La hipersexualización de los niños debido al mal uso tecnológico. Parte 1: la infancia robada

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La hipersexualización de los niños debido al mal uso tecnológico. Parte 1: la infancia robada

Por IDIHPES | Artículos Destacados, Historia, Sociedad | Comentarios Cerrados | 2 agosto, 2018 | 0

Por: Mnemea de Olimpia

“Ciertas cosas que no deberían haber sido olvidadas, se perdieron.

La historia se convirtió en leyenda… la leyenda se convirtió en mito”

John Ronald Reuel Tolkien

El mito de Pandora, la primera mujer de la Tierra, “la que tiene todos los dones”, nos advierte sobre las funestas decisiones a las que la curiosidad irresponsable nos puede conducir. En el caso de Pandora, ésta la llevó a descubrir el contenido de una caja que los dioses del Olimpo y su esposo, Epimeteo, le habían pedido que bajo ninguna circunstancia abriese. La caja contenía todos los males que aquejarían a la humanidad. Ella, neciamente, desobedeció. Finalmente, cuando Pandora se percató de lo que había hecho, ya no hubo vuelta atrás. Sin importar lo que hiciera, el mal ya estaba libre. Este mito ancestral habrá de ser nuestro punto de referencia para comprender cómo la curiosidad y el mal manejo de los dispositivos electrónicos, y por ende de la internet, puede convertirse en una caja de pandora moderna, cuyo manejo irresponsable es capaz de destruir el tesoro más sagrado de toda la sociedad: la inocencia de la infancia. En esta entrega, compartiré algunos relatos que servirán como testimonio de la realidad a la que se enfrentan nuestros niños, sobre todo aquellos que pertenecen a la tan controversial “Generación Z” (aquellos nacidos entre los años 2000 y 2014).

Al ser profesora de primaria desde hace 10 años, la vida me ha dado la oportunidad de convivir con cientos de niños de diversas edades a lo largo de mi desarrollo profesional. Siempre me ha sucedido que de entre ellos algunos han sido precoces, otros inocentes, unos bien portados, y otros maleducados. Eso es lo normal. Sin embargo, en el último lustro he notado un fenómeno digno de compartirse con más personas, ya que es necesario y urgente poner toda nuestra atención al uso que nuestros hijos, sobrinos y nietos hacen de la internet. Si bien es cierto que muchas veces he escuchado a los padres de mis alumnos quejarse de que las actividades en línea realizadas por sus hijos (descargas de videojuegos o compras por internet) les han llegado a generar cargos de miles de pesos a sus cuentas bancarias, ello no es lo que a mí me preocupa realmente, sino lo que ocurre cuando la red los bombardea sistemáticamente con contenidos de tipo sexual. ¿Por qué? Porque su infancia se pierde totalmente y ésta es usurpada por un intento de personalidad adulta, manifestándose en el cuerpo de niños.

Siempre me había resultado tierno empezar a ver que a mis alumnos (de entre 9 y 12 años de edad) les gustaba alguna niña, o viceversa, y se apenaban de ello. Ahora las cosas han cambiado, pues ya no solamente ocurren esas primeras y naturales manifestaciones de interés por el sexo opuesto, sino que incluso vocablos y conceptos como “sexo”, “violación”, “pornografía”, “sexting”, entre otros, forman parte de las conversaciones usuales entre ellos. A continuación comparto algunos de los casos más delicados a los que yo y otros colegas provenientes de diversas escuelas nos hemos tenido que enfrentar.

Hace dos ciclos escolares, en algún grado de 5to año (los alumnos oscilan entre los 11 y 12 años de edad), se presentó una problemática difícil de digerir: unos alumnos iniciaron un noviazgo, y debido a que ambos poseían teléfonos celulares, éstos mantuvieron comunicación no sólo en el colegio, sino también desde sus casas. La niña, de apenas 11 años, le mando fotos semidesnuda a su novio porque, según sus palabras, “ya no aguantaba las ganas de tener relaciones con él”. Las imágenes de esta niña no sólo circularon por todo aquel 5to grado de primaria, sino que sus compañeros de secundaria, preparatoria e incluso muchos padres de familia también tuvieron acceso a dichas fotografías. Al principio a la niña no le importó, pero conforme sus compañeros de clase le dijeron más y más que si “no se dejaba ‘nalguear’ las fotos serían enviadas también a sus padres”, el asunto comenzó a subir de tono. La niña y sus padres supusieron que esta mala etapa terminaría cuando ella pasara a secundaria, ya que para entonces todos habrían olvidado el suceso, pensaban. Estaban equivocados. La situación empeoró tanto que ella tuvo que dejar el colegio. Los directores comunicaron lo sucedido a los padres cuando los profesores fueron testigos de la situación, pero debido a políticas institucionales, no se pudo hacer más que eso.

Los adultos, antes de regalarles un celular a nuestros niños, debemos reflexionar y hacernos la siguiente pregunta: ¿qué pasa cuando dicho dispositivo no sólo tiene conexión a internet, sino también una cámara y acceso a las redes sociales? No es ningún secreto que los niños tienen mucha curiosidad y hambre de aprender las cosas que les apasionan, así como una enorme necesidad de expresar sus emociones, pero tampoco lo es que ellos adolecen de los defectos de la inmadurez y la inexperiencia, lo cual los lleva a cometer errores garrafales, tales como el “sexting” (contracción de las palabras en inglés “sex” y “texting”, es decir, sexo y envío de mensajes de texto), en buena parte, como resultado de la poca o nula vigilancia de los padres a la hora de hacer uso de estos aparatos.

Durante este ciclo escolar, recién terminado, el fervor por lo sexual fue tal en un colegio, que los directivos tuvieron la necesidad de pedir autorización a los padres para que se impartiera un taller de sexualidad a los niños de 4to grado de primaria (alumnos de 9-10 años), como resultado de muchos incidentes en los que los niños se mostraban, los unos a los otros, videos con contenido pornográfico, o bien, les decían a las niñas que “si las veían desnudas las iban a violar”. En otra ocasión, fue visto que las niñas jugaban a hacerse preguntas consistentes en mencionar a tres compañeros, de los cuales, debían escoger con quien tendrían relaciones sexuales, a quién besarían y a quién matarían, sin ningún pudor de que sus compañeros elegidos estuviesen presentes. En un último caso, se descubrió que algunas niñas (¡de primaria!) incluso llegaron a pedirles prestado algunos útiles escolares a sus compañeros, diciéndoles que de acceder, les mostrarían su agradecimiento “dándoles besos a sus genitales”.

El límite de estos juegos llegó cuando unos amigos grabaron un video diciendo que “la mejor forma de ganar dinero es la siguiente”, hincándose uno de los niños ante otro compañero y fingiendo hacerle sexo oral. Lo más sorprendente fue que ninguno de los testigos y partícipes de dicho video, todos niños de la misma edad (menos de 10 años), mostrase dudas de la acción que su compañero realizaba, sino que al contrario, conscientes de su significado, los involucrados mostrasen su apoyo aplaudiendo y vitoreando.

Desafortunadamente, como podemos apreciar, la “Generación Z” no sólo ha sido expuesta recurrentemente a contenido sexual, sino que ella misma, a pesar de su prematura edad, ha comenzado a generarlo y a compartirlo. Nuestros niños, en lugar de ser niños, se han convertido en usuarios de diferentes redes sociales en las que no sólo comparten las fotos de los distintos lugares donde vacacionan, sino también estados sobre sus relaciones sentimentales y videos de las fiestas que realizan, donde en muchos de ellos aparecen bebiendo “cervezas sin alcohol”. Ha sido un shock terrible, para mí como maestra y futura madre, observar que nuestros niños se han convertido en “youtubers” de 13 años a los que gente desconocida les pregunta “si se han metido un ‘dildo”’ o “si ya fuman o toman”, sobre todo por la incómoda realidad de saber, que aquellos internautas anónimos que hacen comentarios sugestivos o preguntas sexuales, no son únicamente niños.

Se ha abierto nuevamente aquella caja de Pandora que habíamos confundido con un simple mito, y éste se ha convertido en una horrible realidad. ¿Será posible que podamos cerrar esta nueva “caja” a tiempo y que no suceda como en aquella historia griega en la que ya no hubo vuelta atrás? ¿Será posible que aún haya esperanza para nuestros hijos y nietos? Quizás, pero para encontrar una solución a este problema, primero debemos conocer sus causas, y éstas son las que revisaremos en la siguiente entrega.