Por: Mnemea de Olimpia
Apreciado lector, ¿sabía usted que el 20% de los adolescentes sufren depresión? ¿Cómo puede ser posible eso en un mundo donde la mayoría de jóvenes se ven a sí mismos como especiales, únicos y valiosos? Suena contradictorio, ¿no es así? Por supuesto, a simple vista, porque cuando analizamos un poco más lo que es el adolescente hoy en día, eso deja de ser incongruente. Vayamos por partes. Analicemos primero lo que en nuestra sociedad significa ser adolescente en la práctica. Posteriormente, en la segunda parte de esta entrega, estudiaremos lo que es la depresión y por qué se da en los adolescentes.
¿Cuál es la característica esencial de un niño? La fragilidad y la dependencia. La primera, nos provoca el instinto natural de cuidar al infante, sea nuestro hijo o no; la segunda, nos impulsa a hacer los mayores sacrificios por éste, en especial si es nuestra descendencia. Ahora, pensemos en lo que es un adulto. Éste, evidentemente, es lo opuesto a un niño: independiente, fuerte, experimentado, resistente a los cambios, capaz de formar su propia familia y apto para afrontar las consecuencias de sus decisiones, en términos generales. Finalmente, tratemos de describir a un adolescente, en especial a los jóvenes promedio de hoy en día: frágiles emocionalmente, dependientes económicamente, constantemente sedientos de halagos y aprobación social, impulsivos, ambivalentes en su sentir, propensos a las modas…pero físicamente más desarrollados, y por lo tanto, más fuertes que los niños. ¿Qué quiere decir lo anterior? Prácticamente, que los jóvenes de hoy en día, digamos, de los 15 a los 20 años, son niños mentales “atrapados” en los cuerpos de adultos jóvenes. Y digo “adultos jóvenes” porque históricamente el adolescente no gozaba de un trato especial diferente al de los adultos. Igualmente, éste debía trabajar por su comunidad, pelear por su nación, pasar hambre cuando no había qué comer, y formar su propia familia, sin importar si mental o emocionalmente estaba “preparado” o no. De hecho, el fenómeno de la adolescencia, como “carte blanche” para los excesos, tolerancia por parte de los mayores, permisividad, etc., es un fenómeno relativamente reciente en la Historia. A lo largo de ésta, simplemente, o se era un niño, o un adulto, primero uno joven, sí, y después otro ya experimentado, es cierto, y sin embargo, un adulto, con todos los derechos y obligaciones que ello acarreaba. Para comprobar lo anterior, mencionemos a Robert Epstein y Jennifer Ong, quienes afirman en un artículo para Scientific American que «la tumulto adolescente al estilo estadounidense está ausente en más de 100 culturas en todo el mundo, lo que sugiere que tal caos no es biológicamente inevitable. En segundo lugar, el cerebro mismo cambia en respuesta a las experiencias, planteando la cuestión de si las características cerebrales de los adolescentes son la causa del tumulto adolescente o, más bien, el resultado del estilo de vida y las experiencias».
Como podemos ver, el mayor problema del joven no es la depresión en sí, tema que continuaremos estudiando en la siguiente entrega, sino la adolescencia. Tratamos a nuestros jóvenes como niños, esperando que mágicamente en algún momento, como por arte de magia, se conviertan en adultos. No es así, pues en la sociedad humana, como en la naturaleza, donde no hay necesidad, no hay cambio.