Por: Voniac Derdritte
Hemos llegado al final de esta saga, en la cual, hemos explorado y aprendido cómo el Hombre pasó de ser un depredador y conquistador, a un hombre de modales y formas, para luego tener la oportunidad de hacer suya la cosmovisión del heroísmo que se fomentó en la Europa de los 30’s, para finalmente, después del desenlace de la Segunda Guerra Mundial, poco a poco convertirse en lo que es hoy: un esclavo del Sistema, un peón de la Élite Internacional…una mascota del Estado.
Desde el desenlace de la Gran Guerra (1914-1945), y ya sin una ideología que resistiese el embate ideológico promovido por la Élite Internacional, las Masas fueron envenenadas psicológica y espiritualmente hasta lograr su completa destrucción mental y anímica. Poco a poco, generación tras generación, ideas como la igualdad, la liberación sexual y el materialismo, primero, y el igualitarismo, la degeneración sexual y el consumismo, después, se arraigaron en la psique popular, creando Masas decadentes, adoctrinadas hasta su esencia, sin criterio ni juicio, ni siquiera a la hora de tomar las decisiones importantes de su vida, como los estándares para elegir pareja, qué tipo de comida ingerir o cómo educar a sus hijos, ni tampoco en las triviales, como qué hacer con el tiempo libre que el desarrollo tecnológico a su alrededor ahora les ofrecía, cómo expresar sus propias ideas ni mucho menos, cuestionar los dogmas ideológicos de la cultura imperante. El Hombre, cuyos ancestros habían conquistado al mundo, ahora no podría conquistar para sí la dignidad, ni mucho menos, el honor.
En Occidente, el hombre y la mujer del siglo XXI, se convirtieron en seres físicamente débiles, llenos de desbordante grasa y frecuente aliento alcohólico, así como en millones de casos, portadores de químicos aromáticos para ocultar la peste que el tabaco dejaba en sus cuerpos y bocas. Otros hombres, dueños de incontenibles egos, optaron por inyectarse hormonas para volverse más musculosos, no para hacer la guerra mejor o cazar animales más fuertes, sino para tomarse fotografías de frente al espejo. En el caso de las mujeres, millones de éstas optaron por tomar pastillas (químicos) para adelgazar, sólo para experimentar un descontrol metabólico y caer en la obesidad después. Otras, prefirieron someterse a cirugías para introducir en sus cuerpos trozos de silicona y acentuar sus senos y glúteos, también sus labios, y así atraer más fácilmente al sexo opuesto, no para tener más oportunidades de reproducción y de heredar sus genes, sino para copular sólo por hedónico placer, evitando a toda costa, mediante métodos anticonceptivos, el tener hijos, asegurándose éstas, en el desafortunado caso (según la cosmovisión de muchísimas mujeres) de quedar embarazadas, de matar a su prole mientras ésta aún yaciese indefensa en el vientre, no por razones eugenéticas, sino por mera estética egoísta, pues el quedar encinta, afirmaban, deformaría sus cuerpos.
Intelectualmente, sucedía una penosa contradicción. Por un lado, la tecnología avanzó tanto que casi todo el conocimiento existente se encontraba disponible gratuitamente en un universo virtual llamado “internet”. Cualquiera podía investigar desde temas simples, como la alimentación preferente para un perro, hasta aspectos complejos de física quántica. Todo lo anterior gratuitamente. No obstante el milagro tecnológico anterior, casi la totalidad de la población optaba sólo por enviarse mensajes a través de ésta, ver pornografía o videos de animales, así como otras trivialidades. El conocimiento, más allá de lo básico y laboralmente funcional, se volvió algo tedioso y poco atractivo para la mayoría de la población en general, tanto para los niños, como para los adultos. La gente dejó de leer, y aquellos que sí se decantaban por la lectura, consumían obras comerciales, poco demandantes de esfuerzo intelectual. Las Masas preferían coleccionar mentalmente rumores de la farándula, en lugar de analizar teorías políticas o filosóficas, y ocupaban su memoria en retener los nombres de deportistas y sus records, en lugar de conocer la trayectoria profesional de sus propios líderes y gobernantes. Dicho en pocas palabras, la cultura se volvió un hobby, no una necesidad.
Moralmente, el relativismo lo infectó todo. El bien y el mal se volvieron intercambiables según el criterio de cada quien, y lo indecible y condenable del ayer, se transformó en la norma de la época. Los antivalores desaparecieron, no porque éstos hubiesen sido erradicados, sino porque ahora cualquier conducta, por muy degenerada y grotesca que ésta fuese, se interpretaba como una libre manifestación de la personalidad. La promiscuidad, el sadomasoquismo, la hipersexualización, la homosexualidad, la pedofilia, el travestismo, la adicción a las drogas, la violencia recreativa e inútil, todo se convirtió en aceptable y válido de experimentar, y al cabo de unas cuantas generaciones, la gente olvidó lo que alguna vez había sido la luz de la cordura, para terminar deambulando ciega en la obscuridad del nihilismo hedónico.
Espiritualmente, los hombres y mujeres del siglo XXI regalaron sus almas a la religión del Marxismo Cultural, al dios amor y a su trinidad, compuesta por la tolerancia, la igualdad y la diversidad. Por supuesto, al no haber distinción ya entre los valores y antivalores, este dios y su nueva trinidad resultaron ser conceptos sagrados, pero completamente vacíos, deliberadamente robados de algún significado, para que cada uno de sus fieles creyentes le diese el sentido que a éste mejor le placiese. Lo anterior, en la práctica, quiso decir que la gente vivía, pero sus espíritus yacían muertos.
Psicológicamente, el ser humano se tornó dócil, conformista, mediocre, sumiso, pasivo y comodino. Sobre todo, obediente. Incluso cuando las órdenes de los gobernantes corruptos tenían consecuencias adversas para los gobernados, éstos últimos las acataban voluntariamente, siempre en espera de algún cambio que cayese del cielo, siendo ellos mismos incapaces ya de tomar su propio destino en sus manos, debido a su permanente estado de domesticación.
Éste es el mundo en el que de joven yo viví. El fin de una era. La muerte de nuestra cultura. La Domesticación del Hombre fue completada, y con ésta, al poco tiempo, le siguió el Gran Colapso…la caída de la Civilización.