Por: Miguel Ángel Jasso Espinosa
Ahora que en México se estrena un nuevo gobierno y el presidente se muestra como el “adalid del combate a la corrupción”, conviene hacer mención al estado actual de dicho flagelo social tanto en México como en el mundo para tener una idea de los alcances del discurso presidencial contra la corrupción en México.
La academia, organismos internacionales, las organizaciones de la sociedad civil en México y el periodismo de investigación, han hecho una labor importante para poner el tema de la corrupción en la agenda pública mexicana.
Lamentablemente, poco se ha podido hacer para erradicar de nuestro país tan perniciosa práctica que abarca a todas las capas sociales y los distintos niveles de gobierno.
Concepto de corrupción
En el latín es donde podemos establecer que se encuentra el origen etimológico del término corrupción. En concreto, emana del vocablo “corruptio”, que se encuentra conformado por los siguientes elementos: el prefijo “con”, que es sinónimo de “junto”; el verbo “rumpere”, que puede traducirse como “hacer pedazos”; y finalmente el sufijo “-tio”, que es equivalente a “acción y efecto”.
Corrupción es la acción y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar). El concepto, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE), se utiliza para nombrar al vicio o abuso en un escrito o en las cosas no materiales.
La corrupción, por lo tanto, puede tratarse de una depravación moral o simbólica.
La palabra corrupción dentro de un enfoque social y legal se encuentra definida como la acción humana que transgrede las normas legales y los principios éticos.
La corrupción tanto administrativa como política se refiere a los delitos que se cometen en el ejercicio de un cargo público, para conseguir una ventaja ilegítima, acto que se comete de manera secreta y privada. Las formas de corrupción son muy variadas, algunas de ellas son:
El soborno, es el más repetitivo de los delitos contra la administración pública, y que va desde la entrega de una módica suma a un oficial de seguridad, para evitar una multa, hasta el ofrecimiento de grandes cantidades de dinero para la evasión de los impuestos.
El tráfico de influencias, este consiste cuando un funcionario utiliza sus influencias para conseguir a favor de alguien allegado (un familiar por ejemplo), una actividad que involucre una posición o un trabajo de beneficio.
El Peculado, ocurre cuando un sujeto se enriquece de forma ilegal en perjuicio del Estado. El uso en provecho de los bienes públicos, el uso de materiales y equipos distintas al objeto de su compra; representan actos constitutivos de peculado.
Las causas que originan este tipo de actos de corrupción pueden ser internas o externas. Entre las causas internas se encuentran: falta de conciencia social, carencia de educación o de una cultura de compromiso, paradigmas negativos y distorsionados.
Como elementos externos de la corrupción se encuentran: impunidad, salarios bajos, concentración de poderes, corporativismo partidista.
A nivel político la corrupción genera un impacto negativo al producir y consolidar la desigualdad social, y protege las redes de complicidad entre las elites políticas y económicas. A nivel económico la corrupción influye en el crecimiento de los costos de los bienes y servicios.[1]
En nuestro país, la corrupción representa un gran flagelo para el desarrollo económico del país.
En México, lejos de disminuir la acción de la corrupción, ha venido aumentando año con año.
Existen diversos mecanismos para medir su crecimiento.
Históricamente el hecho puede demostrarse con la amplia bibliografía sobre el tema que ya dejó de ser escueta para convertirse en un universo de información que mide distintos alcances de la corrupción en México.
Una búsqueda en Infolatina enseña que en 1996 la prensa mencionó la palabra corrupción en 502 notas. Para 2014 el número de menciones había crecido a 29,505. O sea, se pasó de 1.4 menciones por día a 81, esto es un crecimiento de 5,777%. Mas recientemente, las redes sociales han hecho su parte. En un país en el que se lee tan poco, se han convertido en un megáfono y amplificador de la denuncia.
Para desgracia de todos nosotros el impacto sobre la frecuencia en la comisión de actos de corrupción y en la impunidad que los rodea ha sido prácticamente nula.
Así tenemos que en el Índice de Percepción de la Corrupción elaborado año tras año por “Transparencia Internacional”, México ha venido empeorando progresivamente. Si revisamos sus informes anuales nos encontraremos con que, en 2014 México se ubicó en el lugar 103 de 175 países con una puntuación de 35/100. El país mejor evaluado de ese año fue Dinamarca con 92 puntos; Corea del Norte y Somalia, fueron considerados como los más corruptos. Entonces México compartió ubicación en la tabla con Bolivia, Moldavia y Níger. De esta forma, en América Latina, México se encontró por debajo de sus principales socios y competidores económicos: 82 posiciones por debajo de Chile, 34 lugares por debajo de Brasil. Asimismo, México se ubicó en la última posición (34/34) entre los países que integran la OCDE. En 2014, “Transparencia Internacional” recomendó que México requería un cambio de fondo en su estrategia anticorrupción o de lo contrario se vería en la “posibilidad de agravar su situación”.
Para 2018, a pesar de los esfuerzos por establecer un nuevo sistema anticorrupción, México volvió a caer en el Índice de Percepción de la Corrupción que realiza todos los años la organización Transparencia Internacional (TI).
En la edición 2017, nuestro país ocupó el lugar 135 de 180 naciones evaluadas, mientras que en el estudio de 2016 se ubicó en el sitio 123 de 176.
El Índice de Percepción de la Corrupción 2017 evaluó 180 países (cuatro más que la edición anterior) y midió aspectos como el gobierno abierto, rendición de cuentas, libertad de expresión, transparencia, niveles de integridad en el servicio público y acceso igualitario a la justicia. La calificación tiene una escala de 0 a 100, donde 0 es el peor resultado y 100 el mejor.
Nueva Zelanda obtuvo la puntuación más alta (89) y por lo tanto es el país mejor evaluado en percepción de corrupción. Le siguieron Dinamarca y Finlandia.
9 de los 10 países mejor evaluados también se encontraban en el top 10 del año pasado. Este año, Alemania salió de este top y entró Luxemburgo.
Los 5 países con la peor calificación, o con mayor percepción de corrupción, son: Yemen, Afganistán, Siria, Sudán del Sur y Somalia.[2]
El costo de la corrupción
Medios de comunicación, instituciones y políticos mexicanos han afirmado que, de acuerdo con un informe del Banco Mundial, la corrupción en México cuesta 9% del Producto Interno Bruto. Sin embargo, el Banco Mundial salió a desmentir la cifra que se especuló en diversos medios de comunicación mexicanos. El Banco Mundial aclaró que sólo cuenta con el indicador Control de Corrupción, el cual refleja la percepción del uso del poder público para fines privados.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) estima que el costo a consecuencia de la corrupción por trámites vehiculares, de educación pública, registro civil o contacto con autoridades de seguridad pública es de siete mil 217 millones, equivalente al 0.4% del PIB.
Algunos especialistas mencionan que la corrupción podría costar 5% del PIB e incluso se habla de 900 mil millones de pesos y hay cálculos del Fondo Monetario Internacional que estiman un costo del 2%.
Según el informe de Transparencia Internacional, Las personas y la corrupción: América Latina y el Caribe, México es el país con el mayor índice de corrupción de América Latina y el Caribe en la prestación de servicios públicos. De acuerdo con el informe, 51% de los mexicanos encuestados respondió haber pagado un soborno para acceder a servicios públicos básicos en los últimos 12 meses (2017).[3]
La corrupción le cuesta a cada mexicano, en promedio, 2 mil 273 pesos, según la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2017, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).[4]
Esto significa que el costo total de la corrupción en México (que incluye eventos como la realización de pagos, trámites o solicitudes de servicios públicos y otros contactos con autoridades) fue de 7 millones 218 mil de pesos, cifra superior en un 12.5 por ciento a la reportada en 2015.
Estas cifras no han pasado inadvertidas por los mexicanos, ya que el estudio señala que la corrupción es el segundo problema que más preocupa a la población, sólo detrás de la inseguridad y la delincuencia.
El porcentaje de población preocupada por este fenómeno pasó de 50.9% en 2015 a 56.7% en 2017.
Por su parte, la inseguridad y delincuencia se mantuvo como el principal problema que preocupa a los mexicanos con 73.7%, superior al 66.4% estimado en 2015.
Sonora (61.7%), Durango (46.7%), Chihuahua (40.7%) y Sinaloa (40.7%) son las entidades con la tasa de víctimas de actos de corrupción más alta por cada 100 mil habitantes del país.
El trámite con mayor porcentaje de experiencias de corrupción durante 2017 fue el contacto con autoridades de seguridad pública con 59.5%, seguido de los trámites relacionados con la propiedad con 30.7 por ciento.
La tasa de población que tuvo contacto con algún servidor público, y experimentó algún acto de corrupción fue de 14,635 por cada 100,000 habitantes a nivel nacional.
Además, se estima que la tasa de prevalencia de corrupción pasó de 12,590 víctimas por cada 100 mil habitantes en 2015, a 14,635 en 2017; mientras que la incidencia pasó de 30,097 actos de corrupción por cada 100 mil habitantes a 25,541 en 2017.
Estas cifras expresan tanto la relación de personas afectadas, como las experiencias de corrupción registradas en trámites, pagos y solicitudes de servicios públicos, así como otro tipo de contactos con servidores públicos en áreas urbanas.[5]
Estas cantidades que hemos referido, deberían estar ya al alcance de los funcionarios del nuevo gobierno para que comiencen a decirnos el cómo le van a hacer para cambiar los usos y costumbres de los mexicanos en materia de corrupción.
En un segundo artículo analizaremos otros elementos de la corrupción en México.