe o no gastar un ciudadano, dotado con los elementos legales para saber lo que posee, podría llegar a dictaminar que usted gasta demasiado en restaurantes; que para que piensa tomar unas vacaciones en Europa y endeudarse, si con conocer México es suficiente; ¿Que para qué una mujer gasta en ropa, maquillaje o salones de belleza, si eso no es algo de primera necesidad o no tiene porque ser tan frecuente? ¿Y si un joven decide gastar sus ahorros en un concierto, aunque tenga pura ropa vieja, el gobierno decidiría que lo mejor para él sería adquirir ropa mejor?
En México el dinero malhabido está relacionado principalmente con actividades políticas y delictivas. A veces son las mismas, así, es muy difícil que los políticos de cualquier color logren explicar propiedades, ingresos y gastos, en relación a sus ingresos, y por lo tanto serían los más dañados de concretarse esta idea. Pero los políticos tienden a protegerse entre sí. Se sienten una casta por encima del ciudadano y siempre están codiciando los bienes ajenos, escudados en que buscan lo mejor para la mayoría.
Los afanes totalitarios de Morena surgen todos los días. Cotidianamente avanzan en su proyecto de empobrecernos para tenernos controlados y temerosos. Por eso, tenemos que estar en vigilancia eterna y no dejarnos. De lo contrario, amigos, prepárense para lo que una vez fue suyo, pase a ser de “todos” los mexicanos.