Por: Mnemea de Olimpia
En la entrega pasada dimos un vistazo general a lo que es la adolescencia, y mencionamos que muchísimos adolescentes sufren de depresión, pero al mismo tiempo, han crecido sabiéndose especiales, irremplazables, únicos e irrepetibles. Por lo leído anteriormente sabemos que la adolescencia no es otra cosa que el producto de nuestra cultura decadente, así que ahora nos tomaremos un momento para repasar lo que es la depresión adolescentil.
Una definición nos dice que “la depresión que se eleva al nivel de cumplimiento de los criterios para un diagnóstico, puede entenderse en términos generales como una depresión que es tan grave que interfiere con la capacidad de la persona para funcionar de alguna manera”. Es decir, una tristeza, o decaimiento emocional de tal intensidad que impida la actividad normal de un joven en su medio social. Por otro lado, sabemos que alrededor de un 20% de adolescentes han sufrido de depresión en algún momento de su desarrollo, desde la pubertad hasta la adultez. Pero al mismo tiempo, ¿cómo puede ser esto posible si no ha habido otra generación a la que se le diga más que es la mejor creación de este mundo? Algo no cuadra. Veamos qué ocurre.
Las generaciones actuales de jóvenes, digamos los Millennials y la Generacion Z, han crecido en el mundo de las emociones. Les han dicho que el amor es lo más importante, que la amistad, la inclusión y la igualdad son virtudes irreprochables, y que si algo no los hace felices, deben alejarse de ello. Dicho con otras palabras, si el ser humano es una criatura emocional y racional al mismo tiempo, pero la sociedad y la cultura posmodernas sólo fomentan las emociones, ¿qué ocurrirá cuando dicho ser se encuentre en situaciones adversas en las cuales, para poder superarlas, éste deba analizar, reflexionar y razonar? Evidentemente, no podrá hacerlo, y por lo tanto, al no poder lidiar ni resolver los problemas a los que se enfrente, por supuesto, éste habrá de caer en depresión. Y si a lo anterior le agregamos que la sociedad actual no fomenta en lo absoluto la disciplina, el carácter, ni la resistencia a la adversidad, tenemos en automático una generación de debiluchos, cobardes e hipersensibles.
Los jóvenes de nuestra época no caen en depresión porque tengan problemas, miedos, inseguridades o traumas, todos los tenemos, sino porque no saben lidiar con ellos. Nadie les ha inculcado que la naturaleza detesta la debilidad, ni nadie les ha dicho que esta vida es una lucha constante por sobrevivir y prosperar. Sé que suena crudo lo anterior, pero como futuros padres, si no lo aceptamos, corremos el riesgo de echar a perder una nueva generación de niños: los nuestros.