Por: Mnemea de Olimpia
En la entrega anterior describí algunos de los sucesos con los que yo y otros colegas provenientes diversas instituciones educativas hemos tenido que lidiar. En esta ocasión, es mi deseo explicar las causas principales de este fenómeno, de tal forma que nosotros como padres podamos proteger a nuestros hijos de esta terrible moda que pone en riesgo su sano desarrollo psicológico.
El uso indebido de los Smartphones
Hoy en día, en la era de la información, nos encontramos con un fenómeno único en la Historia. Por un lado, todo aquél que tenga un celular inteligente con acceso a internet tiene en sus manos, literalmente, una ventana a casi todo el conocimiento humano y a todo el entretenimiento posible, pero también, a toda la degeneración, la decadencia y las peores vilezas de nuestra sociedad. Ésa es una tecnología increíble, pero también MUY peligrosa en manos de un niño, pues un infante carece del juicio y criterio para saber qué es lo que está viendo, cómo interpretarlo, y como valorar su contenido desde una perspectiva moral. Un niño, lo sabemos todos, es una esponja que absorbe todo lo que hay a su alrededor, sea conocimiento, valores o conductas. Sin duda alguna, hoy más que nunca, varios de los más graves peligros para su sano desarrollo infantil, tales como la pornografía o la violencia, se encuentran a un solo click de distancia. Eso es algo que nosotros los padres, no hemos sabido calcular a la hora de comprarles estos dispositivos. No debemos perder de vista que un Smartphone es una herramienta de adultos, no un juguete para niños.
La incompetencia de los padres
“Nadie nos enseña a ser padres”, se dice, y es cierto, pero la vida y la inteligencia sí nos enseñan lo que es un buen y un mal padre. ¿Cómo? Es simple. Tenemos dos ojos para observar y un cerebro para analizar. Cuando vemos a un niño malcriado, y tenemos la oportunidad de mirar la conducta de sus padres, podemos percatarnos de cómo es entre ellos la relación padre-hijo. La falta de disciplina, orden, valores y reglas siempre creará niños descontrolados y groseros, mientras que el exceso de lo anterior, también será la receta perfecta para formar niños inseguros y traumados. Si la conducta de los hijos es objetivamente inadecuada, entonces ello significa que los progenitores son malos tutores, y al revés, si el comportamiento de su descendencia es objetivamente adecuado, entonces ello significará que los padres saben lo que hacen. Por supuesto, ser padre no es una ciencia, sino un arte, y cada niño es diferente, lo cual nos lleva a ser más o menos estrictos según sea el caso particular en cuestión. No obstante, hoy en día podemos contemplar cómo las últimas generaciones de padres y madres por igual, acostumbrados ambos a una vida de estrés en el trabajo y relajación en los momentos libres, no saben cómo lidiar con sus niños pequeños, hecho inherentemente difícil, pues éstos requieren de mucha estimulación intelectual y emocional para tener un desarrollo integro, lo cual, se traduce en una gran inversión de tiempo, paciencia y dedicación. Ante lo interior, aunado a la incompetencia de los padres modernos, entrenados desde pequeños por el sistema educativo para algún día ser buenos empleados, y no buenos tutores de su prole, vemos cómo éstos prefieren poner un iPad o un Smartphone frente a sus hijos para mantenerlos entretenidos, y relativamente quietos. Grave error. Ser buenos tutores significa formar permanentemente a nuestros hijos; darles valores y conocimientos; enseñarlos a pensar, a comportarse, y sobre todo, a sobrevivir. Ello, por supuesto, exige tiempo, mucho tiempo, y eso, horas libres, es lo que hoy en día los padres menos tienen. Si una pareja no tiene tiempo o la voluntad para dedicarles a sus hijos todos sus ratos libres, y así formarlos adecuadamente, sobre todo en los primeros diez años de sus vidas, entonces no deberían tener hijos, pues de tenerlos, será la internet, la televisión y el sistema los que terminarán educándolos. No debería sorprendernos entonces, que nuestros hijos absorban y emulen la decadencia que de estos medios de comunicación emana.
El inherente deseo de amor, atención y aceptación de los niños
No es ningún secreto que los niños necesitan permanentemente de amor. Está en su naturaleza. Pero, ¿cómo identifican ellos que son amados? La respuesta es sencilla: cuando sienten que reciben la atención de los demás y cuando se perciben a sí mismos aceptados por aquellos cercanos a ellos. Teniendo esto en mente, podemos imaginar que a mayor aceptación y mayor atención, mayor será su autoestima. Esto es clave para entender por qué hoy en día los niños están dispuestos a hacer lo que sea por obtener likes en las redes sociales, es decir, la potencial atención y aceptación virtual de millones de personas al mismo tiempo. Por supuesto, el natural deseo de sentirse amados se ve satisfecho falsamente por los comentarios positivos de los internautas anónimos, ya que su cerebro inmaduro erróneamente interpreta lo anterior como muestras de afecto, motivando a los niños a buscar aún más estímulos, lo cual, los lleva a buscar volverse más públicos, más notables, y hasta más osados y atrevidos en sus publicaciones, como lo es, por ejemplo, el grabarse a sí mismos recreando “challenges” o desafíos de las redes sociales (tonterías riesgosas y/o “divertidas” como salirse de un carro en movimiento, bailar y volver a entrar en él sin caerse). La fuerza que motiva lo anterior es su natural deseo de sentirse permanentemente amados y aceptados, no debemos olvidarlo. Justo esto explica por qué cuando ocurre lo contrario de lo que ellos esperan, es decir, cuando reciben el rechazo o la crítica de otras personas en internet, los niños caen en depresión, incluso en casos extremos, llegando a suicidarse. Claro está que para nosotros, adultos provenientes de otra generación donde no existían las redes sociales, que la conducta y el autoestima de los niños de hoy en día dependa de un mundo virtual nos resulta una exageración, un absurdo. Olvidamos que nosotros también tuvimos las mismas necesidades que ellos, la única diferencia siendo que nosotros crecimos rodeados del amor, aceptación y atención de nuestras familias, el único “mundo” que por muchos años conocimos, y por lo tanto, el único amor que realmente necesitamos.
Nunca debemos olvidar que todo lo que concierne a la sociedad está orquestado por intereses internacionales y por los designios de una demoniaca élite internacional. Eso significa que para ellos lo más importante no es pervertir y dominar la mente de los adultos, sino la de nuestros niños (y jóvenes), pues ellos son el futuro, y eso mismo, el porvenir, es lo que a los que dominan el mundo, verdaderamente les interesa. Nosotros como padres conscientes de lo anterior, debemos cumplir nuestro rol natural de protectores y guías, y como tal, proteger a nuestros hijos de las garras del sistema, pues si éste nos los arrebata y destruye su inocencia, habremos fracasado como padres, y sin duda alguna, un día lamentaremos las consecuencias. Es por ello que en la próxima entrega, compartiré estrategias y medidas que como padres podemos poner en práctica para cuidar de ellos, los más vulnerables de todos.